Estolidez y soberbia política |
Escrito por Fernando Facchin B. (abogado) |
Viernes, 04 de Diciembre de 2009 07:31 |
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua conceptúa la estolidez como “falta total de razón y de discurso”. La estolidez, aunada a la arrogancia, la vanidad y la soberbia, es una discapacidad mental que suele afectar a los políticos que se encuentran al frente de una miserable cuota de poder. La estolidez y la soberbia, es cierto, no tienen signo político. Se puede ser un estólido y soberbio oficialista u opositor, pero siempre sirve al poder establecido, siempre colabora a su mantenimiento, a su perdurabilidad. En política es una soberbia estolidez creerse en posesión de la verdad, no escuchar, no aceptar otros puntos de vista, no saber reconocer los errores, no reconocer las propias limitaciones, ese modo de comportarse genera un fuerte rechazo de la ciudadanía. El estólido, internamente, es un personaje temeroso: es una persona que se siente insegura, lo que le lleva a ser extremadamente celosa de su parcela de poder. Tiene miedo a que alguien le pueda hacer sombra y ello le lleva a rodearse de gente mediocre, carece de principios éticos y su única preocupación son sus propios intereses, se presenta como dictador, autoritario y autocrático, su constante es pensar que la gente es de mala fe, en la cual no debe confiar, todo logro de otro lo hace suyo, el fracaso es de los demás. Pontifican sobre lo humano y lo divino, es enemigo del diálogo. Cree que el mundo gira a su alrededor, se cree iluminado. Cuando el estólido soberbio estima que alguien le hace sombra política actúa en su contra en forma despectiva, pendenciera y provocadora, se torna impulsivo, de mal carácter y responde con agresividad, jamás sonríe ni mira de frente, sonreír para él es demostrar debilidad. Y su lema es “Divide y vencerás”, así procura destruir a sus potenciales enemigos, desprestigiándolos, destruyendo la imagen de su competidor. El estólido es el prototipo del “antilíder” que destaca por su actitud soberbia y arrogante, ya que en muchos de los casos se siente poseedor de la verdad absoluta, desecha las opiniones de los demás, tiende a ser deshonesto, ve la política desde la perspectiva de: “El que no transa no avanza”, por lo tanto su actuación carece de fundamentos éticos. Lamentablemente la política nacional y regional está plagada de “antiliderazgos” que dificultan el desarrollo sostenible de la sociedad, eso lo vemos en las declaraciones de prensa, las intervenciones en los medios audiovisuales y radiales. El lunes pasado pudimos oír en Unión Radio la arrogancia, soberbia y estolidez de un político local desprestigiando a sus conciudadanos de manera inclemente, con argumentos cargados de falsedades, sin entender que esa actitud negativa no hace más que disminuir su calidad como político, lamentablemente ese parece ser el nivel de actuación que privará en los próximos días y hasta las elecciones parlamentarias, por cuanto se cree falsamente que decir la verdad a la sociedad es peligroso para los intereses particulares. En política, usar el antivalor de la mentira es colocarse al borde del cuestionamiento de los pensantes y revela una audacia insensata. En la coyuntura política la estrategia de la mentira se está usando con mucha frecuencia. Hay políticos que han hecho de este antivalor su “virtud”; pero aún así están siendo desnudadas estas pretensiones agitadoras encubiertas por mentiras por la sociedad pensante, políticamente madura a la cual se le irrespeta de manera flagrante y a esa sociedad hay que respetarla, fortalecerla e institucionalizarla, pues ella es la encargada de mantener la gobernabilidad. Las esperanzas del triunfo están en la sociedad civil organizada que oportunamente evitará que se impongan la estolidez, la soberbia, la arrogancia y la mentira, la sociedad no se doblega ante esos vicios. La estolidez y la soberbia son las formas de expresión más refinadas que tiene la estupidez. Martín Lutero se expresó así: “Tengo tres perros rabiosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una huella profunda”. Termino recordando que la soberbia y la estolidez política son las discapacidades mentales que más males traen al ciudadano, por ser un apetito desordenado de grandeza pervertida que en el campo político termina siendo letal. Un proverbio suizo dice: “Las palabras son enanos; los ejemplos son gigantes”.
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