“Franz y Albert” es Teatro con mayúsculas. Nos ofrece la oportunidad de viajar en el tiempo. ¿El año? 1911. ¿el sitio? Praga, en el salón de Berta Fanta, donde los jóvenes “Franz y Albert” coinciden a la hora del té.

El director (y actor) Luigi Sciamanna adapta el texto del dramaturgo argentino Mario Diament (“Tango perdido”, “Un informe sobre la banalidad del amo”, "Guayaquil. Una historia de amor  ") sobre un encuentro imaginario (aunque ambos genios sí coincidieron en esa ciudad y probablemente sí se vieron en alguna tertulia) entre el pujante profesor Albert Einstein, de apenas 32 años, y el atormentado abogado y escritor, Franz Kafka. La obra, riguraoamente trabajada por Diament, nos conecta con el naciente siglo XX a través de las dos mentes más afiladas del mismo: Einstein (encarnado con naturalidad y convicción por Antonio Delli)  , el científico-humanista que ve el futuro con optimismo, y Kafka (interpretado con precisión por Sciamanna), atrapado en su visión premonitoria de un mundo oscuro, sinsentido y, por qué no, kafkiano.

La obra va del fresco retrato del encuentro casual de Franz y Albert en el salón de Fanta, donde el expansivo científico manifiesta su visión progresista de la vida y nos desliza retazos de su Teoría de la Relatividad (la especial y la general), hasta momentos de alta tensión dramática cuándo ambos se adentran en la mentalidad del otro.  La obra recorre el arco que va de lo concreto hasta lo simbólico (Einstein cargando “la culpa” que carcome a Kafka). Del diálogo casual hasta claves precisas de la obra del autor checo.  Aclaro, no es un “pastiche” de textos Kafka y Einstein, pero no hay un solo minuto de la tertulia (de los 90 que dura la puesta en escena) que no se respiren ambas, que no sintamos que estamos allí, como voyeaurs futuristas, contemplando ese elegante café de 1911, tan cercanos a la Primera Guerra Mundial como los personajes allí representados.

Las actuaciones de Sciamanna y Delli no dejan resquicio para la duda. Estamos ante Kafka (y su cinismo elegante, su no asumirse como retratista del mundo weberiano que devorará al siglo, su sumisión ante ese Súper Yo poderoso encarnado por su Padre) y sus fobias, su aprehensión al contacto… Y también estamos ante Einstein, bonachón (cercano al ícono que lo inmortalizó sonriente, sacando la lengua) e inteligente, con algunas cartas oscuras bajo la manga (su hija entrega en adopción).

“Franz y Albert” es TEATRO con mayúsculas. Una obra de hora y media que se hace relativa, pues parecen apenas unos pocos minutos frente a estos dos personajes que se exploran y se abren frente a nosotros. Es entretenimiento sin temor a la inteligencia (cada quién la lee de acuerdo a lo que trae al teatro). Son 90 minutos de intercambio de cicatrices (de lo simbólico a lo físico)  entre dos genios del siglo XX…de ese encuentro el espectador no sale ileso.

Una obra obligatoria para los amantes del buen teatro.


Sobre la producción

“Franz y Albert” es una producción de Queiroz Publicidad. La escenografía cautiva al espectador apenas se abre el telón, mientras que el vestuario (Raquel Ríos) y el mobiliario (cortesía de Muebles Mary) le dan verosimilitud al pacto con el director: viajamos hacia 1911.

Los ensayos duraron año y medio, nos comentó su productor, Doublas Palumbo. Mientras que Sciamanna indicó qué se preguntó sobre los códigos corporales de los europeos a principios del siglo XX. La construcción de la obra partió de ese trabajo corporal, evitando marcarla  por  la corporalidad tropical de los actores.

“Trabajamos muchos contrastes, indicó Antonio Delli, más movimiento en Einstein, un hombre hiperactivo, que siempre se está moviendo. Es un trabajo fuerte, pero no hay nada más apasionante que el teatro de texto, de desarrollo de personajes. Es como un regalo, uno siente que la obra te lo va dando todo”.

Coordenadas
Funciones de viernes a domingo a las 6:00 pm en el Teatro Trasnocho

@Franz_Albert16 (Twitter) y @Franz.Albert16 (Instagram y Facebook)

Las entradas están a la venta en las taquillas del Trasnocho Cultural y en ticketmundo.com.