Irán e Israel: ¿paz duradera?
Escrito por Trino Márquez C. | X: @trinomarquezc   
Jueves, 26 de Junio de 2025 05:32

altEn el recién finalizado conflicto entre Irán, Israel y Estados Unidos  — Donald Trump lo ha llamado pomposamente La guerra de los 12 días, en clara referencia a la Guerra de los 6 días, de 1967—,

los tres países involucrados directamente en la confrontación han reclamado para sí el triunfo total. 

El régimen de los ayatolas celebró la victoria con manifestaciones populares en Teherán y otras ciudades. El Presidente del país dijo que el programa nuclear, con fines civiles y pacíficos, continuará porque ni los bombarderos norteamericanos ni los israelitas lograron acabar con el proyecto adelantado desde hace décadas por la nación persa. Benjamín Netanyahu, con menos apoyo popular, señaló que la victoria de su país había sido fulminante, y que su ejército erradicó la posibilidad de que Irán contase con armas nucleares capaces de destruir a Israel. Trump, como siempre escueto y directo, dijo que el potencial nuclear iraní había sido ‘obliterated’ (anulado) y su capacidad nuclear ‘completamente destruida’.  Como puede apreciarse, la versión iraní contrasta abiertamente con la euforia de los mandatarios de Estados Unidos e Israel.

Desde luego, no se trata de que Alí Jamenei, Benjamín Netanyahu y Donald Trump tengan cada uno la razón, sino que sus afirmaciones son solo parcialmente ciertas. De allí que la comunidad internacional y, al menos, los medios de comunicación estadounidenses más imparciales, hayan tomado con escepticismo el acuerdo de paz entre Israel e Irán. Las razones que yo destaco para esa suspicacia son las siguientes. 

El arreglo no fue resultado de la acción de la diplomacia de esas naciones, con el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU o de algún otro órgano de ese foro mundial, encargado de tutelar el cumplimiento permanente de las cláusulas suscritas. En ningún texto Irán se compromete a abandonar el enriquecimiento del uranio para obtener armas atómicas. Al contrario, luego del cese el fuego, el Gobierno iraní se ha ufanado de contar todavía con cerca de 400 kilogramos de uranio enriquecido, lo cual le permite proseguir su anhelado plan. De acuerdo con la versión iraní, los daños causados por los ataques de Israel y Estados Unidos, con su avión con bombas rompe búnkeres, fue muy parcial. No afectó el corazón del proyecto atómico.

Esa versión ha sido sugerida por un informe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA, por sus siglas en inglés), que ha circulado de forma restringida en Washington, al cual han tenido acceso varios medios de comunicación norteamericanos. El informe de la agencia que depende del Departamento de Defensa, indica que no hay un método fáctico que permita corroborar que el programa nuclear iraní sufrió daños irreversibles. El documento rebajó el impacto político que había alcanzado la incursión de los aviones norteamericanos en territorio iraní.    Lamentablemente, al parecer, por lo que dice la DIA, la capacidad atómica de Irán, aunque disminuida, no sufrió daños irreparables. 

Si hubiese habido una negociación en la cual la diplomacia internacional hubiese tenido un papel más activo, este factor hubiese podido atenuarse con un compromiso mayor por parte de Irán para paralizar el proyecto. Es cierto que podrá decirse que esa nación no cumple los acuerdos. Sin embargo, ahora, luego de los ataques de Estados Unidos e Israel, el Gobierno de Irán cuenta con la excusa perfecta –en nombre de la defensa de su integridad territorial y soberanía nacional- para justificar ante sus ciudadanos y algunos países que lo apoyan, la continuación de su programa nuclear.

Otro objetivo que no se logró es el derrumbe y sustitución del régimen teocrático iraní –factor clave del Eje de la Resistencia- meta que Netanyahu se plateó de forma explícita cuando decidió atacar militarmente a Irán.  Es muy pronto para considerar que el ayatola Jamenei salió fortalecido de este trance. La oposición, golpeada por décadas de persecución implacable y destrucción continua, no se encuentra en condiciones de capitalizar los errores del régimen, la crisis económica –que pareciera estar en el origen del pacto con Israel y Estados Unidos- y el aislamiento internacional al cual han llevado sus gobernantes a Irán. El cambio de sistema solo sería posible por las secuelas dejadas por  una invasión extranjera o por la fractura interna del modelo político, cuyo eje se encuentra en la fusión entre el clero islamista y el Estado. Este constituye el núcleo de una de las pocas teocracias existentes en el planeta. En la mayoría de los países musulmanes, donde la importancia del clero es considerable, existe una cierta separación que permite que el Gobierno seglar opere con relativa autonomía frente a las autoridades eclesiásticas.

Las consecuencias de la permanencia en el poder de los ayatolas en Irán resultan impredecibles. La vocación del modelo iraní es expansionista. Sus líderes han favorecido a grupos terroristas como Hezbolá y Hamás, en el Medio Oriente, y los Hutíes, en Yemen. Con las autoridades iraníes es difícil llegar a acuerdos duraderos. Parecieran creerse herederos de Ciro el Grande, fundador del imperio persa.

La diplomacia, sustituida en esta ocasión por el ucase de Donald Trump, tendrá que retomarse en el futuro cercano para que la paz entre Irán e Israel, es decir en el Medio Oriente, sea perdurable.
   



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