El pasado 22 de febrero se cumplieron 110 años del nacimiento de Rómulo Betancourt.

Es con varios días de retraso que escribo este artículo recordatorio de su cumpleaños.

En el discurso que pronuncié en la Sesión Solemne del Congreso de la República con motivo del primer aniversario de la muerte del gran líder, hablé de hechos y episodios esenciales de su tránsito biográfico. Dije que la generación del 28, de la cual él formaba parte, entra a la historia cuando Venezuela se oscurecía con los silencios blindados de la dictadura de Gómez. La patria irrumpió entonces en la voz de los muchachos de la Universidad y su Semana del Estudiante que, recurriendo a la oratoria y la poesía, en parábolas fáciles de entender, reclamaban libertad. Después, la cárcel y el exilio.

Fuera del país, en Barranquilla, Rómulo escribe en 1931 el Plan conocido con el nombre de la ciudad colombiana, en el que hace un análisis de la realidad venezolana de la época, propone un programa de lo que hay que hacer cuando desaparezca la dictadura, y consigna el compromiso de la creación del “partido político que se organizará dentro del país sobre sus bases”.  Fue como la profecía de Acción Democrática. Cuando salió de ejercer el poder, Rómulo dijo en 1964 que la historia,  más que por haber sido dos veces Presidente, lo recordaría por haber fundado un partido de la importancia de Acción Democrática.

Rómulo, con la Revolución del 18 de octubre de 1945, abrió las puertas de la democracia y la modernización de Venezuela. Cito sólo dos hechos fundamentales que soportan esa afirmación. Primero, el establecimiento del sufragio universal, directo y secreto para que se expresara entera la soberanía popular. Segundo, una política petrolera que acabó con la danza de las concesiones y elevó sustancialmente la participación del país en los beneficios de nuestra principal industria, lo que permitió que en solo tres años, de 1945 a 1948, los ingresos fiscales causados por los hidrocarburos se elevaran de 353,5 millones de bolívares a 1.158 millones de bolívares. Era como el preámbulo de la futura nacionalización.

No tengo espacio  para contar otros saltos históricos. Sólo diré que Ramón J. Velásquez ha escrito que Rómulo “es el político venezolano cuya obra ha tenido mayor proyección histórica en nuestro siglo XX”, y que Rafael Caldera, en 1988, lo señaló como “el venezolano de mayor importancia política en los últimos cincuenta años”.

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