Pesimismo injustificado
Escrito por Alexis Márquez Rodríguez (QEPD)   
Martes, 19 de Abril de 2011 20:56

altCada día son más frecuentes las manifestaciones de un profundo pesimismo ante la situación nacional. Mucha gente critica, en la calle y/o a través de los medios de comunicación, lo que consideran como achantamiento o insensibilidad del común, del “bravo  pueblo”, que presuntamente soporta en silencio y de manera irresponsable los desmanes que se cometen en las más diversas esferas del gobierno. Es inexplicable, dicen, cómo el pueblo soporta, supuestamente “sin hacer nada”, los más grandes atropellos y cómo se ha ido acostumbrando pacíficamente al tremendo desastre a que el chavismo ha conducido al país.

Sin embargo, esas quejas, aun de buena fe, no van acompañadas de algo concreto de lo que pueda y deba hacerse. Se critica por lo que no se hace, pero no se propone nada en cambio, por lo que tales quejas resultan estériles.

Tal actitud es en cierto modo explicable, pero es también injusta e irracional. En primer lugar porque no es cierto que no se haga nada. Cada día vemos a través de los medios las más variadas y aguerridas protestas populares por los problemas que el gobierno no sólo no ha resuelto, sino que los ha  empeorado. Situaciones gravísimas, como la falta de vivienda, el creciente costo de la vida, las crisis de la electricidad y del agua, las arremetidas del hampa común…, cada día provocan manifestaciones populares, sobre todo en las zonas de mayor  pobreza, en que se obstaculiza el tráfico y se increpa a las autoridades, incluyendo al propio Chávez con nombre y apellido, por el incumplimiento flagrante de sus deberes gubernamentales. Y eso ocurre no sólo en Caracas, sino también en muchas partes del interior. Agréguese a todo ello la proliferación ocurrida últimamente de las huelgas de hambre  en protesta por diversas razones, y se verá cómo es injusto decir que “no se hace nada”.

Otra cosa es que sólo se haga lo que se pueda, a la espera de momentos propicios para hacer más, con la convicción de que llegado ese momento, nadie se quedará en su casa y todos saldrán a hacer lo que les corresponda.

A raíz del fraude electoral de 1952 la gente entró parecidamente en un supuesto achantamiento, hasta 1957, cuando se produjeron las primeras manifestaciones contra la  dictadura perezjimenista. Y en enero de 1958, al darse las condiciones propicias, el pueblo de Caracas salió a la calle, sin miedo y sin aprensiones, y acabó provocando la insurrección militar que derribó al dictador. No tengo la menor duda de que pronto ocurrirá lo mismo, esta vez, afortunadamente, por la vía  electoral.


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