El mundo en llamas y le ponemos gasolina
Escrito por Douglas C. Ramírez Vera   
Miércoles, 18 de Junio de 2025 00:00

altEl calendario que marcó el fin del 2024, y con él, el pulso del mundo, ya fatigado por una pandemia que reescribió nuestras vidas y dejó cicatrices.

Ahora en junio del 2025, no estamos ante un respiro, sino ante una escalada. Es como si el planeta, fuera una enorme pira ardiente, alimentada por antiguas rencillas y nuevas ambiciones, y nosotros, con una mano en el corazón que clama por la paz, y con la otra, quizás sin darnos cuenta, vertiendo más gasolina. 

Los ecos de los tambores de guerra resuenan desde las estepas ucranianas hasta el corazón de Oriente Medio, amenazando no solo vidas y soberanías, sino la frágil trama de nuestra economía global.

Ucrania: La Herida Abierta de Europa
La guerra en Ucrania, a partir de la invasión de Rusia, que una vez capturó la atención global con la intensidad de un relámpago, se ha transformado en una tormenta persistente, un aguijón constante en el costado de Europa. 
Hasta hoy, la brutalidad no ha menguado, solo se ha vuelto más silenciosa en los titulares, más arraigada en la tierra. Es una guerra de desgaste, de artillería, drones y misiles que labra el paisaje y vidas que se agotan en las trincheras. 
Los avances son mínimos, los sacrificios inmensos. Ciudades como Kiev, Járkov, Mariúpol, Donetsk, Lugansk, Jersón y Bajmut, son nombres grabados en la memoria de los pueblos, son sinónimos de una destrucción implacable, de una resistencia heroica frente a una fuerza abrumadora. Cada día, los cielos ucranianos se rasgan con el silbido de misiles y drones, buscando infraestructuras vitales, sembrando el miedo en la población civil, mientras la respuesta ucraniana, audaz y cada vez más certera, alcanza objetivos en lo profundo del territorio ruso.
La narrativa de esta guerra no puede entenderse sin la solidaridad occidental. Desde Washington hasta Bruselas, el apoyo militar y financiero ha sido el oxígeno que ha mantenido viva la llama de la resistencia ucraniana. Tanques modernos, sistemas de defensa aérea que dibujan escudos invisibles en el cielo, municiones que no cesan de llegar: cada envío es un acto de fe en la soberanía ucraniana, pero también un recordatorio de la delgada línea que separa el apoyo de la participación directa. 

alt

Mientras tanto, Rusia, con una gran adaptabilidad, ha reorientado su economía hacia la producción bélica, reponiendo sus filas con mayores movilizaciones sobre la población civil y sosteniendo una presión incansable en el frente. Es una lucha de voluntades y recursos, una agonía prolongada que parece no tener fin.

Pero esta guerra no se libra solo en los campos de Ucrania; sus ondas expansivas sacuden los cimientos económicos del mundo. 

La energía es su primera víctima. El gas natural y el petróleo, commodities sensibles por naturaleza, danzan al ritmo de cada avance o retroceso militar, de cada nueva sanción impuesta o evadida. Los hogares europeos han sentido el frío de la escasez y el calor de facturas disparadas, mientras que las economías globales luchan por desengancharse de una dependencia que ahora se revela peligrosa. 

La seguridad alimentaria es otra herida abierta. Ucrania, el "granero de Europa", ve sus campos sembrados de bombas en lugar de trigo, sus puertos bloqueados o amenazados. Millones de personas, especialmente en las naciones más vulnerables de África y Asia, se enfrentan al fantasma del hambre, mientras los precios del trigo, especialmente, y de los alimentos se disparan afectando el poder adquisitivo de los hogares. 

El gasto en defensa, que se ha disparado a niveles no vistos en décadas, desvía miles de millones de dólares de inversiones en educación, salud e infraestructura civil, hipotecando el futuro por la urgencia del presente.

El verdadero escalofrío reside en el riesgo de escalada. La sombra de una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, potencias nucleares, planea sobre cada decisión, cada provocación. Un error de cálculo, un misil desviado, un ciberataque masivo que paralice infraestructuras críticas, podría encender una mecha que nadie desea. 

La guerra híbrida, con su arsenal de desinformación, manipulación política y migraciones forzadas, ya está erosionando la cohesión social en Occidente, buscando minar el apoyo a Ucrania desde dentro. Es una partida de ajedrez geopolítica donde cada movimiento tiene el potencial de desatar un infierno global.

Oriente Medio: El Polvorín Global
Mientras la atención mundial oscilaba entre las estepas de Ucrania y las capitales occidentales, un fuego mucho más antiguo, pero recientemente reavivado, ardía en Oriente Medio: la tensión entre Israel e Irán. Lo que durante décadas fue una "guerra en la sombra" —un tablero de ajedrez donde las jugadas se hacían a través de proxies y operaciones encubiertas—, ha estallado en junio del 2025 en una serie de ataques directos que han puesto a la región y, por extensión, al mundo, al borde de un abismo.
El ataque de Israel al complejo nuclear de Irán y sobre la cúpula política militar, es un acto audaz que cruzó una línea roja antes impensable, tanto que la administración americana, a través del secretario de Estado Marcos Rubio, se deslindó de la acción de Israel. 
La respuesta iraní, una andanada masiva de cientos de misiles y drones lanzados directamente contra Israel, , una muestra de fuerza que, aunque mayormente interceptada, redefine las reglas del enfrentamiento. La secuencia de eventos ha dejado una cicatriz y la certeza de que el viejo orden de Medio Oriente ha cambiado.
El conflicto de Israel con Hamás en Gaza, lejos de ser un incidente aislado, es el epicentro que irradia inestabilidad por toda la región. Los aliados de Irán, desde Hezbolá en Líbano, que han tenido una escalada de ataque constante en la frontera norte de Israel. 

