De un difícil tributo a la motocicleta
Escrito por Luis Barragán | X: @luisbarraganj   
Lunes, 09 de Octubre de 2023 00:00

altDécadas atrás, ilustradores muy creativos versionaron el escudo oficial venezolano con sendos surtidores o mangueras de gasolina

en lugar de las ramas de café y de caña de azúcar en sus laterales.  Hoy, quizá lo más representativo del siglo XXI, como eje de la sobredeterminante actividad comercial que explica al régimen, sería justo colocar un par de motocicletas a los lados: una de alta cilindrada y, la otra, baja, muy a tono con las mototaxis. 

Ciertamente, no se explica al régimen socialista sin las motocicletas. Desde tres perspectivas de realización, el símbolo por excelencia del chavismo trastocado en madurismo, anda raudo y decidido en dos ruedas, garantizándole una rápida respuesta a los grandes retos que confronta.

De un lado, la masiva importación y distribución del vehículo ha permitido paliar sostenida y simultáneamente dos asuntos cruciales por estos largos años de una agudísima crisis socio-económica. Al mismo tiempo que se convirtió en un suculento negocio en el poder al reemplazar las marcas tradicionales por las chinas, avalando cualesquiera acuerdos comerciales con el gigante asiático, le dio trabajo harto precario a los sectores más humildes de la población que todavía rivalizan por la transportación de las personas, el traslado de mercancías de las más increíbles dimensiones, etc.

Del otro, gracias a las motos de alta cilindrada, el régimen pudo vencer las legítimas y pacíficas oleadas de protesta ciudadana al movilizar instantáneamente todas sus fuerzas represivas, sin conmiseración alguna. Cual desinhibida, dinámica y temida caballería, el flujo masivo de los contingentes militares, porque la Guardia Nacional lo es, convertidos todos en centinelas con las consecuencias que acarrea resistírseles, significó y significa un recurso que todavía no se ha ponderado suficientemente: nunca antes fue empleada la motocicleta con tanta determinación y éxito, en los momentos y circunstancias más variadas, porque jamás la entidad castrense había encarado tan directamente la defensa del gobierno en la calle, día por día.

Luego, en este tan difícil tributo que puede rendírsele a la moto, desde hace varios años, es la expresión más acabada y consagrada de la anomia social que, en última instancia, le da soporte y explicación al socialismo del siglo XXI. Es demasiado ocioso repetir lo que ya es de universal conocimiento y ojalá no, resignación: la violencia cotidiana de conductores que no usan, ni sus pasajeros, cascos de protección, incluyendo a niños y recién nacidos, prestos a desgraciarle la vida a terceros inocentes al romper sus propias marcas de velocidad, incluso, en la autopista; como derecho adquirido, el empleo de toda zona peatonal de lo que antes se conocía como acera, añadida la circulación en sentido contrario a la señalización; la trasmutación permanente del delincuente en policía, y viceversa, dizque legitimando la delación como oficio, etc.

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