Una carcaza del art-decó (1/2)
Escrito por Siul Nagarrab   
Domingo, 26 de Mayo de 2019 00:00

altComentado en otras ocasiones, pertenecemos a una generación que creció en la Venezuela de los esplendores del cinetismo.

Quizá por ello, nuestra natural  inclinación hacia la arquitectura del llamado art-decó.

De las muestras que quedan en Caracas, cultivamos nuestra admiración por dos piezas o, en realidad, carcazas: el edificio Kerem de la avenida Urdaneta y el pabellón de lo que fue el Hipódromo de El Paraíso. De sencillo juego geométrico,  de ambos inmuebles queda el testimonio facial del arte decorativo, pues, en sus extrañas, precariamente, sobreviven los resquicios de lugares que ahora nadie sospecha la extraordinaria cotización que tuvieron como exquisitos referentes de la ciudad que estuvo a las puertas y, después, atravesó el umbral de su definitiva transformación modernizadora.

Superando la inmensa popularidad con la que contaron las galleras y sus apostadores, la actividad hípica de la gran aldea hizo mudanza hacia 1908 de Sabana Grande a El Paraíso. Teniendo por fuente a Caracas en Retrospectiva, espacio por excelencia de la nueva crónica, la digital, como firma comercial, el Jockey Club de Venezuela, con la participación de altos personeros del gobierno de entonces, decidió el traslado y contó con la presencia misma de Juan Vicente Gómez, por entonces, vicepresidente de la República.

El campo de carreras – denominación antes frecuente -  ostentó su lujoso pabellón, a partir de 1933, gracias al diseño de Carlos Raúl Villanueva y André Potel, en la exclusiva urbanización caraqueña; e, incluso, ni Inés Quintero, en su discurso del 5 de julio de 2016, en la Asamblea Nacional, que el lugar había cobrado importancia para los desfiles militares de rigor. Además, apenas queda, como suerte de lápida tozuda, la que ha soportado la intemperie y los movimientos sísmicos, una pieza que alguna  vez anunció luminosamente las promesas cumplidas de un bar de altísima distinción, antes que llegasen las paredes que dieron paso al Liceo de Aplicación, ya inaugurado el Hipódromo de La Rinconada en los cincuenta.

El distinguido pabellón tuvo por vecina a La India, una escultura removida décadas más adelante, con una modesta plaza, y, faltando poco, la sede del Instinto Pedagógico de Caracas al frente. Bastará con cerrar los ojos brevemente y admirarse por un tramo de la avenida Páez y su constelación de casas, escoltado por los frondosos árboles el pabellón de líneas y relieves que, hoy, sólo deja la sombra de un esplendor insospechado.


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