 
alt


Hasta los Hutíes en Yemen, que han perturbado el comercio global en el Mar Rojo, por el estrecho de Bab el-Mandeb, que conecta el mar Rojo con el golfo de Adén, que es de vital importancia estratégica y económica para el comercio mundial, actúan como las prolongaciones armadas de la influencia iraní. 
Los ataques Hutíes al transporte marítimo, han obligado a las navieras a desviar sus rutas alrededor del Cabo de Buena Esperanza, añadiendo días y millones de dólares en costos de transporte, impactando directamente en la inflación y en la disponibilidad de productos en mercados lejanos. Es un nudo gordiano de intereses y venganzas, donde cada hilo tirado amenaza con desatar un caos mayor.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), votó el jueves 12 de junio de 2025, una resolución que declara que Irán no cumple con sus obligaciones en materia de no proliferación nuclear. La preocupación de Israel sobre programa nuclear iraní, lo ve como una amenaza directa a su supervivencia y la acción militar del viernes 13 de junio es la respuesta principal. 
Las repercusiones económicas de una escalada en esta región son perturbadoras. Oriente Medio es el corazón del suministro mundial de petróleo. Un conflicto a gran escala que afecte al Estrecho de Ormuz y de Bab el-Mandeb, por donde transita más de un 40% del crudo mundial y del gas, o que impacte directamente las infraestructuras petroleras de Arabia Saudita o los Emiratos, podría desencadenarían una crisis energética global que empequeñecería cualquier antecedente. 
Los precios del petróleo se podrían disparar, sumiendo al mundo en una recesión severa e impulsando una inflación. La interrupción de las cadenas de suministro marítimas no sería solo un inconveniente, sino una parálisis global que afectaría desde la manufactura hasta el consumo. La confianza de los inversores se desvanecería, provocando una fuga de capitales y una paralización de la inversión que congelaría el crecimiento económico a nivel mundial. 
Sin embargo, la dinámica actual del mercado petrolero muestra un exceso de oferta y una baja demanda, esto hace probable que los mercados sean más insensibles a estos conflictos, si no escalan, y por tanto no existirán sobrerreacciones.
Una guerra abierta entre Israel e Irán no se limitaría a sus fronteras; podrían arrastrar al Líbano, Siria, Irak y, potencialmente, a las grandes potencias con intereses estratégicos en la región. 
El miedo a una proliferación nuclear, si Irán pudiera acelerar su programa de armas nucleares o ya tuvieran “bombas sucias” , podría desencadenar una carrera armamentista atómica en una de las regiones más volátiles del mundo, multiplicando exponencialmente la posibilidad de un holocausto nuclear. 
La polarización y la intensificación de la violencia alimentarían también el terrorismo, creando nuevos caldos de cultivo para la radicalización y los ataques en cualquier rincón del planeta.

La Tormenta Perfecta que se Avecina
La suma de estos conflictos, la danza macabra entre la guerra en Ucrania y las tensiones en Oriente Medio, dibuja un panorama obscuro y profundamente interconectado para la economía mundial. Ya no hablamos de impactos locales; el verdadero terror reside en el efecto de contagio. La interdependencia global, esa red invisible que une a naciones y mercados, se convierte ahora en un amplificador de crisis.
Imaginemos un escenario: el petróleo se dispara por una guerra a gran escala en Oriente Medio, las rutas marítimas se colapsan, y al mismo tiempo, los alimentos escasean críticamente debido al colapso  las cadenas de suministro y a los precios de los commodities esenciales no sería solo un revés; sería una tormenta perfecta que llevaría a una inflación galopante sin precedentes y, con casi total certeza, a una recesión global que haría que las crisis financieras recientes parecieran meros ensayos. 

Los viejos bloques se reafirman, nuevas alianzas se forman, y la cooperación multilateral, ya debilitada por años de tensiones, se desintegra aún más. En un mundo que se enfrenta a desafíos existenciales. El comercio internacional se contrae, las cadenas de suministro se regionalizan y se vuelven menos eficientes, frenando el crecimiento económico y aumentando los costes para todos.

¿Apagamos el Fuego o Seguimos Añadiendo Gasolina?
La imagen del "mundo en llamas" es innegable. Las respuestas hasta ahora han sido un complejo tapiz de ayuda humanitaria, sanciones, envíos de armas y diplomacia de crisis. La pregunta, urgente y desgarradora, es si la humanidad puede, y quiere, cambiar de rumbo.

La historia, maestra implacable, nos enseña que los conflictos tienen un costo humano y económico insostenible. Seguir vertiendo gasolina sobre las llamas, ya sea por inacción, por la exacerbación de tensiones o por una ceguera voluntaria ante los riesgos sistémicos, no es una opción; es un camino directo a la autodestrucción.

El destino de nuestro mundo, nuestra prosperidad compartida y, en última instancia, de nuestra supervivencia, dependen de la decisión que tomemos hoy.

alt



blog comments powered by Disqus
 
OpinionyNoticias.com no se hace responsable por las aseveraciones que realicen nuestros columnistas en los artículos de opinión.
Estos conceptos son de la exclusiva responsabilidad del autor.


Videos



Banner
opiniónynoticias.com