Chávez, Gadaffi y Los Sonámbulos |
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs |
Miércoles, 09 de Marzo de 2011 20:32 |
![]() “Avanzo como un sonámbulo por el camino que me trazó la providencia.” Adolfo Hitler, 14 de marzo de 1936. 1 Un reportaje aparecido este domingo en la edición dominical del periódico La Tercera, de Santiago de Chile, revela datos absolutamente escalofriantes de los intentos emprendidos por Muammar al-Gadaffi a fines de los años 70 para montar un ejército multinacional, financiado, armado y preparado por Libia, para apoderarse de América Latina y sumarla al carro de la llamada “revolución verde” que el déspota de la tribu de los Gadaffa trataba de expandir desde Libia por el Magreb, África y el Oriente Medio. Sus interlocutores, un grupo de políticos chilenos perseguidos por la dictadura del General Pinochet - entre los cuales el diputado Enrique Teplinsky, del Partido Radical Socialdemócrata chileno y por entonces embajador de facto de la izquierda chilena en Trípoli –, dotados de la suficiente sensatez y seriedad como para desechar tan delirantes propósitos, se negaron de plano a seguirle el juego. No querían más que el respaldo financiero del rico potentado libio para sus tareas opositoras, ceñidas a un proyecto democrático y cuya justicia se vería rubricada por el éxito con el triunfo en las elecciones plebiscitarias de Octubre de 1988 y el inicio de la transición con el gobierno del demócrata cristiano Patricio Aylwin en 1990. Salieron escalfados, sin más respaldo que un saco de promesas descabelladas y veinte mil dólares libios. Habrán servido para recompensar a la viuda del presidente mártir Salvador Allende, doña Tencha Bussi, a quien unos celosos aduaneros de Gadaffi y fieles contralores al servicio del Corán le rompieran un par de botellas de Whisky escocés que llevaba de regalo a alguno de los exiliados chilenos que encontraran asilo en Libia y quien saliera escandalizada por la prohibición de la gerencia del hotel en que se hospedaba en Trípoli para presentarse en la piscina en traje de baño sin la compañía de su esposo. Tuvo que solicitar el auxilio de dos acompañantes de la delegación chilena, entre los cuales el socialcristiano Luis Maira, posteriormente embajador en México y en Argentina de los gobiernos de la Concertación, con quienes enfrentó a los guardias retándoles a que le prohibieran ingresar a la piscina, ahora que la acompañaban “sus dos esposos”. Doña Tencha era no sólo una extraordinaria y valerosa mujer: jamás perdió su sentido del humor. José Miguel Insulza conoce todos estos hechos anecdóticos, pues formó parte de la delegación chilena al Congreso a favor de la democracia chilena que entonces se reunió en Trípoli. Sabe, por lo tanto, de los delirios imperiales de Gadaffi y de sus esfuerzos por conseguir un socio latinoamericano que respaldara su locura. ¿O lo habrá olvidado? 2 El cuento viene al caso no sólo por la súbita y aterradora actualidad alcanzada por el tirano libio, dispuesto a permanecer en el Poder al precio de masacrar a su pueblo, sino por los ingentes esfuerzos diplomáticos emprendidos por el déspota venezolano para neutralizar a la oposición mundial contra la permanencia en el cargo de Gadaffi y la alianza puesta en marcha con sus socios del ALBA para garantizarle el Poder o una salida honrosa, que ya se discute en los mentideros internacionales. Asociando las revelaciones de La Tercera con los estrechos lazos establecidos entre ambos líderes cabe preguntarse si Muammar al-Gadaffi consiguió por fin en el teniente coronel venezolano el socio perfecto para el cumplimiento de sus delirios que buscaba hace treinta años y si efectivamente los vínculos entre Libia y Venezuela se extienden mucho más allá de las estrictas relaciones diplomáticas y comerciales para penetrar en el oscuro laberinto de la insurrección, el narcoterrorismo y la ingerencia militar en los asuntos de la región. El capítulo del entramado islámico-venezolano y el importantísimo papel político militar que desempeñan funcionarios de origen islámico en el gobierno de Hugo Chávez y la insurrección en América Latina está en el más blindado secreto. Ni la viuda de Salvador Allende ni Luis Maira, de la Izquierda Cristiana chilena, ni mucho menos el joven militante del Mapu José Miguel Insulza, tenían otros intereses que la recuperación de la democracia representativa en su país. Ni siquiera el PC o el MIR chilenos, enrumbados entonces hacia la lucha armada contra la dictadura, estaban en capacidad de responder favorablemente a una invitación para cuyo cumplimiento no tenían ni las bases, ni el poder ni la plataforma política. Ni la suficiente dosis de locura. Hugo