El silencio no paga
Escrito por Freddy Núñez   
Miércoles, 09 de Marzo de 2011 07:45

altUn régimen totalitario concentra todos los poderes públicos hasta hacer del Estado y el gobierno una misma cosa. Su estrategia para eternizarse en el poder pasa por desarrollar una política orientada a sembrar el miedo en los ciudadanos.

Estos deben sentir que su opinión, su ubicación política, su actividad económica e incluso su silencio, puede acarrearles hostigamiento, confiscación de sus bienes, prisión, e incluso la muerte.

Los tiempos que corren, la globalización con todos sus matices, hacen difícil la reproducción cabal del viejo modelo político asociado al imperialismo soviético.

Apenas sobrevive Cuba, martirizada, en ruinas, en medio de un proceso de cambios desesperantemente lentos, que ojalá le permitan salir de ese oprobio histórico que es el comunismo.

Queda también esa pústula asquerosa encarnada en el desquiciado Kim Il Jong, quien heredó de su padre el poder de someter a permanentes hambrunas a su pueblo, bajo un régimen de terror incompatible con la vida moderna. La otra cara de la misma moneda está representada por el oscurantismo religioso, donde verdaderos monstruos como Gadaffi, conculcan todo tipo de derechos y se erigen en administradores de fanatismo y terrorismo.

La pandilla que asaltó el poder en Venezuela es absolutamente refractaria a las experiencias históricas, el régimen continúa intentando todo tipo de triquiñuelas, violando la Constitución, inventando mecanismos para asfixiar a los ciudadanos y enterrar sus derechos. Frente a esto, algunos empresarios han optado por aliarse al gobierno, otros ­los menos- por enfrentarlo sin cortapisas y otros se autocensuran (caso de muchos medios de comunicación) tratando de pasar desapercibidos, de hacerse invisibles. Algunos se inhiben de hacer publicidad a sus empresas y productos en aquellos medios que luchan frontalmente por la defensa de la democracia, todo en la equivocada creencia de que así no serán molestados. No han entendido la fisiología del régimen.

El fin último de este modelo es el control total de todo.

Poner a los ciudadanos de rodillas, hasta hacer que su existencia dependa del Estado represor. Todas las dictaduras (sobre todo las que dicen ser de izquierda) hablan de justicia, del amor por los pobres, se llaman a sí mismos "los buenos" que luchan contra los malvados defensores del imperio y otras zarandajas del mismo tenor, pero la historia demuestra que, en definitiva, se trata de canallas que usufructúan el poder para su propio beneficio. Es en nombre del bien común, como terminan confiscando la vida de la gente. Frente a esta realidad caben dos opciones, o se doblegan los ciudadanos, callan creyendo que no les llegará su turno (y les llega irremisiblemente) o luchan por la defensa de sus derechos. Los sucesos de África y Medio Oriente, nos indican que vivimos una época de excepción. Los tiranos están de salida. Perduran mientras se guarda silencio ante sus crímenes y atropellos. Valga una cita de Sandor Marai en su obra ¡Tierra, Tierra!, "un régimen que prohibía no sólo hablar y escribir libremente, sino también callar libremente". Hay que luchar contra el miedo, entender que el silencio no paga.


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