Generación Liubliana |
Escrito por Gisela Kozak Rovero |
Martes, 31 de Julio de 2012 07:07 |
![]() Emigrar, asunto central en los textos de E.S.R, desde Blue Label hasta Transilvania Umplugged y Liubliana pasando por Los desterrados, es el signo de la juventud venezolana con educación superior desde hace un cuarto de siglo. Siempre les digo a mis estudiantes: rumbo a Australia o Canadá porque en otros lugares las oportunidades no sobran. Suelen quedarse en silencio, con la misma desesperanza que marcó a mi generación, la primera en la historia republicana venezolana que quiso emigrar: entre el "Viernes negro" en 1983, el "Caracazo" en 1989 y los dos golpes de Estado en 1992, se nos fue la veintena y entregamos el país a cuatro militares y tres encapuchados. Finalmente, nos hemos dicho todos estos años, la sociedad los eligió. Tenemos evidentemente nuestros sucesores: Gabriel, el protagonista de Liubliana, se va de Venezuela en búsqueda de una vida mejor para encontrar que el infierno no es una geografía sino un estado emocional e intelectual que coloca al personaje en la senda de los grandes desesperados de la literatura del siglo veinte, esos seres "desahuciados", como diría André Mariño Palacios, privados de un sentido de la existencia. Pero si en el caso de otras literaturas tal estado obedece a las incertezas de la vida moderna, en el de Gabriel Venezuela es la fuente del mal, de un mal que se materializa en su gran amor Carla, un amor loco, sin destino ni cotidianeidad, atravesado por la violencia, el incesto y el egoísmo, verdadera muralla afectiva que aísla a Gabriel de ese mundo en el que nadie se salva de la ruindad. La familia, los hijos, la pareja, las buenas causas, el país, el futuro colectivo constituyen apenas un lenguaje de "boysscout" para Gabriel, Carla y los muy bien delineados personajes de este recomendable texto. Se trata de una juventud derrotada de antemano que en la trilogía de novelas de Sánchez Rugeles muere o termina paralizada e impotente, rumiando recuerdos de adolescencia, en una suerte de larga e interminable resaca de alcohol adulterado. Esa juventud descreída, esa Generación Liubliana, camina por los pasillos de las universidades, por las calles de Caracas, Madrid, Buenos Aires, Calgary o Iowa, pero, lamentablemente para ellos, su vida no es buena literatura como la de Gabriel sino existencia pura y dura. Como me dijo un egresado de Letras a raíz de mi artículo "Cultura 2019": ¿Tanta esperanza no peca de cierta ingenuidad, profe? Lo único verosímil para mí es hacer la maleta. Lo entiendo. Esperemos que en ella lleve Liubliana y escuche en el vuelo a más allá de más nunca la excelente banda de sonido compuesta por Álvaro Paiva especialmente para la novela. @giselakozak |
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