Patria, socialismo o muerte
Escrito por Ovidio Pérez Morales   
Miércoles, 08 de Julio de 2009 06:15

altEl lema oficial Patria, Socialismo o Muerte, que se encuentra también en cuarteles y se proclama en concentraciones militares, está en contra la Constitución. Especialmente después del referendo de 2007. Además, ese slogan tendría que reducirse a dos términos: Socialismo o Muerte, porque Patria es propiedad común, no privada. Ahora bien, el lema, luego de su abreviación, tendría que ser reformulado así: Comunismo o Muerte. Ello se impone, dada la interpretación que la teoría y la praxis de la intelligentsia y de la nomenclatura del régimen, confieren al ambiguo término socialismo. Interpretación que corresponde al modelo caribeño oficialmente seguido, a la geopolítica llevada adelante y a los catecismos ideológicos enseñados a los novicios del proceso.

El Socialismo del Siglo XXI es una reedición del “socialismo real”, totalitarismo marxista-leninista-stalinista, que se desintegró con la “Revolución del ´89” y la caída del Muro de Berlín.

La referida reformulación del lema podría, sin embargo, ser convertida en esta otra: Estatismo o Muerte, por razones, algunas de las cuales se exponen a continuación.

En el “socialismo real”, a comunismo responden sólo el nombre y algún fantaseo utópico En efecto, la práctica, lo real, de ese socialismo consiste en un estatismo feroz, aplicado según esta secuencia: Estado=Gobierno=Partido=Hiperlíder. ¿Resultado? Un sistema centralizador total de los poderes públicos, de las instituciones y organizaciones de la sociedad civil, de lo que se expresa o maneja en los diversos ámbitos de la economía, la política y la cultura.

El “pensamiento único”, la hegemonía comunicacional, el monopolio educativo y otros, son consecuencia lógica de esa polarización estatal, de esa concentración del poder. De allí que las múltiples organizaciones que un proyecto semejante permite o promueve en diversos campos (laboral, juvenil, por ejemplo), son simples instrumentos o correas de transmisión del poder central y centralizante. Son inexistentes o inadmisibles, por tanto, las genuinas organizaciones de base, la verdadera participación popular, el efectivo protagonismo de grupos ciudadanos críticos y autónomos en su acción.

Toda oposición o disidencia es, lógicamente, excluida y sujeta a la más acerba descalificación: desestabilizadora, golpista, terrorista, traidora a la patria. Los “enemigos” son relegados a lo que la “Inquisición socialista” estima como despreciable dentro del mundo animal (ratas, gusanos, escuálidos).

El “comunismo”, que, según su etimología, puede ser entendido como manejo de todo por todos, como ejercicio colectivo, como poder del pueblo, es, de facto, según el itinerario y meta de un tal sistema, simple nominalismo, retórica propagandística, cosmética ideológica. Aunque sugiere una forma de organización social igualitaria, participativa, solidaria, fraterna, lo que ha producido y produce es una monstruosa masificación, homogeneización. La persona -sujeto consciente y libre- termina instrumentalizada y oprimida por un Estado absorbente y aplastante. Estado manejado por cúpulas e hiperlíderes, que se autointerpretan como entidades ab-solutas, fuentes de toda verdad y moralidad, ídolos que exigen culto. El Leviatán de Hobbes se queda corto.

El lema Socialismo (Comunismo, Estatismo) o Muerte, expresa la trágica regresión del país a lo que se creía ya superado para este nuevo milenio de humanidad.


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