Inutilidad del despotismo
Escrito por Alexis Márquez Rodríguez (QEPD)   
Viernes, 13 de Mayo de 2011 08:09

altA raíz de la muerte de Francisco Franco, en 1975, después de cuarenta años de férrea dictadura, la sesión de instalación de las nuevas Cortes, recién electas, fue presidida por Dolores Ibarruri, la célebre dirigente del Partido Comunista español conocida como La Pasionaria. Le tocó a ella presidirla en razón de ser la diputada de mayor edad. El hecho, hasta cierto punto intrascendente, muestra, sin embargo, lo inútil de los cuarenta años de dictadura, instaurada al cabo de tres años de una cruenta guerra civil, librada por los llamados "nacionalistas" con el deliberado propósito de destruir el comunismo en España, supuestamente apoderado del gobierno republicano.

No es el único caso en la historia en que los hechos demuestran la inutilidad de los regímenes despóticos, que a lo sumo logran implantar sus designios y pareceres por el tiempo, largo o corto, que duran en el poder, pero que una vez derrocados o fallecidos quienes los ejercen, rápidamente desaparecen y son reemplazados por aquellos a los que se propusieron destruir.

Venezuela no ha sido la excepción. ¿De qué valieron los 37 años de dictadura de Cipriano Castro (1899­1908) y Juan Vicente Gómez (1908­1935), si al cabo de ellos renació la democracia, y se fue perfeccionando al paso del tiempo? Lo mismo habría que decir de la dictadura de Pérez Jiménez, de la cual, una vez derrocada, salió de nuevo la democracia, con los defectos y las fallas de siempre, pero vigorosa y pujante.

Hoy la inutilidad de los regímenes despóticos puede ilustrarse en nuestro país sin ir al pasado. Nada más evidente que la inutilidad del despótico régimen chavista ­si es que no se le quiere llamar dictadura­, del cual sabemos, sin equivocación posible, que terminará en el más rotundo fracaso, que ya se percibe en los más diversos aspectos, prácticamente en todo, como lo muestran los medios de comunicación, en particular las protestas de todos los días por la ineficiencia de los organismos gubernamentales en materias tan vitales como la vivienda, la energía eléctrica, el suministro de agua, los desastres del transporte, la galopante carestía de la vida, la inseguridad reinante en todas partes...

Lo sorprendente es que haya todavía quienes no ven la realidad. No me refiero, por supuesto, a los oportunistas, ni a los sectores más humildes que aún tienen ilusiones, aunque cada vez menos, en la llamada "revolución bolivariana", sino a gente ilustrada, que de buena fe sigue apoyando el sedicente "proceso", y para quienes el fracaso de este no puede pasar inadvertido.


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