Chávez, sin ninguna duda. Con su par, el teniente coronel Hugo Chávez, Gadaffi encontraría sin duda ninguna a su socio perfecto: presidente de una república petrolera y estrecho socio en la OPEP, coronel, como él, tiránico y con afanes de entronización vitalicia, como él y ambicioso y delirante hasta la megalomanía, como él, Hugo Chávez se prestaba como un guante de terciopelo a su mano de hierro. Mucho más que Fidel Castro, dueño de una isla miserable, requerida de auxilio e incapaz de brindar ningún otro respaldo que el know how subversivo. Si bien le había abierto el camino con su Tricontinental y seguramente le había hecho llegar sus cantos de sirena de la expansión revolucionaria en los tres continentes. El Magreb fue el primer escenario internacional de los afanes imperiales de los Castro. En Argelia puso de embajador a Jorge “Papito” Serguera, fiscal, censor y amigo íntimo de Raúl, de quien se sospecha le cabe una inmensa responsabilidad en el supuesto asesinato de Camilo Cienfuegos y quien soñara con venir a participar de las guerrillas venezolanas, según cuenta Héctor Pérez Marcano. En ese, el SEGUNDO SEMINARIO DE SOLIDARIDAD AFROASIÁTICA, efectuado en la capital de Argelia en febrero de 1965 y que fuera su última participación pública antes de irse a Bolivia y de allí al inframundo, el Ché declaró lo que habrá sonado a gloria en los oídos del joven militar libio, a punto de destronar al Rey y hacerse con el poder de Libia para seguir sus pasos: “No hay fronteras en esa lucha a muerte, no podemos permanecer indiferentes a lo que ocurre en cualquier parte del mundo...” Un hombre que sería punta de lanza en el posterior intento por crearle una plataforma de ingreso a Latinoamérica al líder libio, Pedro Duno, estaba en Argel y trajo el mensaje del Ché al Partido Comunista: “quiero integrarme a las guerrillas venezolanas”. Propuesta frontalmente rechazada por el PCV. Lo que no les impediría sumarse – Duno y el PCV – al asalto al poder del teniente coronel Hugo Chávez. Nada impediría los acuerdos secretos que se habrán establecido entre los gobiernos de Hugo Chávez y Muammar al-Gadaffi. ¿Será posible? 3 La al aparecer inevitable caída de Gadaffi arrastrará consigo otro pedazo de alianza arrebatada a los esfuerzos imperiales del castro-chavismo. Y sus resonancias apocalípticas estarán teniendo sus efectos sobre el teniente coronel y su entorno. Salvo Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua, Gadaffi no cuenta con un solo aliado estratégico en el mundo. Está absolutamente solo y aislado. Al mismo tiempo que Chávez hace esfuerzos notables por obtener algún resultado que salve a su aliado y encuentre protección a sus inversiones-relaciones con Libia, el presidente de Chile Sebastián Piñera, con gran discreción y sin bulla, como suele ser habitual en la diplomacia de su país, introduce una importante cuña en la presencia de Chávez en el escenario internacional: visita Israel, Palestina y España en un notable esfuerzo por facilitar la resolución del ancestral conflicto palestino-israelí. Con lo cual pone de manifiesto la voluntad del actual gobierno chileno por descongelar su protagonismo continental y salir como garante y confiable mediador en los conflictos internacionales que azotan al mundo. Una política que seguramente cuenta con el respaldo de Barak Obama, Hillary Clinton, Angela Merkel y la Unión Europea. Según reporta el periódico madrileño EL PAÍS, el presidente chileno habría señalado con ocasión de una visita de tres días a la capital española la irrelevancia de la mediación de Hugo Chávez en el conflicto libio, con lo cual revela un secreto a voces. Una mediación tan sesgada a favor de una de las partes y tan interesada en salvar del ahogado el turbante, está condenada al fracaso. Más aún cuando se tiene la certeza de que Chávez no sólo respalda al tirano de Trípoli, sino que lo admira como al mayor de sus Pares. De lo contrario no le habría otorgado la máxima muestra de consideración de la diplomacia chavista: una réplica de la espada de oro y esmeraldas que los limeños le regalaran al caraqueño Simón Bolívar en muestra de inolvidable agradecimiento por sus servicios en favor de la Independencia de América. El fin de la tiranía de Muammar al Gadaffi y la revelación de sus secretos de Estado vendrían a sumarse a los revelados por las computadoras de Raúl Reyes. Incluida la existencia de fondos venezolanos en las arcas libias. La caída del déspota tendrá temblando a quien pierde a alguien más que a un aliado: a un socio de aventuras. Tan delirante y tan absurdo, como él mismo. Sus efectos no podrán ser menos que catastróficos. |
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