Mensaje de Resurrección
Escrito por Luis Homes J. | @luishomes   
Lunes, 25 de Abril de 2011 02:47

altUna esperanza ilimitada recorre el mundo cristiano, al conmemorarse la resurrección de nuestro Señor Jesucristo: Todos podemos resucitar de las escabrosas penumbras y siempre habrá luz, en medio de todas las dificultades y penurias que el hombre ha creado para sí mismo y para la sociedad.  Creo que todos los adultos hemos estado de alguna manera cerca de la muerte y hemos conocido el dolor que representa la desaparición de un ser querido. 

Muchos hemos tenido otro tipo de muerte, por acontecimientos personales que nos conducen a un túnel sin salida, una desesperanza, un intenso dolor y la caída a un precipicio.  Ambas muertes, la física y la que nosotros mismos nos buscamos, carecen de sentido si tenemos  fe en un Dios Todopoderoso o en un poder superior (para los más escépticos) que  es fuente de vida y de luz, en las más profundas oscuridades.

En este mundo occidental y en nuestros países subdesarrollados, vivir en medio de dificultades de todo tipo, no es una excepción, es la regla. Esto aplica para los individuos y para la sociedad en conjunto. Como enfrentamos nuestras dificultades? Solo hay dos maneras. La primera es verlas  como una antesala de la muerte definitiva (cerraran mi empresa, me quedare sin trabajo, moriré de hambre, la enfermedad no tiene cura) y por tanto,  el fin de un ciclo vital; y la segunda, que yo entiendo es la lección del cristianismo, es ver la dificultad y el pecado como una oportunidad para renacer, para resurgir de las cenizas y en términos, teológicos, para resucitar. En términos litúrgicos, resucitamos porque recibimos la gracia el perdón de nuestros pecados.

No podemos renacer y mucho menos “resucitar”  si somos los mismos de siempre y solo nos cambiamos de ropa o aparentamos con un buen perfume. Los hombres  necesitamos vernos unos a otros como hermanos, hijos de un mismo padre. Incluyendo en esa visión, a quienes nos han herido, a quienes nos han traicionado y a quienes nos han vejado.  Eso implica aceptarnos en las diferencias y comprendernos como débiles y pecadores. Aceptar eso y emprender la gran batalla de la transformación interior.

Comprendamos de una vez por todas que solo seremos capaces de transformar nuestras familias, nuestro equipo de trabajo, nuestra ciudad, nuestro Estado,  nuestro país, nuestro mundo, solamente en la medida que seamos capaces de cambiarnos a nosotros mismos y comprendiendo  por encima de todas las cosas, que podemos ser hombres y mujeres nuevos y libres  en el profundo misterio de la resurrección que Jesús, enseño al mundo.      


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