Enero 23: una cuestión de “hegemonía” |
Escrito por José Rafael Herrera | @jrherreraucv |
Domingo, 23 de Enero de 2022 00:00 |
Hace unos cuantos años, en un encuentro de “negociaciones” sostenido en Miraflores, algún vocero principal de uno de los partidos de la llamada “unidad”, perteneciente a la autodenominada “oposición” venezolana, al pronunciarse en cadena nacional, declaraba su firme rechazo al concepto gramsciano de Hegemonía, porque, en su opinión, dicho concepto implicaba una forma de dominación del todo contraria a la democracia, típicamente stalinista e incompatible con los ideales propios de la libertad occidental. Para él, el concepto de Hegemonía en Gramsci está penetrado por un fuerte tufo a dictadura, a régimen tiránico, totalitarista. El político en cuestión, se podría decir que instintivamente, asumía la expresión en su origen inglés -hegemon-, haciendo de ella una referencia exclusiva, “universal”, característica de todo aquel que ejerce su dominio sobre los demás. Su representación de la hegemonía es, en síntesis, definitoria de la del Capo que domina al resto de los individuos y se reserva para sí el control absoluto del poder. Es muy probable que los miembros de la dirigencia de la Junta Patriótica que organizó y ejecutó exitosamente la rebelión civico-militar contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez no conocieran los Quaderni del carcere de Antonio Gramsci, y ni siquiera sus Lettere. Es más, resulta difícil pensar que alguno de ellos supiera en aquel momento quién era el filósofo y dirigente político italiano. De hecho, a pesar de haber fallecido en 1937, su obra fue comenzada a publicar en la segunda mitad de los años cincuenta del siglo XX por su viejo camarada Palmiro Togliatti, y sólo fue a finales de los años setenta y principios de los ochenta que se publicó la edición crítica de los Quaderni, al cuidado de Valentino Gerratana. Además, por aquellos años de subversión contra la dictadura perejimenista, concentrados como estaban sus dirigentes en las labores de organización táctica, en la búsqueda de un consenso cada vez más orgánico que tradujese en éxito definitivo la lucha por la conquista de la democracia, difícilmente quedaba tiempo para las disquisiciones eruditas y las referencias hermenéuticas o bibliográficas sobre la obra de un dirigente comunista que había representado una amenaza real para el régimen fascista y, además, una auténtica incomodidad para la ortodoxia soviética. Y sin embargo, la labor de la Junta Patriótica -quizá sin tener clara conciencia de ello- fue, justamente, una labor gramsciana. Porque, in der Praktischen, se puso en funcionamiento la estrategia de generar el consenso de la voluntad general de la sociedad civil venezolana, oponiéndola a la vieja sociedad política, en manos de la estructura militarista fundada por los caudillos durante la era post-independentista. De suerte que el viejo concepto de sociedad se fue resquebrajando aceleradamente, al punto de que las nuevas generaciones de profesionales de las fuerzas armadas ya no podían respirar dentro de sus enmohecidas casamatas. Eso es lo que significa para Gramsci Hegemonía: un nuevo consenso por parte de la sociedad civil, sustentado en una nueva educación integral, con nuevos valores e ideas, capaces de presionar con tanta fuerza que las positivizadas, escleróticas -y, por ende, enquilosadas- fuerzas del aparato coercitivo terminan por estallar, para dar paso a un Ordine Nuovo, a una nuevo 'bloque histórico', en el que la sociedad política se reinventa para adecuarse plenamente a las aspiraciones de la pujante sociedad civil, transformándola en su más fiel reflejo. Que los partidos políticos venezolanos -especialmente aquellos que confunden los términos “oposición” y “distinción”- sigan presuponiendo que la sociedad civil es ajena a las organizaciones políticas, es decir, que ellos no son parte de ella; que no sepan diferenciar entre Estado y sociedad política; que confundan la idea de consenso con la de alianza o, peor aún, con la de acuerdo o negociación; que identifiquen Hegemonía con dictadura; que, en fin, lejos de representar la búsqueda de un gran consenso nacional -una gran red, entramado con la fuerza de hilos morales e intelectuales- sigan ejerciendo la función política como marketinh, como si un partido político fuese una franquicia comercial o una oficina de colocación de empleos, todo eso, hace la enorme diferencia cualitativa entre el éxito obtenido el 23 de Enero y el rotundo fracaso de la menesterosa política actual de la “oposición” venezolana.
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