La angustia es tan grande en el país, que hasta desconfiamos en ocasiones de los buenos días. Incluso, si nos tratan amablemente,  la pregunta que nos hacemos   es, ¿qué será lo que quiere esta persona?  A ese punto hemos llegado. Muchas veces no saludamos o desviamos la mirada para no comprometernos. Hablamos lo mínimo necesario con el vecino o transeúnte. La soledad acompaña al ciudadano. La noche es oscura y el día también. El miedo por todo se ha ido apoderando del escenario nacional. Las calles son tenebrosas y el gobierno lo es en demasía. Nada de lo que hacen se percibe sincero. Siempre existe el secretismo, la argucia u otra vuelta del asunto.  La ruleta de la muerte está suelta. La patria es insegura, los hechos así lo demuestran.

El cruel acontecimiento ocurrido recientemente hizo que la  casta socialista gubernamental, ante el impacto y movilización de la sociedad, saliera con urgencia a repetir: “los vamos a conseguir y caerá sobre los responsables todo el peso de la ley”. Tomaron en cadena los medios de comunicación para expresar su preocupación. Hubo cambios en la estructura directiva policial nacional, enroque de los miembros del gabinete y ratificación del ministro de justicia. Definitivamente hay  una ausencia absoluta de reflexión sobre la tragedia que arropa al país. Son miles de asesinatos anuales. Vivimos en una sociedad en luto permanente.

Los diagnósticos sobre el tema hechos por el Estado, no llegan al fondo del asunto, ni abordan el problema en toda su dimensión. Por otro lado, en el poder central, tampoco escuchan las sugerencias de otras voces expertas en el área.

¿Cuánto sufrimiento ha habido en todos estos años? Ahora hablan de diálogo. Otro enredo eventual para repartir culpas. En unos días la situación será otra, dispararan a mansalva diciendo que los invitados no quieren concertar. Eso es historia conocida y desgastada como argumento.

Es inexplicable como el máximo representante del sistema, instalado en su sillón habló del  dolor por los asesinatos acaecidos, pero inmediatamente, esa misma tarde celebraba con risas y espectáculos, los logros obtenidos por la dictadura del país extranjero al cual ha entregado nuestra tierra. ¿Cómo entender ese cambio emocional?  Le preguntamos al  presidente o ministros, ¿por cuál razón estaban tan alegres? ¿Existen realmente motivos para ello? ¿Quién devuelve las vidas arrebatadas por la violencia? ¿Quién se los trae a sus familiares para que compartan de nuevo?