El año de la esperanza
Escrito por Ricardo Ciliberto Bustillos   
Lunes, 08 de Enero de 2024 00:00

altComienza el 2024 lleno de expectativas y esperanzas. Hemos superado numerosas dificultades que nos permiten ser optimistas.

Es cierto que falta mucho camino por recorrer, pero el afán por reconquistar la democracia constituye un anhelo y una decisión inalterable.

La política y la economía van de la mano. Es difícil, cuando no inviable, separarlas. En el caso nuestro, demasiado evidente es el impedimento. El Estado, propietario mayoritario de la riqueza nacional, aunque pésimo administrador, inoperante y corrupto, debe ser objeto de múltiples reformas y, entre estas, su inaplazable disminución para hacerlo eficiente. Su papel en la economía, obviamente, seguirá jugando un papel preponderante y decisivo por muchísimo tiempo. Sin embargo, aminorar al máximo esa dicotomía entre el Estado y el sector privado, deberá ser una prioridad impostergable.

Las reformas políticas ya no admiten simples pinceladas y mucho menos vagas promesas. De sobra se sabe que el retorno a la democracia no será fácil y mucho menos expedito. Ha habido tanto daño y se han socavado en extremo sus bases institucionales, que tendremos que armarnos de inteligencia, cordura y de mucho valor para acometer los cambios políticos que requerimos con urgencia.

Hay que pensar que tarde o temprano habrá que abordar algunas modificaciones y retoques constitucionales. Regresar, por ejemplo, al histórico y siempre necesario congreso bicameral; otorgar mayor fuerza y prerrogativas a las respectivas comisiones parlamentarias, sobre todo a las contraloras y de defensa; establecer la aprobación previa de las cámaras para la designación del o de la vicepresidente y estipular una definitoria y amplia participación en política exterior, podrían ser algunas de las enmiendas y revisiones que no admiten mayor dilación. Ni qué hablar de la hipertrofia que caracteriza al cargo de presidente de la república. Sus atribuciones legales y las exageradas facultades que le han conferido o que se las ha auto asignado difieren mucho de los equilibrios y contrapesos indispensables para un sano desenvolvimiento político, constitucional y administrativo.

Hay que fortalecer los partidos, sindicatos, gremios, organizaciones no gubernamentales, asociaciones vecinales y comunitarias y todo aquello que implique descentralización. Institucionalizar la vida del país, pues.

Hay -igualmente- un tema importante. Y es que no podemos olvidar la construcción de ciudadanía. Porque no habrá una verdadera democracia y una sana economía, sin el soporte de sus ciudadanos. A la postre, todo resultará un intento fallido y una esperanza menos en nuestra convulsionada historia, sino logramos tejer toda una organización social, comprometida y activa en el ejercicio democrático. No es fácil la tarea. Requiere de mucho tesón y creatividad. Nuestras sociedades están acostumbradas a exigir mucho y cumplir poco. Hay que estar claro que la ciudadanía comporta derechos, pero también deberes. La libertad de opinión, por ejemplo, no es proponer ni decir lo que me da la gana, sin pensar que ello conlleva límites y responsabilidades. La base de todo sistema de libertades -repetimos- se halla en sus ciudadanos.

Este 2024, por demás lleno de esperanza, nos plantea tres encargos y compromisos ineludibles:
Reconquistar la democracia, echar las bases para un despegue económico realizable y no traumático (programa de largo aliento) e iniciar la construcción de una verdadera ciudadanía. He aquí la trinidad que nos conmina.

|*|: Especial para www.opinión y noticias.com

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