Prohibido Olvidar ese Abril
Escrito por Charito Rojas | @charitorojas   
Miércoles, 06 de Abril de 2011 07:02

altSe cumplen nueve años de aquellas hermosas y a la vez terribles jornadas cívicas de protesta en contra de un régimen que ya anunciaba su vocación totalitaria. Abril de 2002 marco la vida de los venezolanos, una gesta ciudadana que aún no culmina y que dejó en el aire una consigna a cumplir: Prohibido olvidar.

La rebelión de los venezolanos ante el increíble giro que daba el ex golpista Presidente Hugo Chávez, comenzó oficialmente en noviembre de 2001, cuando el mandatario, obviando la novedosa Constitución de 1999, decidió aprobar por decreto 49 leyes copiadas casi al calco del régimen castrocomunista y que intervenían descaradamente todas las actividades económicas, políticas y sociales, publicas y privadas, del país. Las cadenas se sucedían con cada vez más frecuencia, exasperando a una población que pedía un cambio de rumbo en lo que ya se avizoraba como una dictadura fanatizada pero "constitucional".

El 10 de diciembre de 2001, Fedecámaras, Consecomercio, Pdvsa y todos los gremios son apoyados en un 90% en un paro general por una población que entiende la gravedad del momento y decide protestar abiertamente frente al autoritarismo gubernamental. La convulsión social augura un enfrentamiento entre el régimen y los ciudadanos, que desembocaría en los trágicos sucesos de abril.

El 23 de enero de 2001, se produce una gigantesca concentración en Caracas, sin tarimas ni líderes, con absoluta exigencia de reponer en la directiva de Pdvsa a los siete ejecutivos que Chávez, en cadena y pito en mano había despedido groseramente. La petición inicial de renuncia de la nueva directiva nombrada por Chávez, va transformándose como un rumor "in crescendo" en la petición de renuncia del propio Presidente. "¡Chávez, Vete ya!", "Se va, se va, se va", "¡Ni un paso atrás!", eran las consignas de aquellas marchas multitudinarias que se daban casi a diario en la capital, al ritmo de "Color Esperanza" y coreando "yo me quedo en Venezuela porque yo soy optimista". El punto principal de concentración era frente al edificio de Pdvsa en Chuao, sitio que llamaron "Plaza de la Meritocracia", consigna de la lucha de los petroleros contra la ingerencia política en las operaciones petroleras.

Ante la preocupación internacional por un eventual corte del suministro petrolero debido a la convulsión, la opinión pública pide a gritos un cambio de rumbo. Pero un Chávez radicalizado y enfrentado definitivamente con quienes él llama "los escuálidos", ordena a los mandos militares endurecer la posición y reprimir a los protestantes. El estamento militar también está convulsionado. Reaccionando ante la utilización de las Fuerzas Armadas como partido político, militares de alta graduación se declaran en rebeldía. En medio del desfile militar del 5 de julio de 2001 el General Enrique Medina Gómez, oficial de gran ascendencia y respeto dentro de la Fuerza Armada, fue acusado de golpista por negarse a respaldar el proceso de "cambios". Para Diciembre de ese año el diario El Nacional hablaba de ruido de sables y cuantificaba a los oficiales descontentos: 53 generales, 70 coroneles, 12 capitanes de navío y 8 vicealmirantes se encontraban a disposición del Ministerio de la Defensa, encabezado por José Vicente Rangel, bajo la sospecha de estar en desacuerdo con el gobierno. El General Néstor González González era uno de ellos y el 27 de enero, en medio de lo que se llamó "el goteo militar", salió a la luz pública para denunciar las relaciones del Presidente con las FARC, la politización militar y retó a Chávez a desmentirlo: "Usted negocia para alcanzar sus objetivos comunistas y vende y traiciona a su patria y al pueblo por su ambición", dijo. El Contralmirante Carlos Molina Tamayo, de impecable uniforme de gala y guantes blancos, también se declaró en pública rebeldía después de que su informe frente al Consejo de Defensa Nacional fuese descalificado.

