La revolución marginalista |
Escrito por Narciso Guaramato Parra (economista) |
Martes, 23 de Octubre de 2012 01:51 |
![]() Davis Ricardo nos señala: “Adam Smith ha observado que la palabra valor tiene dos significados distintos, y que a veces expresa la utilidad de algún objeto especial, y, a veces, el poder de adquisición de otras cosas que la posesión de ese objeto supone. El primero puede llamarse valor en uso, el segundo, valor en cambio […] lo que una cosa cuesta realmente al hombre que desea adquirirla, es el trabajo y la molestia que significa su adquisición […] la proporción entre las cantidades de trabajo necesarias para adquirir diferentes objetos parece ser la única circunstancia que puede proporcionar alguna regla para cambiarlos unos por otros” (David Ricardo. “Principios de Economía Política y Tributación”. Editorial Ayuso. 1973. Madrid: 27-33). En el mismo orden de ideas, sobre el tema, Marx, escribió: “…un bien, solo encierra un valor por su encarnación o materialización del trabajo humano abstracto […] cuanto mayor sea la capacidad productiva del trabajo, tanto más corto será el tiempo de trabajo necesario para la `producción de un artículo, tanto menor la cantidad de trabajo cristalizada en el y tanto más reducido su valor.” (Carlos Marx. “El Capital. Crítica de la economía política-. Vol. 1. Fondo de Cultura Económica. 1981:7-8) Lo señalado en los párrafos anteriores, nos indica que el valor de los bienes y servicios está directamente relacionado con la cantidad de trabajo contenido en ellos. Por lo tanto dos o más bienes tendrán el mismo valor si contienen la misma cantidad de trabajo. ¿por qué es tan importante determinar correctamente el valor de los bienes? Porque es vital para fijar el precio de venta del mismo. El valor trabajo no nos explica porque un pepita de oro encontrada, el cual, como único trabajo requiere agacharse para recogerlo, vale más que una camisa, por ejemplo.. El economista español, José Antonio de Aguirre, afirma que; “el valor no se produce, se producen bienes que pueden tener valor, pero en todo caso ese valor, y aquí está la clave, no deriva de la producción, sino que se adquiere siempre desde fuera de las cosas, en el intercambio mediante el juego de las necesidades y de los medios para satisfacerlos. (José Antonio de Aguirre. “El Capitalismo y la Riqueza de las Naciones. Las vicisitudes de la Teoría Económica Moderna. Unión Editorial. 2009:36) Estamos totalmente de acuerdo con esta afirmación, sobre todo, con la sentencia final. El valor se fija en base a las necesidades y los medios para satisfacerlos. Pero sobre todo el valor de los bienes depende de la Utilidad que se cree que tenga ese bien para satisfacer esas necesidades. Si definimos el precio de un bien como la cuantificación monetaria del valor de un bien, todos estaremos dispuestos a pagar un mayor precio si estamos seguros que el bien satisface nuestra necesidad. Podemos tener dos bienes, uno que requiere 20 horas/hombre para su elaboración y otro que requiere 0,5 horas/hombre. Y se puede dar el caso que el bien más elaborado valga menos (o no valga nada) que el otro bien. Suponga que usted está vacacionando en una playa, a más de 30º C, ¿Cuál de estos bienes usted estaría dispuesto a pagar más, por un de vaso de una bebida (sin alcohol) fría o una tasa de chocolate caliente. Esta solución a la formación de los precios fue estudiada inicialmente por el economista Inglés William Stanley Jevons (1835- 1882). Este autor consideraba que la utilidad sólo puede ser medida en términos ordinales y que la utilidad proporcionada por un bien decrece a medida que sea posea una mayor cantidad de ese bien. Siguiendo con el caso de la playa, si usted tiene mucha sed ¿cuan útil será ese primer vaso de la bebida fría (agua)? ¿Mucho?. Si usted puede obtener un segundo vaso ¿este será más, igual o menos útil que el vaso anterior? ¿estaría usted dispuesto a pagar más, igual o un menor precio que el vaso anterior?. Como se desprende del párrafo anterior, cada ves que adquirimos una unidad adicional de un bien, este nos reporta una menor utilidad, por o cual le asignamos un valor menor y estaríamos dispuestos a pagar un precio menor. Este es el principio conocido como el de UTILIDAD MARGINAL DECRECIENTE,, que fue aceptada pos los neoclásicos y la escuela austriaca de economía.
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