Lo que significa el ALBA para Venezuela |
Escrito por Jamie Morris | @morrisjamie |
Jueves, 18 de Diciembre de 2014 00:52 |
Lo que significa el ALBA para Venezuela
La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América se constituyó el 14 de diciembre de 2004, y se formó como una iniciativa regional antiimperialista del expresidente Hugo Chávez, en contraposición del ALCA y la influencia de Estados Unidos en el continente, ofreciendo un nuevo modelo económico y social de izquierda para la región.
De forma no tan simple, esta organización tenía un sentido de ser como estrategia de política exterior, que encuentra sus raíces tanto en el Plan de Desarrollo Económico y Social 2001-2007, y el Primer Plan Socialista Simón Bolívar de 2007-2013, en los cuales se abogaba por la integración energética regional, para que Venezuela se apreciara como potencia energética con influencia mundial; por el uso del Petróleo como arma de defensa; por la Integración latinoamericana y caribeña; por la consolidación de nuevos bloques de poder que dieran quiebre a la hegemonía existente y por afianzar valores políticos compartidos entre países.
Asimismo, la idea de esta organización encontró cabida en el sistema internacional regional y doméstico. En el contexto internacional regional, para los años de creación del ALBA, imperaba una percepción de no atención de Estados Unidos al continente, un alejamiento debido al involucramiento en Irak de la administración de George W. Bush y por su lucha contra el terrorismo, al cual Chávez aprovechando estas oportunidades del sistema, respondió con la conformación de su propio “eje del bien”, que respondería a las demandas del nuevo siglo.
Es así como Chávez intentó ser “la ola del futuro”, donde los demás países se plegarían por la expectativa de los frutos de la cooperación y los beneficios económicos otorgados al ser aliados. De igual manera, por el apoyo que brindaría al ser un protector solidario y fiel, que los “comprendía” y se “comprometería” a no abandonarlos.
Su operación se basó en dos instrumentos de penetración y unificación: el petróleo y la ideología. Creando casi en simultáneo y no por casualidad, el ALBA y PETROCARIBE, siendo los países más activos a medida que se sumaban, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, y los países del caribe, como Dominica, San Vicente, las Granadinas y Haití.
No obstante, para Venezuela, la existencia del ALBA, obedecía a dos niveles de análisis, pues buscaba consolidación regional y nacional, ya que la verborrea antiimperialista era un modo más de movilización y cohesión de la población en el país, para afianzar el sistema de gobierno y su élite, que había estado en agitación tras los sucesos de abril de 2002 y del revocatorio presidencial de 2004.
El Alba entonces se traduce como una plataforma para el revisionismo, un puente entre un dador y sus beneficiarios, de los que se espera retribución, más no una integración. Sus miembros para Venezuela, son fichas de manipulación en controversias políticas de carácter doméstico y regional, que ha resultado con éxitos en algunos escenarios, por ejemplo en la OEA.
En esta instancia, Venezuela ha usado al ALBA para socavar las reformas y las funciones de sus organismos, como en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos; para entorpecer el desarrollo de sus reuniones y audiencias cuando el asunto les compete; para retrasar acuerdos y declaraciones de contenido social en el marco de la institución y en contraposición a los Estados Unidos de América.
Entonces, el ALBA ha sido una forma más de exportación de la revolución y de la doctrina del socialismo del siglo XXI, y una “piedra en el zapato” en los intereses y planteamientos estadounidenses en el marco de organizaciones internacionales regionales, que impide se consoliden sus objetivos políticos.
Sin embargo, se debe recordar que en el desarrollo de la política exterior y la diplomacia, la prudencia es la máxima, y que siempre es posible la alianza entre rivales, sobre todo al existir interdependencia económica. Por eso, la intransigencia en crear enemigos y rivales eternos, como es el caso con Estados Unidos, termina siendo una estrategia contraproducente en nuestro interés nacional y el posicionamiento del país en el orden mundial que se desarrolla en el nuevo siglo.
Finalmente, estos diez años del ALBA han sido conmemorados como un éxito, pero la realidad es que se ha convertido en un intento inapropiado e ineficiente de conformar un nuevo equilibrio de poder regional, que se ha traducido en más costos que beneficios para el país.
El ALBA no se ha constituido como la principal organización regional, ni Venezuela ha sido su principal cara, más bien se ve opacada por su anacrónica retórica y las desfavorables condiciones económicas y políticas de sus países miembros, perdiendo vigencia ante nuevos escenarios en el continente, como la Alianza Pacífico.
El querer ser el nuevo hegemón en la región mediante la conformación de nuevas coaliciones regionales, fue solo una quimera de la revolución socialista, que olvidó que la mejor carta de presentación de un país, a parte de una atractiva ideología, son sus favorables condiciones internas, el mejor estado de su economía, su desarrollo tecnológico, social, académico y su estabilidad política. Ahí radica el verdadero poder y la fuerza para obtener la emulación y pliegue de los demás países que son necesarios para alcanzar nuestros objetivos.
