Reflexión necesaria
Escrito por Ramón Guillermo Aveledo | @aveledounidad   
Miércoles, 25 de Junio de 2025 00:00

altCasi ocho millones de personas han salido de Venezuela buscando protección y una vida mejor.

Lo dice la ACNUR de la ONU.  Nuestro país, históricamente destino de inmigrantes, tierra abierta a quienes buscaban paz, libertad y oportunidades, vive hoy la tendencia exactamente inversa. Hablamos de personas en condición de refugiados o similar o en necesidad de protección internacional, en número que creciente desde 2017, supera a los de Siria, Afganistán, Ucrania, Sudán y Sudán del Sur.  

Un millón trescientos mil de esos compatriotas son solicitantes formales de asilo y trescientos setenta mil reconocidos como refugiados, también según ACNUR. El concepto de refugiado se usa internacionalmente para una persona fuera de su país de origen por temores fundados de persecución y que por eso no puede o no quiere regresar a su país.

Para cualquiera de nosotros, esos datos son sencillamente estremecedores, porque no hay familia venezolana que no esté afectada. Si nos atenemos a las cifras de población del Consejo Nacional Electoral aprobadas por la Asamblea Nacional, seríamos poco más de treinta y tres millones, cifra que supera los veintiocho millones y medio que dice Worldometer. En cualquiera de los casos, la cosa está cerca de la cuarta parte de la población total de Venezuela. ¡Demasiada gente!

Si revisamos quienes se han ido, encontraremos a todas las regiones, todos los sectores sociales, todos los niveles educativos, pero sobre todo jóvenes.

Seguimos con preocupación la situación de los venezolanos en los Estados Unidos, víctimas de medidas injustas por generalizadas, discriminatorias y muy discutibles constitucionalmente allá mismo. Sabemos de manifestaciones de xenofobia en países de la región. La angustia, el dolor e incluso la rabia que esas noticias lógicamente nos generan, pueden apartar nuestra atención del problema principal: ¿Por qué uno de cada cuatro de nosotros se ha ido?

El que esa emigración masiva se produzca en un país sin guerra que tradicionalmente recibió inmigrantes y rara vez despedía a los suyos, tiene que mover a la reflexión profunda, honesta, del liderazgo nacional, sea gubernamental u opositor en lo político, sea económico, social, académico, educacional, porque a todos nos concierne, dado que lo que habrá que hacer para invertir esa realidad que nos va convirtiendo en un país de viejos, cada vez menos productivo y menos optimista, tendremos que hacerlo entre todos, más allá de diferencias.

Se argumentan las sanciones extranjeras generales, las cuales no ayudan a nada, todo lo contrario, pero sabemos que no es realista atribuir a ellas estas magnitudes, principalmente porque el proceso empezó antes y sus causas las exceden con mucho. Y hablando de eso, sin tocar su origen para no discutir ¿Cuánta de la falta de inversión extranjera necesaria se debe a ellas y cuánta a la mala reputación que el país ha adquirido?

Inseguridad, incertidumbre, falta de oportunidades, empobrecimiento, arbitrariedad y creciente decepción que no ve que la política geste claridad en ese cuadro oscuro ¿No son esos los temas?     


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