‘Eres un hijo de puta’
Escrito por Andrés Moreno Arreche   
Viernes, 02 de Diciembre de 2011 19:04

altEsa expresión: “Eres un hijo de puta” bastaron para que yo me liara a puñetazos con mi vecino de la infancia, Jimmy Dávila, allá en la lejanísima distancia de mis once años, sobre las asperosidades de la acera de la Jefferson Street, aquel inolvidable y primaveral viernes de junio cuando regresábamos de clases. Apenas habíamos bajado del autobús escolar y la imprecación cayó sobre los cuidados jardines de la bucólica Bethesda, con la sórdida fetidez de una deposición canina en los siempre verdes engramados de aquel suburbio de clase media en el que viví hasta entrar al servicio militar. De inmediato, un corrillo de amiguetes nos proveyó del necesario marco de referencia física, hasta que mi madre y la señora Sarita, la madre de mi ofensor, nos separaron.

No existía para mí una ofensa más terrible que aquella. El honor de la familia y la honra personal estaban en juego si no se reaccionaba ante tal injuria con otra equivalente, que yo entonces desconocía, o con la agresión física para lavar con sangre el manto de pecado de aquellas palabras. Pero Jimmy era, además de bocón, más grande y fuerte que yo, de manera que solo pude acertarle un par de manotazos, mientras que él me asestó un par de puños que aún siento, 50 años después, como si los recibiera hace cinco minutos. Y así, con mi propia sangre y un extenso morado sobre mi ojo izquierdo, quedó ‘lavado’ mi honor personal y la honra de mi madre ante la estridente chiquillería de aquel suburbio en las afueras de Washington.

Desde entonces esa expresión se convirtió en la espoleta semánticas que detona lo más irascible de mi carácter, pero en esta rocambolesca e inefable robolución rojita, de valores bizarros y con una boyante anticultura de la ofensa, me entero que tales expresiones no son difamantes ni una ofensa injuriosa, sino la más libérrima opinión de alguien. Así lo determinó Dinora Yosmar González, juez del Tribunal 15ª de Juicio de Caracas, quien exoneró de responsabilidad penal a Mario Silva, conductor del programa La Hojilla que transmite Venezolana de Televisión, por los delitos de difamación e injuria agravadas por haber llamado “Hijo de puta” a Miguel Henrique Otero, presidente editor de El Nacional.  Sostuvo la Dra. González en su sentencia que... “Llamar "hijo de puta" a una persona no es injuria sino que corresponde a la libertad de expresión”.

Imagino que la Dra. González, en las profundas cavilaciones que antecedieron a su sentencia, se paseó por las más evidentes implicaciones de la frase. Sospecho que la Dra. González evocó aquella expresión según la cual, toda buena Ama de Casa es madre, cocinera y puta, con los hijos, en la mesa y con su marido, respectivamente, por lo que mal podría considerarse una ofensa que alguien llamara a otro Hijo de puta, pues antes que ofenderle estaría alabando una de las tres condiciones esenciales para considerar a su madre una perfecta Ama de Casa y que me perdone doña Agustina Martínez, si me lee.

Pero intuyo que la noche previa a la sentencia, la Dra. González desarrolló un silogismo más o menos en los siguientes términos: Premisa inicial: Todas las putas son mujeres. Premisa complementaria: Todas las mujeres pueden tener hijos. Inferencia deductiva: Ser el hijo de una puta no es ofensa sino una consecuencia biológica y hasta laboral, que resulta inevitable para el hijo y también para quien le señale tal origen. Por ende, decirle a alguien Eres un hijo de puta no resulta en injuria sino en impresión subjetiva del señalante, y por gracia de tan candoroso razonamiento silogístico, lo que antes fuera una horrible ofensa se transforma, por el sortilegio leguleyo de estos tiempos, en una escueta conjetura cuando en verdad la madre ha ejercido el oficio más antiguo de la humanidad, o –como en este caso- una opinión del que la expresa, amparado por el constitucionalísimo derecho a emitir dictamen, cierto o falso, sobre las actividades corpóreas y mercantilistas de la progenitora de uno.

Por todo lo anteriormente leído, y amparado con la jurisprudencia que genera el fallo del Tribunal 15ª de Juicio de Caracas, yo afirmo públicamente que las progenitoras de los socialistas que laboran en cualquiera de las oficinas públicas son unas Perfectas Amas de Casa, y en consecuencia ellos son, a no dudar, unos perfectos hijos de ellas ¡Y que me perdonen las putas!


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