La herencia de la tribu |
Escrito por Ángel Rafael Lombardi Boscán | X: @lombardiboscan |
Jueves, 12 de Enero de 2017 07:01 |
Según Ambrose Bierce (1842-1914) en su “El diccionario del diablo”, un historiador es: “un chismoso de boca ancha”. Fusionando ambas premisas se podría llegar a una conclusión más benévola: el pasado es el recuerdo de la mentira. En lo personal, sólo mostramos lo conveniente: “los trofeos” que nos otorga el reconocimiento social convencional; los trapos sucios, en “la familia”, se lavan aparte y en secreto. Ya en lo social el recuerdo como falacia es un asunto más sofisticado. La mente humana es una permanente contradicción entre el deseo y lo real. Lo primero termina siendo auto-engaño; lo segundo es lo que sabemos que es así pero lo deformamos, o incluso, lo sustituimos por un mito. El mito es: “Historia imaginaria que altera las verdaderas cualidades de una persona o de una cosa y les da más valor del que tienen en realidad”. Los historiadores en Venezuela son muy pocos; lo que abunda en realidad es el mitómano. Siendo el “Poder” a través de sus oráculos los principales responsables de ésta situación.
De paso hay que señalar que el héroe termina simbolizando al “pueblo” sufriente que busca una remisión a todas sus miserias a través de conceptos ennoblecidos como: libertad, dignidad, justicia y soberanía. El malandraje de nuestra historia queda de una vez rediseñado por el enemigo interno (oligarquías) y el externo (el imperio). Estos códigos son los que el bolivarianismo se ha cansado de profesar en los últimos 27 años (1989-2016) con un éxito inusitado. El que ha vivido en Venezuela estos últimos años podrá comprobar que una cosa es la retorica del poder como propaganda y chantaje; y otra muy distinta, la dura y cruel realidad de la actual pasmosa involución histórica. Todavía hay gente ingenua que sigue creyendo lo de “Venezuela Potencia” y que el “pueblo hoy, es protagonista de su propia historia”. El mito revolucionario bolivariano alimentado por: Guaicaipuro, Bolívar, Sucre, Simón Rodríguez, Zamora, Cipriano Castro, y hasta por el mismo Medina Angarita, terminando por Hugo Chávez, es toda una impostura. Es la falsificación interesada de la realidad del pasado desde una gramática anti-histórica inverosímil cuyo contenido es la ideología más variopinta: ilustrada, marxista, cristiana, socialista, zapatista y paremos de contar. Es por ello que Ana Teresa Torres, con muy buen criterio, aunque suene descorazonador para una mentalidad postmoderna, nos ubica, a Venezuela, aún en pleno siglo XXI, en el estadio tribal. (*): Director del Centro De Estudios Históricos de Luz
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