Del PIN de Dios |
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj |
Miércoles, 04 de Abril de 2012 07:01 |
![]() Los llamados celulares inteligentes cumplen casi siempre con el costoso contrato de mantenimiento. El del aparato y el de la autoestima. No todo es tan malo como aseveran con facilidad muchos. Pero tiene sus costos personales. Vernos crónicamente reflejados en los demás. Mucho hubiera escrito al respecto Guillermo Meneses sobre la falsa mensajería. Únicamente falta ponernos en solfa (el griego) con Dios. Hoy lo imaginamos a través del chat aunque dudemos de su existencia o la ratifiquemos por costumbre. Cuán difícil es hablar con Él. No damos con su PIN o los equivalentes de otros sistemas operativos. Lo buscamos. Lo indagamos. En definitiva nos automedicamos. Lo hacemos nuestro según nuestro leal y saber entender. Excepto los desafíos que imponga porque la comodidad es la consigna. Todavía no sabemos orar. Incluyendo al suscrito. Empero lo procuramos. Y nada más gratuito que la personal disposición a hacerlo teniendo por al Espíritu Santo por único sistema operativo. Suena bien y expedito el asunto. Pero cuán difícil es llegar a esa conexión con la salvedad de los probablemente efímeros y radicales sentimientos de tristeza y alborozo. Porque somos creyentes en la medida que alcanzamos a legitimar las grandes rumbas del matrimonio el bautizo y la primera comunión es que solemos preguntarnos sobre la existencia y sus datos de trascendencia. Aunque la Semana Santa sea el mejor y acostumbrado pretexto para la sufrida y forzada recreación masiva. Y ella supeditamos nuestras creencias. Están hechas a la medida. Y si no creemos demasiado en el habitual cuento de la divinidad podemos ensayar esa profusa literatura de auto-ayuda. Afanoso test de nuestras fortalezas en lugar de la complicada examinación de las flaquezas. Optamos por la mal escrita y exitosa relatoría de Coelho pasando las páginas de un Walter Rizzo que sintetiza sus sesiones de especialista. Y éste es un gemio intocable por los crecientes honorario que halconea. El asunto está en la renuncia de toda intimidad con nosotros mismos. Caso aparte es la que se cree descubriéndonos con otros más allá de la juvenil masturbación. Creyentes o no hemos perdido esta capacidad de reflexionar por sí y desde sí. Y aún feligreses de cuántas iglesias se nos antojan apostamos por la autosuficiencia. Entre los católicos es común. Quizá nos equivoquemos pero el promedio no concuerda y mucho menos cuestiona las prácticas. Todos tienen la llave para comunicarse con Dios así pierdan otra vez el PIN. Se impone la tradición oral. La doctrina de las impresiones sin tiempo para profundizar. Acudimos a la sede de una religión organizada y la antojamos de acuerdo a nuestras inmediatas necesidades. No nos confesamos con el cura sinvergüenza partiendo de nuestra aquilatada pureza. No sabemos que la confesión es al colectivo a través de alguien entrenado para ello. Que antes era el psicólogo y hasta el jurista para orientarnos y hoy el teólogo y director espiritual que incluye otras facetas. Eso dice el libreto construido por siglos que no podemos subvertir precisamente por esa fácil tradición oral. Se dirá con justicia que falta información. Que la Iglesia incumple aún contando con las más recientes tecnologías. Y lo cierto es que ni siquiera el cuestionamiento es serio. Porque no hay tiempo para ello. Cada quien hace las cosas en la medida de lo posible. Un buen día tratamos de orientarnos para orar. Conseguir el PIN de Dios pues. Nos deleitó más Claude Flipo que Bernard Basset al meternos en la literatura de rigor. Hemos andado un camino. Falta demasiado. Ojalá podamos andarlo. La autenticidad de la oración es la clave. Ojalá la Iglesia Católica por citar un caso nos metiera a todos en esta inquietud. Así como somos descreídos sin saberlo y nos aventuramos en los consejos fáciles que pueden llegar a la diaria consulta del tarot y el horóscopo también podemos arribar a nosotros mismos a través de la oración. Y nos atreveríamos a aseverar que aún siendo incrédulos. Porque de algo estamos segura sobre la más reciente contemporaneidad. La soledad está disfrazada. Y siendo complementaria la persona humana necesitamos de la otra palabra para hallarnos. Además hallarnos con nosotros mismos en una meditación creadora que es la de una soledad edificante y propulsora al hacer con los demás. No la mutiladora que procura servirnos del resto de la humanidad. FOTOGRAFÍA: Comunión / Semana Santa. Momento, Caracas, 29/03/64 |
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