La democracia al paredón
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Martes, 02 de Noviembre de 2010 05:55

altHugo Chávez navega a toda vela, aunque en mar tempestuoso, hacia la realización de su locura y la que sus orates consideran el único futuro aceptable: llevarnos a la isla de la felicidad cubana. Se le acabó el botín petrolero, que ya no le alcanza para mantenerse en el Poder más allá de lo estipulado constitucionalmente. Y la mayoría le volteó la espalda. Pero decidido a entronizar su tiranía recurre a su única verdad: caerle a saco a la propiedad privada y llevar a cabo el asedio al pueblo venezolano mediante el cerco de las privaciones: hambre y desamparo, carencias y descampado. Racionamiento, hacinamiento, desempleo y represión. Es la única propuesta que le va quedando.

Empujada por ese proyecto de demolición nacional, la democracia está siendo arrastrada ahora mismo al paredón, ante el estupor de la ciudadanía y el desconcierto de la dirigencia opositora. Y seguramente ante la sorpresa de aquellos sectores que creyeron en sus propósitos iniciales – adecentar nuestra democracia – y ahora se topan de frente con un déspota que no tiene otro objetivo que aherrojar a Venezuela en el abismo de la tiranía. La rebelión de Falcón y la revuelta del PPT esconden problemas internos muchísimo más graves. Hugo Chávez tiró la máscara y muestra su más feo rostro: hacer uso del paredón sin importarle la sangre derramada, la ruindad de la república y las consecuencias para las futuras generaciones. Ni siquiera, por ahora, su propio final. Que podría estar mucho más cerca de lo que imagina.

Pues está literalmente loco. Como lo comprendió súbitamente Rafael Caldera a horas de entregarle el mando cuando se le  arrodillara ante testigos pidiéndole la bendición. Como lo recuerdan sus padres y compañeros de juego, que  no lo aguantaban por loco.  Como lo saben todos sus compañeros de academia, que sin ningún atisbo de sorna lo llamaban “el loco Chávez”. Es tan esquizoide y paranoico como lo fuera Hitler, como lo es Castro, como lo fuera Stalin. Como lo son todos esos personajes siniestros – Sadam Hussein, Idi Amin Dada, Mugabe, Ajmadinejad, Lukaschenko - dispuestos a desatar el holocausto para dominar a los hombres y a las naciones. El que él lo sea de manera analfabeta, improvisada y mediocre no quita su intrínseca maldad y el gigantesco peligro que representa para los venezolanos, para los latinoamericanos e incluso, aliado con los peores de su especie, para el mundo.

En un momento de máxima lucidez, el gran publicista y escritor alemán Sebastian Haffner dijo que a Hitler había que tratarlo como a un perro. Chávez hace los más denodados esfuerzos para que los demócratas venezolanos caigamos en la misma tentación. Pero una cosa está clara: si no se le enfrenta con todas las armas de la razón, si no se le detiene con la voluntad vital de nuestra propia sobrevivencia y la decisión de llevarlo hasta las últimas consecuencias de la derrota, se saldrá con la suya. Pasando por sobre las circunstancias, que lo tienen condenado, acorralado y convertido en un paria ante su pueblo y ante la comunidad internacional.

Apropiarse ilegalmente, como lo está haciendo, de la agroindustria venezolana no persigue otro propósito que asediarnos por el hambre. Como lo lleva haciendo Fidel Castro desde hace medio siglo con los cubanos. Liquidar la industria de la construcción, como pretende hacerlo apropiándose del cemento y del hierro, no tiene otro propósito que cerrar todas las vías de acceso a la prosperidad de los modestos compradores de vivienda que quieren poseer su propio techo. No quiere ver a los venezolanos prósperos y orgullosos de ser propietarios de sus propias viviendas. Los quiere ver hacinados en conventillos, hambrientos y en harapos como lo llevan haciendo los cubanos desde hace 50 años.

Si no lo detenemos a tiempo – ahora mismo y cuanto antes – la tragedia será inmensamente más grave de lo que ya lo es. Cuando vea que no resuelve el problema de la vivienda propiciando la invasión ilegal de los edificios en construcción, propiciará la invasión de cualquier vivienda. Desatará a sus mastines y mostrará el talante que ya en 1937 llevaba a Haffner a pedir que se tratara al dictador austríaco como a un perro. Intentará llevar la división de los venezolanos hasta sus últimas consecuencias. Si necesario fuera: hasta la guerra civil. No lo permitamos.

Es la hora de reaccionar. Está muy bien luchar electoralmente. Aún mejor  unirse para terminar por vencerlo. Pero si alguien cree que Chávez aceptará sus derrotas, respetará los lapsos y se someterá a la ley para ser derrotado en grande en el 2012, está muy equivocado. Antes desatará el holocausto. Ya le dio inicio. Debemos impedírselo.


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