De una bandera en el balcón
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 07 de Febrero de 2022 00:00

altVísperas del Día de la Juventud, nos percatamos que las consabidas tesis generacionales

no explican suficientemente lo acontecido en el presente siglo, como quizá y muy quizá explicaron los anteriores. Un nuevo aniversario de la Batalla de La Victoria que contó con el importante refuerzo del estudiantado de 1814, dato fundamental para el constituyente de 1947 que la acordó como fecha de Estado, nos impone de una actual y dramática circunstancia: es más fácil izar en un inmueble urbano la bandera nacional que hacerlo en nuestro extenso territorio subastado entre las más variadas fuerzas irregulares y  foráneas.

Concuerdan los especialistas en que la juventud no es una categoría social homogénea, por lo que son diferentes los enfoques para abordarla (demográfico, histórico, sociológico, biogenético, psicológico, sistémico, etc.). Por lo pronto, con Víctor Alba, entendemos como juventud lo que la sociedad entiende por tal y, concretamente, por juventud política la que decididamente milita y participa en los partidos, a los efectos de la presente nota, ya que comprende también la que activa en la sociedad civil organizada.

Después de lo acaecido en las carnestolendas de 1928 en la única universidad de Caracas, por cierto, una de las tres existentes en todo el país hasta 1958, el sector juvenil afianzó sus organizaciones gremiales pasando del estudiantado a otras fórmulas asociativas en el terreno social y que políticamente fueron asimiladas por los partidos,  fundamentalmente, a partir de las postrimerías de los ´40 del ´XX.  Surgen las llamadas Juventud Comunista de Venezuela (JCV) y Juventud Revolucionaria Copeyana (JRC), como expresiones institucionales de los partidos de adscripción, fortalecidas más adelante, con la caída la dictadura de Pérez Jiménez, las de Acción Democrática que dio origen al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, un poco más la de Unión República Democrática (Vanguardia Juvenil Urredista) y un poco menos las liberales del Frente Nacional Democrático, impetuosas las del Movimiento Al Socialismo y el MIR, pasando por numerosas fórmulas pasajeras que desmayaron definitivamente al arrancar la presente centuria. 

Brevemente, a nuestro juicio, enunciamos algunas de las tendencias históricas más marcadas de las juventudes políticas que se atrevieron a hacerse tales: apuntalaron ideológicamente a sus partidos, peso político específico siendo realmente representativos del vigoroso mundo estudiantil, desplegaron el activismo más riesgoso de la organización, fueron las instancias que menor costo económico le infringían a los partidos,  testimoniaron un compromiso existencial con el ideario que predicaron. Nos permitimos agregar otro rasgo, el disciplinario, pues, a pesar de su evidente influencia, no eran entidades tan absurdamente independientes de la dirección política adulta de la entidad afiliada. 

Ahora, sólo las juventudes políticas cuentan con una nominal manifestación, comenzando por la partidaria de un oficialismo que la tiene como un departamento clientelar, frente a una posición que ha desfigurado el rol político de los jóvenes, con las muy contadas excepciones. Afectadas por los vicios del régimen, no parece suficiente hablar de postmodernidad, videopolítica o cambios en la concepción de la juventud misma: una discusión que sigue pendiente.

Fotografía: LB (Caracas, 10/12/2021). 

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