La izquierda real y el liberalismo: la encrucijada peruana
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs   
Lunes, 25 de Abril de 2011 11:03

alt¿Cuál es la base objetiva, real y vinculante de las promesas de Ollanta Humala? ¿Quién habría de ser el garante de su cumplimiento? ¿Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Lula da Silva? ¿O Mario Vargas Llosa?


1

He sostenido en el pasado, y continúo sosteniéndolo, que entre las distintas parcelas de la izquierda latinoamericana transcurre un hilo rojo que enhebra una abierta o solapada continuidad. Que va de los extremos del castro guevarismo revolucionario a la así llamada izquierda democrática, y que se expresa en el abanico de opciones reales que van del chavismo al lulismo. Fluye entre todas sus formas concretas una corriente de familiar empatía imposible de ocultar y cuyo fundamento se remonta a sus orígenes ideológicos. Más ahora, cuando en distintos países de la región gobiernan personalidades que he llamado “las crías” de Castro. Figuras que en su juventud militaron en las filas del castrismo duro, que con la madurez han evolucionado por necesidades de sobrevivencia en el duro terreno de la Realpolitik, integrándose a los establecimientos de sus respectivos países en partidos incorporados al sistema, pero guardando una honda y muy profunda fidelidad con las querencias de su aparentemente remoto pasado.

Donde fuego hubo cenizas quedan. He insistido en señalar que no son las inclinaciones, afinidades ni convencimientos ideológicos los responsables por los acomodos al sistema al que se ven obligadas las llamadas izquierdas reales. Suficientemente adobadas por la sensatez y el buen sentido de quienes advierten con suficiente claridad que a pesar de sus posibles y profundos anhelos la revolución marxista leninista, es un delirio irrealizable hoy por hoy en América Latina. Salvo casos excepcionales, tal reconocimiento no surge de un
imperativo moral o de un metabolizado liberalismo político: es, antes bien, la imposición de las circunstancias. En el caso, producto inevitable de la fortaleza de las instituciones, tanto de las civiles como de las uniformadas y la prosperidad que garantizan las claves estructurales del sistema: la propiedad privada, la economía de mercado, la libre competencia. En ellos es imposible, por ahora y en tiempo previsible, caer en la permanente tentación que ronda en los entresijos de la izquierda desde los tiempos del Manifiesto Comunista:
apoderarse del Estado para proceder al sueño marxista, imponer dictatorialmente la nivelación absoluta de todos los sujetos mediante la economía política de la miseria, para sentar las bases de una dictadura totalitaria. Una utopía que se remonta a los albores de la cultura occidental y cuyos anhelos no se han extinguido a pesar de los milenios transcurridos y los estruendosos fracasos de todos los intentos reales por llevarla a la práctica en el último siglo.

De allí el peregrinaje de la izquierda latinoamericana desde el totalitarismo estaliniano, como el plenamente vigente en la Cuba castrista, del que amaga zafarse sin tener forma de hacerlo, al chavismo neo dictatorial y fascistoide imperante en Venezuela, las formas pervertidas de la democracia corporativa en que se asienta el kirchnerismo en Argentina y el progresismo democrático del lulismo en Brasil. Que termina por morderse la cola con el castro chavismo al menor requerimiento, como lo demuestra el caso del coronel golpista Ollanta Humala, súbitamente reciclado como candidato presidencial por el PT brasileño para cerrar el círculo iniciado por el otro coronel golpista, Hugo Chávez y permitir la sobrevivencia de lo que bien podría ser considerada la izquierda foropaulista de América Latina.

2

A la anterior hipótesis de la continuidad subyacente a las izquierdas en América Latina, recicladas con el nacionalismo indigenista, la asimilación de las fuerzas armadas al proyecto estratégico y el uso del imaginario independentista sin aparentes rupturas con el ideario socialista, agregaría una consideración aparentemente contradictoria, que explica la capacidad de la izquierda para  adecuarse a diversas circunstancias, con diversos mensajes aunque semejantes propósitos: su maleabilidad para montarse sobre la institucionalidad liberal previamente estructurada – incluso muy a su pesar y luego de oponerle feroces enfrentamientos, como en Venezuela, en Chile, en Argentina o en Brasil – y actuar sin aparentes fisuras dentro del marco de las instituciones liberales.  En otras palabras, la decisión de apoderarse del Estado por la vía electoral y aparentemente constitucional, como en Venezuela. Para vaciar las instituciones de todo contenido y utilizarlas en el desmontaje de la democracia.