Jamie J. Morris de De Luca.
@morrisjamie
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Atentamente,
Jamie J. Morris de De Luca
@morrisjamie
del expresidente Hugo Chávez, en contraposición del ALCA y la influencia de Estados Unidos en el continente, ofreciendo un nuevo modelo económico y social de izquierda para la región. De forma no tan simple, esta organización tenía un sentido de ser como estrategia de política exterior, que encuentra sus raíces tanto en el Plan de Desarrollo Económico y Social 2001-2007, y el Primer Plan Socialista Simón Bolívar de 2007-2013, en los cuales se abogaba por la integración energética regional, para que Venezuela se apreciara como potencia energética con influencia mundial; por el uso del Petróleo como arma de defensa; por la Integración latinoamericana y caribeña; por la consolidación de nuevos bloques de poder que dieran quiebre a la hegemonía existente y por afianzar valores políticos compartidos entre países. Asimismo, la idea de esta organización encontró cabida en el sistema internacional regional y doméstico. En el contexto internacional regional, para los años de creación del ALBA, imperaba una percepción de no atención de Estados Unidos al continente, un alejamiento debido al involucramiento en Irak de la administración de George W. Bush y por su lucha contra el terrorismo, al cual Chávez aprovechando estas oportunidades del sistema, respondió con la conformación de su propio “eje del bien”, que respondería a las demandas del nuevo siglo. Es así como Chávez intentó ser “la ola del futuro”, donde los demás países se plegarían por la expectativa de los frutos de la cooperación y los beneficios económicos otorgados al ser aliados. De igual manera, por el apoyo que brindaría al ser un protector solidario y fiel, que los “comprendía” y se “comprometería” a no abandonarlos. Su operación se basó en dos instrumentos de penetración y unificación: el petróleo y la ideología. Creando casi en simultáneo y no por casualidad, el ALBA y PETROCARIBE, siendo los países más activos a medida que se sumaban, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, y los países del caribe, como Dominica, San Vicente, las Granadinas y Haití. No obstante, para Venezuela, la existencia del ALBA, obedecía a dos niveles de análisis, pues buscaba consolidación regional y nacional, ya que la verborrea antiimperialista era un modo más de movilización y cohesión de la población en el país, para afianzar el sistema de gobierno y su élite, que había estado en agitación tras los sucesos de abril de 2002 y del revocatorio presidencial de 2004. El Alba entonces se traduce como una plataforma para el revisionismo, un puente entre un dador y sus beneficiarios, de los que se espera retribución, más no una integración. Sus miembros para Venezuela, son fichas de manipulación en controversias políticas de carácter doméstico y regional, que ha resultado con éxitos en algunos escenarios, por ejemplo en la OEA. En esta instancia, Venezuela ha usado al ALBA para socavar las reformas y las funciones de sus organismos, como en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos; para entorpecer el desarrollo de sus reuniones y audiencias cuando el asunto les compete; para retrasar acuerdos y declaraciones de contenido social en el marco de la institución y en contraposición a los Estados Unidos de América. Entonces, el ALBA ha sido una forma más de exportación de la revolución y de la doctrina del socialismo del siglo XXI, y una “piedra en el zapato” en los intereses y planteamientos estadounidenses en el marco de organizaciones internacionales regionales, que impide se consoliden sus objetivos políticos. Sin embargo, se debe recordar que en el desarrollo de la política exterior y la diplomacia, la prudencia es la máxima, y que siempre es posible la alianza entre rivales, sobre todo al existir interdependencia económica. Por eso, la intransigencia en crear enemigos y rivales eternos, como es el caso con Estados Unidos, termina siendo una estrategia contraproducente en nuestro interés nacional y el posicionamiento del país en el orden mundial que se desarrolla en el nuevo siglo. Finalmente, estos diez años del ALBA han sido conmemorados como un éxito, pero la realidad es que se ha convertido en un intento inapropiado e ineficiente de conformar un nuevo equilibrio de poder regional, que se ha traducido en más costos que beneficios para el país. El ALBA no se ha constituido como la principal organización regional, ni Venezuela ha sido su principal cara, más bien se ve opacada por su anacrónica retórica y las desfavorables condiciones económicas y políticas de sus países miembros, perdiendo vigencia ante nuevos escenarios en el continente, como la Alianza Pacífico. El querer ser el nuevo hegemón en la región mediante la conformación de nuevas coaliciones regionales, fue solo una quimera de la revolución socialista, que olvidó que la mejor carta de presentación de un país, a parte de una atractiva ideología, son sus favorables condiciones internas, el mejor estado de su economía, su desarrollo tecnológico, social, académico y su estabilidad política. Ahí radica el verdadero poder y la fuerza para obtener la emulación y pliegue de los demás países que son necesarios para alcanzar nuestros objetivos. @morrisjamie |
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