Así llega el 9 de abril, fecha en que según confesión posterior del Comandante del Ejercito Efraín Vázquez Velasco, fue convocado todo el Alto Mando a permanecer en Fuerte Tiuna, por el Inspector General de las Fuerzas Armadas, General Lucas Rincón. "creo que desconfiaba de nosotros o nos necesitaba para algún plan".

Chávez otra vez se encadena, esta vez en una tarima frente a Miraflores, adornada por una torre petrolera de cartón escalada por ratas de peluche, con el cartel "Las ratas atacan", en clara alusión a la gerencia de Pdvsa despedida. A las 11 de la noche, cuando terminaba su arenga, esta vez sin chistecitos, anunció que ahora pasaba la espada a su mano izquierda, la más ágil puesto que es zurdo y gritó "mañana, en la calle". El 10 de abril el país entraba en el segundo día de un paro que se había prolongado 24 horas más ante la obstinada posición de rechazo al diálogo por parte del gobierno. Los encontronazos entre "escuálidos" y chavistas se sucedían, con intervenciones rudas de la guardia nacional.

El 11 de abril comienza desde tempranas horas la concentración en la Plaza de la Meritocracia en Chuao, en medio de un paro que amenaza con hacerse indefinido. Hacia media mañana, el sitio estaba a reventar, los oradores se suceden y cada vez la multitud se hace mayor, desbordando la zona y extendiéndose hacia la utopista. Caracas ve el mayor río humano de su historia, plantados en la exigencia definitiva de renuncia presidencial. La euforia de la multitud, segura de la justicia de su reclamo y de portar el mensaje de la mayoría, prende una idea que es inmediatamente acogida. "¡A Miraflores! ¡Marchemos a Miraflores a exigirle la renuncia a Chávez!". Así, esa masa humana comenzó a transitar la ruta hacia el centro de la ciudad.

"El Presidente tenía la carta para impedir la confrontación, debió presentar un mensaje de paz y no lo hizo, por esto es responsable de lo que paso en Llaguno, supo de las balas y no lo impidió" dijo después Vázquez Velasco. A la una de la tarde, con la marcha avanzando desde Chuao, el General Lucas Rincón obligó al Alto Mando a aparecer en una cadena avalando la normalidad del país. Impotentes, los oficiales sabían el hervidero mortal que se cernía. A media tarde, el Presidente ordena una cadena desde Miraflores, en la cual habla como si nada estuviera sucediendo. Mira continuamente su reloj y monta en furia cuando se entera que las plantas privadas estan partiendo la pantalla para que el país pueda observar el ya inminente enfrentamiento entre la marcha pacífica y los oficialistas, azuzados por el alcalde Juan Barreto para que impidan el paso hacia el palacio presidencial. Chávez ordena tumbar la señal de las plantas y continúa su cadena aislando al país de la información.

Vázquez Velasco se traslada a Miraflores pero en el camino oye al Presidente por la red de radio Tiburón, ordenando mover tropas y tanques sin pasar por la línea de mando. Chávez había activado el Plan Ávila contra el pueblo para protegerse y ya la matanza estaba declarada en el centro de Caracas. El Alto Mando, carente de un plan común, tampoco orquestaba acciones encaminadas a mantener la capital en orden. Por una iniciativa del General Manuel Rosendo y ante el horror por la masacre de Puente Llaguno, hablan con Lucas Rincón para que pida la renuncia al Presidente. Lamentablemente, ya había 19 muertos y más de 50 heridos cuando el Alto Mando decide actuar ante un Chávez que, sabiéndose perdido ante un país indignado, pide a la Iglesia que intervenga para garantizarle su vida.

La próxima semana continuaremos con esta historia que por ninguna razón, debe ser olvidada por los venezolanos que sufren desde hace 12 años este régimen de oprobio.

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Twitter: @charitorojas

NT/OyN


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