¿Cabe hablar así de una izquierda “revolucionaria” y una izquierda reformista o “liberal”? Es lo que, de alguna manera y sin consideración del oxímoron, pretenden quienes se obnubilan con el espejismo ideológico del lulismo. Para los que existirían en América Latina dos izquierdas recíprocamente excluyentes y antinómicas: la buena, la democrática, la anti dictatorial y anti totalitaria, por una parte: y la otra, la mala, la totalitaria, la castro chavista. Aquella representaría lo que algunos denominan, genéricamente y con intenciones de expandir el espectro de sus influencias, el
“progresismo”.  Al que se inclinan en Chile quienes se han divorciado de la izquierda concertacionista buscando constituirse en un nuevo
referente. Siendo la primera, en cambio,  fiel expresión de lo que el editor venezolano Teodoro Petkoff llama “la izquierda borbónica”, aquella que no se ha enterado de la caída del Muro, la desaparición de la Unión Soviética, el capitalismo chino y la reunificación alemana. Es “la que envejece, pero no aprende”.

¿Constituyen ambas izquierdas, la “progresista” y la “borbónica” – por darles algún nombre – visiones antinómicas, excluyentes? ¿O son distintas respuestas a distintas circunstancias impuestas por la
evolución histórica? Esa visión de las dos izquierdas, contraria a la idea de la pertenencia genética a un mismo árbol ideológico que yo sustento y miope ante la perfecta concurrencia de unas y otras en el escenario internacional, donde se financian, se respaldan y se complementan mutua y recíprocamente, como en la defensa de la tiranía
cubana, la entronización de Hugo Chávez, la alianza con el talibanismo islámico y ahora la asesoría y financiamiento del coronel golpista Ollanta Humala, podrá servir a sus afanes de sobrevivencia, injerencia e internacionalización, pero muestra su debilidad congénita ante el abrumador peso de los hechos.  En la línea de sombra que las separa, como sobre una cuerda floja, levita el coronel Humala. Estamos convencidos que lo hace por obvias razones de oportunismo electoral, como lo han hecho todos los dictadores que se hicieran del Poder por medios electorales. Incluso armados, como Fidel Castro, que juró ser anticomunista mientras luchaba por conquistar el Poder hasta que declaró serlo en cuerpo y alma cuando ya lo tenía en sus faltriqueras. O como Chávez, que copió el expediente. El mismo que aparentemente hoy sigue Humala. El fin justifica los medios.

3

De allí la pertinencia de la pregunta acerca del compromiso real de las izquierdas latinoamericanas con el modelo liberal  y sus
constituyentes sustantivos - la propiedad privada, la economía de mercado, la libertad y la democracia social. Así como su definición frente al rol del Estado, el colectivismo,  la centralización y la planificación económicas, formas sistémicas del socialismo marxista del que las izquierdas “bolivarianas” se sienten deudoras. Y las que no han sido cuestionadas hasta ahora por el candidato del nacionalismo indigenista peruano, Ollanta Humala.

Hugo Chávez llegó al Poder gracias a un amplio entendimiento de fuerzas anti sistémicas de todos los segmentos políticos de la sociedad venezolana. Negó reiteradamente tener la menor simpatía por el comunismo. Y la Constitución que pusiera en pie realizando su promesa de una Constituyente reconoció la democracia, las libertades públicas, el derecho de propiedad y la economía de mercado como valores consustanciales del régimen de libertades que venía a consolidar. En la apariencia, una corrección sustancial de los graves desajustes, errores e injusticias del régimen imperante al momento de su acceso al Poder. En los artículos referentes a la división de los Poderes reconoció su intangibilidad y en aquellos dedicados a las fuerzas armadas asentó su naturaleza estrictamente profesional, independiente a cualquier interés político subalterno, personal o partidista. No existe en dicha Constitución una sola línea que avale la construcción del socialismo como imperativo legal de la República Bolivariana, ni tampoco ninguna que le otorgue al presidente de la república poderes discrecionales para disponer de los recursos de la Nación a su capricho y antojo. Como lo ha practicado sin ninguna cortapisa.

Si en la Venezuela de hoy, inspiración de Ollanta Humala y seguramente fuente importante de su respaldo financiero, han sido
violadas las más trascendentales disposiciones constitucionales, a pesar de todos los juramentos y compromisos en contrario de Hugo Chávez,  ¿cuál es la base objetiva, real y vinculante de las promesas de Ollanta Humala? ¿Quién habría de ser el garante de su cumplimiento? ¿Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Lula da Silva? ¿O Mario Vargas Llosa?

Imposible olvidar que Salvador Allende, al no obtener la mayoría absoluta,  pudo contar con el respaldo del Congreso chileno, en el que los partidos  de su alianza eran minoritarios, para ser investido del mando supremo de la Nación, investidura que ese mismo Congreso tenía toda la potestad constitucional para negársela, gracias a un “pacto de caballeros” y a la firma de un acuerdo de garantías constitucionales. Que fue violado sistemáticamente por su gobierno, hasta conducir a los graves sucesos que desembocaron en el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Humala no ha aceptado suscribir el acuerdo que le presentara el candidato Pedro Pablo Kutzinsky. Y encumbrado por insólitos respaldos, como el del liberal Mario Vargas Llosa,
seguramente no sentirá la menor necesidad de hacerlo.

La encrucijada sigue abierta. La decisión está en manos de los peruanos. Que Dios los ilumine.



blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com