El aldeanismo de Trump: El cierre de USAID
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Jueves, 03 de Julio de 2025 02:23

altEntre los numerosos desaciertos y excesos cometidos por Donald Trump durante los pocos meses que lleva en la Casa Blanca,

ninguno ha sido tan doloroso y letal para los países más desfavorecidos del planeta, como el desmantelamiento y cierre de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés).

La Agencia fue creada por John F. Kennedy en 1961 –en pleno apogeo de las rivalidades entre Estados Unidos y la Unión Soviética- cuando en América Latina el entusiasmo y admiración por la Revolución Cubana crecía, los movimientos anticolonialistas inspirados en el marxismo se expandían por África y el comunismo se extendía por Asía, impulsado por el fortalecimiento de la Revolución China.

La Agencia fue concebida por el Gobierno norteamericano como un instrumento benéfico para contrarrestar los efectos de la expansión y propaganda comunista, que proclamaba la superación de la pobreza, la igualdad social, la inclusión y la liberación de los pueblos del odioso imperialismo norteamericano. USAID surgió como resultado del análisis político global y por la importancia estratégica de Estados Unidos, en un momento en el cual las democracias europeas aún estaban recuperándose de los estragos de la Segunda Guerra Mundial, y todavía no contaban con las posibilidades financieras de adelantar una acción solidaria de largo alcance con los países pobres que estaban entrando en la órbita comunista, ya fuese como satélites de la URSS o de la China de Mao Zedong.

Durante más de sesenta años, Estados Unidos, a través de USAID, brindó apoyo en numerosos países a miles de organizaciones de la sociedad civil creadas con la finalidad de promover la educación, la salud, la salubridad, la formación, capacitación, fomento de valores democráticos y, en general, el empoderamiento de los grupos más vulnerables de la población, especialmente niños, mujeres y ancianos. Su orientación fundamental apuntaba hacia la conveniencia de incluir en el desarrollo a los sectores más frágiles, porque representaba la manera más eficaz de promover los equilibrios sociales indispensables para garantizar la estabilidad de los sistemas políticos y evitar las crisis que terminan provocando violencia, grandes oleadas de desplazados e emigración descontrolada.

El enfoque y los principios que inspiraron la creación y funcionamiento de USAID, no les parecieron suficientemente importantes ni al señor Elon Musk ni a Donald Trump. Ambos decidieron, sin respaldos documentales o estadísticos sólidos, clausurar la Agencia. La orden ejecutiva, como le gusta gobernar a Trump, se cumplió el pasado 1 de julio pasado. A partir de ese día, USAID desapareció, sus empleados fueron despedidos y sólo un pequeño porcentaje, alrededor de 13%, del amplio conjunto de actividades que la Agencia cumplía alrededor del mundo, pasó a estar bajo el control de la Secretaria de Estado, es decir, de Marco Rubio, quien determinará la orientación de los programas de asistencia de acuerdo con su real saber y entender.

Entre las razones argumentadas por Trump y Musk para decretar la clausura de USAID, se encuentra el hecho de que, según esos personajes, la Agencia no estaba alineada con los intereses norteamericanos y los contribuyentes de ese país estaban financiando de sus bolsillos una burocracia inepta, derrochadora e insaciable. Sin mostrar ningún estudio serio, ni informar a la opinión pública de forma objetiva, optaron por dinamitar un grupo de trabajo con décadas de conocimiento y experiencia en el área de la asistencia para el desarrollo de las zonas y grupos más débiles de la mayor parte del planeta. Así de simple y expedito, como son la mayoría de las decisiones instrumentadas por la administración Trump. Sin el menor respeto o consideración por los afectados.

Es cierto que el enfrentamiento con la URSS ya no existe y la Guerra Fría se extinguió hace décadas. Pero, de ningún modo eso significa que Estados Unidos no deba seguir desempeñando un papel estratégico fundamental en todo el globo terrestre en la reducción de los desequilibrios sociales, la atención a las clases más necesitadas, la promoción de los principios republicanos y democráticos, y la construcción de un planeta mucho más integrado, pacífico y civilizado. Estado Unidos no debería encerrarse en sus propias fronteras ni convertir el eslogan de América Primero en un dogma para fomentar el chauvinismo y el aldeanismo, por más grande que sea ese país.

Trump no debería olvidar que potencias emergentes cada vez más poderosas en el plano económico y militar, como China, India y Rusia, andan ejecutando planes expansionistas que les permitan cubrir los espacios que queden abiertos. Esas potencias, entre otras, se introducirán por todos los resquicios que Estados Unidos les proporcione. Después que los republicanos no se quejen.

La desaparición de USAID constituye un motivo de duelo para todas las zonas humildes de la Tierra. Entre Kennedy y Trump existe una distancia oceánica. Al presidente norteamericano también habrá que juzgarlo por su miopía y falta de compromiso con la libertad y el bienestar mundial. 

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