¡Siempre te recordaremos!
Escrito por Dr. Felipe Guerrero   
Domingo, 16 de Julio de 2023 00:00

altRecordamos que el miércoles 16 de julio de 1997, hace veintiséis años nació a la vida eterna el maestro Jenaro Aguirre.

En la mañana del viernes 18 de julio de ese mismo año, nos reunimos sus discípulos en la capilla del Colegio San Ignacio para compartir su Pascua de Resurrección. En la hora exacta de la finalización de su peregrinaje terrenal, quienes fuimos sus alumnos en «Los Hogares de APROFEP» hicimos una breve despedida cargada de inmensa gratitud a su legado que luego de más de un cuarto de siglo no deja de crecer, porque su herencia es inmortal.

Asegura el poeta que «Vivimos para construir recuerdos… y al recordar nos construimos», porque la nostalgia es el privilegio eterno de los hombres dignos y añorar, es el mayor homenaje a la memoria viva».

El maestro Jenaro Aguirre vive. En ese lejano mes de julio de 1997 plantamos su cuerpo mortal en esta tierra que tanto amó y todavía hoy, recordamos los versos de aquel hermoso mandato hecho poema: «No llores ahí de pie ante mi tumba / No estoy durmiendo en ella / Ahora soy los mil vientos que silban en la tarde / Soy los destellos que resplandecen en la nieve / Soy la luz del sol que madura las semillas / Soy la lluvia que cae suavemente en la tierra».

A esta hora nuevamente nos habla el maestro Jenaro Aguirre, nos habla a todos sus discípulos de  «APROFEP» y con el verso inmortal de Víctor Hugo nos dice a cada uno: «Mañana al alba, en el momento en que el campo se está blanqueando, /  Me iré. Ya ves, yo sé que tú me esperas. / Voy a pasar por el bosque, voy a ir por la montaña. / No puedo estar lejos de ti por más tiempo. / Camino con los ojos fijos en mis pensamientos, / Sin ver nada fuera, sin escuchar ningún ruido dentro, / Solo, desconocido, tumbado de espalda, las manos cruzadas, / Triste, y el día para mí será como la noche. /  Y cuando llego, voy a poner en su tumba /  Un ramo de un arbusto verde y flor de brezo».

Su partida no solo dejó dolor en sus discípulos más cercanos, sino que hoy como ayer  también genera pesar en todos quienes han luchado y luchan por la dignidad de la persona humana y por la justicia social.

Quienes fuimos sus alumnos, portamos con orgullo el estandarte de su testimonio y en esta hora la voz eterna del deber nos señala: «Puedes llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido... Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que nos  ha dejado».

Jenaro Aguirre fue un hombre de fe y de esperanza, esas virtudes eran los motores de su vida. Siempre estuvo animado interiormente por el Evangelio del Amor, inspirado por las bienaventuranzas, apasionado defensor de la dignidad trascendente e inviolable de cada ser humano. «Un hombre convencido de que la esperanza es el horizonte vital decisivo y que la justicia y la paz acabarán triunfando. Que todos nuestros esfuerzos en esta dirección darán su fruto, aunque no podamos verlo y  aunque no podamos decir ni cuándo ni cómo».

Existen hombres que sobreviven a la historia, porque fueron capaces de transformar la historia, porque fueron capaces de romper los cánones establecidos en busca de ideales, hombres que luchan pese a todo por ofrecer en el aula, en el templo o en la calle, lo más valioso que pueda tener el ser humano: La Esperanza. La esperanza en una vida mejor, en un mundo mejor a través de la educación.  Uno de esos hombres fue el maestro Jenaro Aguirre, por eso pertenece a aquéllos que se atreven a ponerse de pie y ver un camino de luz en donde los demás apenas ven sombras.

Qué afortunados quienes fuimos sus alumnos en «Los Hogares de APROFEP» y quienes  los que pudimos comprobar a lo largo del tiempo su nobleza de espíritu, su sencillez, su férrea determinación, la genialidad y claridad de sus ideas, su disciplina para alcanzar los más profundos ideales y esa generosidad de espíritu al servicio de los demás. 

En esta hora el poeta nos recuerda que «La muerte no es el extinguir la luz de un ser, sino el apagar la lámpara, porque ha llegado el amanecer... En el amor de Dios el misterio de la muerte es Dios mismo quien trasplanta una flor o un árbol que dio su fruto del jardín terrenal al jardín celestial para cumplir otra importante misión, yo diría la más importante dar alabanzas a Dios e interceder por los que seguimos peregrinando en esta tierra».

El miércoles 16 de julio de 1997, hace veintiséis años a la hora del nacimiento a la vida eterna del maestro Jenaro Aguirre, dije con palabras que quisiera mías:

«Maestro... Supe que partías... Sentí tristeza, las partidas son tristes, pero también supe que llegabas, que llegabas con una fuerza nueva a los educadores, a la gente del pueblo, a los oprimidos. Llegabas con la vida que da la muerte a los que luchan porque para los que mueren en brazos de un pueblo agradecido: El cielo se abre, el mundo se dilata y empieza al fin con el morir la vida.

Sembraste la esperanza, debemos abonarla, tenemos que regarla con sudor y rocío, para que crezcan y florezcan tus ramas militantes, tu árbol de utopías»

Maestro Jenaro Aguirre: ¡ Siempre te recordaremos !

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