Todas las acciones, propuestas, resoluciones y discursos del gobierno forman parte de un guion,

inmodificable por demás, es decir, sin posibilidad de adaptación y menos de reforma. 

Ingenuos y sobre todo, condicionados por un inocultable teflón democrático, hemos creído permanentemente en sus promesas rectificadoras, y mucho más, en una supuesta disposición al diálogo y al consenso. Todo, absolutamente todo, delata su propia naturaleza: falsear realidades, ganar tiempo, apostar a la receptividad y comprensión de la oposición; adoptar poses teatrales y saltarse a la torera los compromisos internacionales, jugar a la manipulación de cifras, estadísticas y balances de la gestión administrativa; estirar o reducir lapsos o períodos conforme a su real saber y entender y, para colmo, asumir una postura de “perdona vidas” sin rubor alguno. Nada está claro, transparente, ajustado a derecho y al necesario conocimiento de los ciudadanos. 

El menosprecio a las primarias, la alharaca del esequibo, el referéndum, el darle la vuelta a la manzana a lo acordado en barbados, el achacar todo al imperialismo norteamericano y a la oposición apátrida, por mencionar algunos denuestos, forma parte de un libreto cuya primera página está fechada el domingo 6 de diciembre de 1998, cuando una importante porción del electorado compró – erróneamente - el discurso del candidato hugo chávez. No lo vamos a repetir. De sobra se sabe lo que comenzó a suceder y que, luego de 25 años, continúa ocurriendo. 

Es cierto que durante los 40 años de democracia se cometieron errores. Hubo ausencias y descuidos que a la postre provocaron desilusiones, incredulidad e inconformismo generalizado. Pese al indudable esfuerzo, no nos dedicamos a construir ni fortalecer un andamiaje institucional. Porque este país no necesita de más leyes, proyectos y dependencias administrativas, por ejemplo. Requiere – y siempre insistiremos en ello- del cumplimiento irrestricto de la constitución, de las normas que de esta deriven, pero también de la lealtad hacia la democracia y –en consecuencia- a la fortificación o robustecimiento de sus principales instituciones. 

Ahora algunos que se hacen llamar “libertarios” en venezuela, arremeten contra los partidos políticos, sindicatos, gremios, asociaciones de cualquier clase o condición y contra algunos organismos e instituciones que, mal que bien, son sujetos a rectificación, reacomodo y aggiornamento. Imitando a milei, plantean acabar con el banco central, pdvsa, ministerios, servicios, privatizar lo que encuentren, sin reparar que todo debe ser estudiado, justificado y ajustado a realidades, para no caer en precipicios políticos, económicos y sociales, por demás conocidos. 

Entre los “libertarios” y estos simulados “socialistas” apenas una línea muy fina los separa. Los guiones parecen estar de moda y para ambos las principales recetas tienen una similitud asombrosa. Al principio, todos promueven recortes, apertura, funcionarios competentes, reglas claras, grandes planes y cambios plausibles. Pero pocos, por no decir nadie, hablan de vigorizar las instituciones, corregir sus defectos y – por encima de todo- apuntalar la democracia. Por cierto, esto último, la “revolución bolivariana” en sus inicios lo cantaba a los cuatro vientos. Ahora, los “libertarios” apenas balbucean una que otra frase al respecto y solo hablan de economía y finanzas. 

Cuidado con los libretos que andan sueltos. Sus contenidos están llenos de imprecisiones e irrealidades. Han sido 25 años viviendo bajo unas recetas, externas o internas, que solo nos han llevado al fracaso y la pobreza. Diseñemos y llevemos a cabo planes propios, sensatos, prudentes y factibles. Atentos con los guiones. Y sobre todo los externos.

|*|: Especial para opinionynoticias.com