No solo es María Corina
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 04 de Marzo de 2024 00:00

altPreocupa sobremanera que una mayoría piense que el destino próximo de Venezuela está supeditado a una persona.

Es el consuetudinario facilismo que arrastramos desde los albores de la república. Combinado con el exacerbado “mesianismo” que ha caracterizado a nuestra sociedad, no cabe duda que ambos factores o ingredientes impiden tener una visión de largo alcance en lo político, económico y social.

Subordinar todo el proceso de restauración democrática a una persona y en este caso a una candidatura presidencial, sería retrotraernos a los comienzos del siglo XIX, cuando -por ejemplo- alegamos orfandad ante la ausencia de Fernando VII dados los acontecimientos de Bayona en 1808, o caminando un poco más, ante la figura del Libertador, el liderazgo de Páez, la jefatura de Guzmán Blanco o el dominio de Juan Vicente Gómez, ya entrada la anterior centuria.

Uno de los grandes triunfos de nuestro régimen democrático fue la despersonalización del proceso político. Su traslado a los partidos y sus dirigentes, sindicatos y gremios en las primeras horas, permitió que no dependiera de un protagonista y mucho menos de una particular conducta o posición. En este sentido, los consensos y acuerdos jugaron un extraordinario papel que – al fin y al cabo - lograron desvincularlo de cualquier individualidad. Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, como líderes en aquellos difíciles comienzos, supieron armonizar criterios y puntos de vista, permitiendo echar andar el carruaje democrático en 1958.

La candidatura de María Corina Machado, en este orden de ideas, comporta un gran compromiso. No es solo liderar la decisión de una inmensa mayoría de venezolanos de salir de este oprobioso régimen por la vía electoral, sino también por representar la oportunidad de asomarnos a una Venezuela distinta, siglo XXI, abierta y moderna, con verdaderos anclajes republicanos y dispuesta a dar el salto definitivo al desarrollo económico y social.

La opción electoral de la oposición es clara, victoriosa, si sabemos desempeñarnos inteligentemente sobre un tablero lleno de obstáculos, precipicios y dificultades. Nos estamos jugando el futuro democrático, porque no es – obviamente- una habitual elección presidencial.

Nos alarma que algunos digan que sin María Corina no hay elecciones, o que personalicen excesivamente esta inédita, pero también delicada circunstancia política. Insistimos en que no deja de ser peligroso observar toda una compleja realidad desde la óptica de un único liderazgo. Imagínese si esto hubiese prevalecido en aquellos tiempos de Betancourt, Caldera y Villalba, por nombrar los más importantes.

¿A dónde queremos llegar? A no dejar todo en manos de María Corina; a que la participación sea colectiva; la responsabilidad compartida; que las organizaciones políticas renueven sus conductas y se adapten a estos espinosos tiempos, además que sus dirigentes asuman la responsabilidad que tanto requerimos.

María Corina lidera la transformación que aspiramos. Pero ella no puede ser una nueva versión de la Atenea griega o de la Minerva romana, como algunos pretenden. Hay que caminar juntos, al lado, desbrozando el camino, convocando y convenciendo a quienes dudan que el cambio es posible y que esta histórica decisión es irrevocable. Dejemos de abrazarnos a una persona y asumamos nuestro compromiso. Hasta el final somos todos.

|*|: Especial para www.opinionynoticias.com


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