“Número cero” de Umberto Eco o de cómo el periodismo se manipula a sí mismo
Escrito por Iván R. Méndez | X: @ivanxcaracas   
Domingo, 26 de Abril de 2015 12:43

altUmberto Eco se desdobla en Colonna, un “perdedor compulsivo”, divorciado y  casi en quiebra que acepta asistir a Simei en la dirección de “Domani”, un impreso que no saldrá a la calle,

ya que su objetivo es chantajear a políticos y empresarios con noticias que podrían, si se publicasen, afectar sus intereses.  Además, el Commendatore Vimercate, el poderoso (poseedor de algunos medios de comunicación de segundo orden) que financia “Domani”, aspira “entrar a los altos círculos de las finanzas, de los bancos e incluso de los grandes periódicos” una vez ejecute los chantajes. Vimercate termina siendo como un súper yo apenas referido por Simei, el testaferro que contrata a Colonna y a los otros seis conjurados.

Colonna tiene otro encargo de Simei,  debe preparar un libro, como ghost writer (“un nègre” ), y con un salario de seis millones de liras mensuales, donde Simei se presenta como un paladín de los medios… Debemos contextualizar, estamos en los convulsionados años noventa de la historia italiana.

“Número cero” se lee en una sentada, es  un best seller, pero de buena literatura. La obra cubre dos meses y cinco días en la vida del desatinado equipo reunido por Simei y Colonna para crear las ediciones de “Domani” que empiezan en la cero/uno. Entre el 6 de abril y el 11 de junio 1992 trabajan  seis redactores en esa alucinada empresa:  Maia Fresia, “casi licenciada en Filosofía y Letras”; Romano Braggadocio, “especializado en revelaciones sensacionalistas”; Cambria, sin carrera pero especializado en esperar noticias frescas en salas de urgencias y comisarías de policía; Lucidi, un tipo extraño que trabajó en publicaciones que nadie conoce; Palatino, con una larga carrera en semanarios de crucigramas y Costanza, un corrector de desempleado.

La novela es servida como  una sátira desde la primera línea, pero con la tensión adictiva de un buen thriller, ya que debemos descifrar el por qué  del homicidio de uno de los reporteros al servicio de Colonna. El lector sabe que toda la trama es una puesta en escena para mofarse de quienes viven de las teorías de la conspiración (Hitler y Mussolini se fueron a Argentina, desde donde el último tramaba dar un golpe de estado y volver al poder o sobre la podredumbre en la iglesia católica y el homicidio encubierto del Papa Bueno, que denuncia David Yallop o ¿realmente fue el hombre a la Luna? ), mientras te muestra como el periodismo tiende a fabricar las noticias que necesita. Por ejemplo, introduciendo declaraciones de testigos en un incendio, que se vuelven “representantes de la opinión pública” y, sus afirmaciones, se convierten en hechos, “la astucia está en entrecomillar primero una opinión trivial, luego otra opinión, más razonada, que se parece mucho a la opinión del periodista”, explica Colonna, y agrega en otro pasaje, “no son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias. Y saber juntar cuatro noticias distintas significa proponerle al lector una quinta noticia”.

Son 18 capítulos, muy breves, de disparatadas conjeturas, informaciones reales, conexiones inauditas, humor (¿Por qué los dedos son diez? Porque, si fueran seis, seis serían los mandamientos y entonces no estaría prohibido robar”) y, por qué no decirlo, del surgimiento de vínculos entre los personajes que trascienden la efímera empresa que los conectó.

Colonna, y quizá los lectores, vive en esa cuerda floja que es el prestarle atención al juicio de los otros, por eso predica que “cuando vives cultivando esperanzas imposibles, ya eres un perdedor. Y cuando te das cuenta, te hundes”… Sin soslayar, que es clave anotar esto:  “Los perdedores, como los autodidactas, tienen siempre conocimientos más vastos que los ganadores. Si quieres ganar tienes que saber una cosa sola y no perder tiempo en sabértelas todas; el placer de la erudición está reservado a los perdedores”.

La obra es, desde ya, un libro clásico, donde podemos saborear al mejor Calvino,  Swift y  E.M.Foster, homenajeados por Eco, quien entrega un retrato descarnado sobre Latinoamérica que, si tienes tiempo, te invito a leer:

 “Entre Centroamérica y Sudamérica hay un montón. Nada está oculto: se sabe quién pertenece al cártel de la droga, quién dirige las bandas revolucionarias; te sientas en un restaurante, pasa un grupo de amigos y te presentan a uno como el jefe del contrabando de armas, bien puesto, afeitado y perfumado, con esa camisa blanca almidonada que se lleva por fuera de los pantalones, con los camareros que le hacen reverencias, señor por aquí, señor por allá, y el comandante de la Guardia Civil que va a rendirle pleitesía. Son países sin misterios, todo sucede a la luz del día, la policía pretende ser corrupta por reglamento, gobierno y crimen organizado coinciden por dictamen constitucional, los bancos viven del lavado de dinero sucio y pobre de ti si no llevas capital de dudosa procedencia, te quitan el permiso de residencia; se matan pero solo el uno al otro y dejan en paz a los turistas”

 Ficha editorial

Número cero, por Umberto Eco .Editorial Lumen, 224 páginas.  2015

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@ivanxcaracas




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