El valor del tiempo |
Escrito por Ing. Rafael Diaz Casanova |
Viernes, 20 de Abril de 2012 07:43 |
![]() Sabia virtud de conocer el tiempo, A tiempo amar y desatarse a tiempo, Como dice el refrán, dar tiempo al tiempo... Pedro Vargas. Con estas estrofas de la estupenda canción que le escuchamos muchas veces a Pedro Vargas y de quien desconocemos su autor, queremos hacer unas reflexiones sobre esa dimensión de la vida que denominamos tiempo. Dividimos los sucesos en pasados, presentes y futuros y dependiendo de la era en la que pensamos, el tiempo se mide en escalas muy distintas. Al comienzo de la historia la medición del tiempo estaba signada por el movimiento de los astros. Un día era la medida del tiempo en la que el movimiento de rotación de la tierra nos presentaba y nos presenta la misma situación relativa con respecto al sol. Un año era y es el tiempo en el que la tierra completa un ciclo de movimiento de traslación alrededor del astro rey. Muy pronto el hombre "diseñó" un reloj que dividía el tiempo en que el sol estaba presente y por la sombra de una vara, convenientemente colocada, se podía dividir el tiempo de sol en lo que denominamos "horas". Para ello, el hombre inventó la división del tiempo del día en veinticuatro horas. La ausencia del sol, especialmente durante la noche, condujo a los egipcios a inventar la clepsidra, un reloj de agua que medía el tiempo en el que se llenaba o se vaciaba un recipiente que recibía o expulsaba el preciado líquido. Más tarde se inventó el reloj de arena que cumple funciones similares, más recicla su contenido. Desarrollada la rueda y exprimidos brillantes cerebros, se le atribuye al monje Gerberto, quien ascendió al solio papal como Clemente II a finales del siglo X, la invención o el diseño del primer reloj mecánico. Existen varias otras opiniones. La tecnología hace que hoy dispongamos, desde el penúltimo año del siglo XX del reloj atómico, que mide el tiempo con una precisión extraordinaria de un segundo cada treinta millones de años. Nos interesa destacar que en la sociedad de hoy, en muy amplios sectores, se menosprecia el valor del tiempo y muy especialmente el tiempo ajeno, el tiempo del otro, el tiempo del cliente, el tiempo del ciudadano. Un emblemático ejemplo es el de la puntualidad de los servicios. Líneas aéreas, empresas de transporte, horario de atención de una oficina pública o privada, citas profesionales, llegan a constituir violaciones graves del respeto ajeno. La privatización de las empresas de distribución de mensajes (correos) y paquetería tiene hoy ejemplos maravillosos de precisión en la entrega a tiempo de sus encomiendas. No podemos decir lo mismo cuando recordamos los tiempos que se toma el correo de nuestros países para entregar una correspondencia, mas también recordamos la puntualidad de ese mismo servicio en Alemania o en Inglaterra. La segunda prioridad, después de la seguridad de una línea aérea, debe ser la puntualidad. En un viaje normal de un avión, van unas cien personas cuyas agendas dependen de la oportunidad de la atención de la línea que los transporta. Respetar el tiempo de cada uno y de todos los pasajeros debería tomar mayor atención de las autoridades que regulan la operación aérea. No sucede así. La importancia del tiempo varía en función de la realidad de cada persona. Recordamos que si se quiere analizar la importancia de un año se la podemos preguntar al estudiante que fue reprobado. Si nos interesa la importancia de un mes se la podemos preguntar a un agricultor. Si nos interesa la de una semana se la podemos inquirir a la señora que tiene más de treinta y cinco semanas esperando a su bebé. Si nos inquieta la de un día, los ejemplos son muchísimos, igual sucede con la importancia de una hora, pero cuando vamos al minuto y sus fracciones debemos averiguarlo con un atleta de pista o un nadador, cuando hablamos con un corredor de cien metros planos, o un nadador de cien metros libres, llegamos a la inexorabilidad de una centésima de segundo. Volviendo a nuestro recordado Pedro Vargas, citaremos otra estrofa de su excelsa canción que brillantemente nos describe "la dicha inicua de perder el tiempo". Respetar el tiempo del otro es una importante manera de cumplir con el deseo de Benito Juárez de "respetar el derecho ajeno". Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla @rafael862 www.eluniversal.com / OyN |
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