En todas las democracias del mundo, en las que se respeta el derecho a la pluralidad, el diálogo ha sido el instrumento por excelencia para dirimir las controversias que, necesariamente, se suscitan en el espectro político. Diría que es la esencia misma de la democracia; es decir, gestionar la convivencia ciudadana en un marco de reconocimiento del adversario político: no estoy de acuerdo contigo, pero estoy dispuesto a dar la vida para que puedas expresar libremente lo que piensas.

Sorprende por ello el artículo de Francisco Rivero, publicado en este diario el pasado 16 de noviembre, donde arremete contra el llamado al diálogo que no sólo han hecho los citados por él, sino la mayoría del país, como lo evidenció la votación obtenida el pasado 26 de septiembre por los sectores que adversan el proyecto chavista; llamado que para Rivero significa un engaño, un falso sueño y, como tal, un vacío moral. Según su muy curiosa concepción de la democracia, descalifica la posibilidad de ese diálogo, en razón de las abismales diferencias que separan a chavistas y opositores en cuanto a su visión de la historia, la democracia, el Estado, el hombre, la moral y la política. Ciertamente son abismales, de allí la necesidad imperiosa de dialogar: de lo contrario, qué hacemos, ¿nos matamos? Por tanto, no es un vacío moral; es un llamado a la razón política.

El teniente coronel, aprovechándose del secuestro absoluto que ejerce sobre los demás poderes y amparado tras una cúpula militar que sólo busca preservar sus inconstitucionales privilegios, amenaza no sólo con jamás dialogar con la burguesía apátrida y traidora ­es decir, con el 52% de la población-, sino, incluso, con dar un golpe de Estado si pierde la elección presidencial del 2012. Lo sorprendente es que para Rivero, Chávez es el único venezolano que se atreve a pensar y que no tiene miedo a decir lo que piensa, y que su infinita capacidad para atormentar la vida ciudadana con su cobarde abuso de poder, sus insultos, amenazas y mentiras, lo convierten en lo que Unamuno llamó un líder bienhechor, que nos impide caer en el letargo al que quiere conducirnos la oposición. (¡Vaya!) Comparar el bastardo aniquilamiento del juego político que intenta Hugo Chávez con el desempeño de la Mesa de la Unidad, significa una concepción francamente atrabiliaria de la política y la democracia.

La creación de la MUD marcó el renacimiento de la Política en Venezuela: adiós a los líderes mesiánicos, del destino del país somos responsables todos; por encima de los intereses partidistas, debe estar siempre el bienestar de la ciudadanía; sin separación de poderes que impida el ejercicio arbitrario del Poder, no hay posibilidad de vida republicana y democrática. Por estos principios, señor Rivero, votó la mayoría. Chávez busca provocarnos para crear el caos e impedir a como dé lugar unas elecciones que sabe perdidas. Será inútil: no caeremos en su trampa. Se irá por nuestros votos, como corresponde.

TC