Las Iras y las Furias presidenciales contra aquellos de sus colaboradores que no parecen capaces de cumplir sus órdenes revelan el cáncer que carcome a este (des)gobierno: Chávez preside, no gobierna. Ha perdido el control sobre la situación y se halla prisionero de quienes detentan el Poder real. Son los sátrapas que controlan sus satrapías y cuidan de sus bienes mal habidos, en lucha mortal contra las otras satrapías y la voracidad de sus competidores.

De allí la aparente anarquía reinante, las contradicciones entre las órdenes teledirigidas y la impotencia del regente. Una de las más visibles víctimas de esas furias presidenciales es el teniente Diosdado Cabello. Signo inequívoco de que es el cabeza de mafia de una de las más poderosas satrapías gobernantes. No la única.

La más generosa descripción que pueda aventurarse sobre esta grave disfuncionalidad reinante es que estamos ante la lucha cruenta, sangrienta y descarnada entre mafiosos por el botín del Estado, que mengua día a día y de manera dramática. Mientras mayor sea la escasez de medios y más escuálido el botín, más virulenta será la lucha entre las distintas facciones y mayor el naufragio del caudillo.

De allí el espanto que provoca la unidad opositora. Y la aguerrida descalificación de sus propósitos. Como bien dice el refrán, cada ladrón juzga por su condición. Mafiosos, saqueadores y golpistas, no pueden imaginar en la unión de los partidos democráticos otro propósito que el golpe y el saqueo. Pues la salvación de la Patria, único motivo de la unión democrática, no es para ellos otra cosa que la pérdida del botín y la inminente amenaza de venir a dar a los pies de la justicia.

Tarda, pero llega. Está llegando.