¿Ser “revolucionario”? |
Escrito por Antonio José Monagas | X: @ajmonagas |
Sábado, 29 de Enero de 2022 00:00 |
Ante tan estrafalaria pregunta, muchas respuestas pudieran repararse dentro del sacudido mundo de la política venezolana. Sin embargo, pareciera interesante dar con alguna de ellas que recogiera parte importante de todo cuanto contiene tan patética estupidez. Pues aunque de entrada suene excesivamente subjetiva la apreciación a manera de pregunta, no es para menos que en medio de la crisis que ha incitado el actual régimen que se dice “revolucionario”, dar con una respuesta que, a manera de consideración, pueda compadecerse de las intenciones que asoma la Constitución de la República. Particularmente, cuando se presume que dicha “revolución” debe manejarse con principios de solidaridad, justicia social y democracia participativa entre sus fundamentos ontológicos y axiológicos. Carlos Escarrá, miembro del PSUV en sus últimos momentos de vida, dijo que “un revolucionario debe tener ética revolucionaria” (El Universal 30 Noviembre 2009, p.1–2). Y aunque sus palabras no establecieron diferencias entre la figura del militante del Partido de gobierno y la del “revolucionario”, su discurso resultó inconsistente toda vez que no sentó base alguna del concepto del “socialismo” pretendido. Menos aún, de la “revolución” planteada. No obstante, expuso su preocupación por la formación revolucionaria la cual exige contar con militantes “disciplinados” lo que no significa subordinación o mordaza, pero si leales en la acción e intensos y duros en el debate” (Idem). Enfatizó además que un “revolucionario” no puede ser una persona “pusilánime y genuflexo” al mismo tiempo. Pero las apesadumbradas realidades nacionales, revelan un cuadro totalmente distinto de la semblanza del “revolucionario” figurada por la utopía de Escarrá. Ni siquiera en quienes, carentes de la más mínima vergüenza, ejercen altos cargos de gobierno. En ellos no existe ningún componente de la formación revolucionaria que exaltaba Escarrá cuando compromete “una parte ideológica y otra instrumental”. Por el contrario, esos personajes son descaradamente serviles, introvertidos, sin capacidad y posibilidad para argumentar ideas debido a la vulgar sumisión que mantienen ante el jefe del régimen. Particularmente, por el temor de quedarse sin la inmensa ubre de la cual insuflan provechosas situaciones en beneficio personal. A decir por las deducciones que, en sitio, pueden elaborarse de ese “revolucionario” que es vulgarmente sumiso al régimen, y también ganado al modo de perseguir y condenar cualquier expresión y manifestación de resistencia democrática, su comportamiento en nada se corresponde con la de quien aprecia la vida y las esperanzas de un futuro construido sobre valores y derechos fundamentales. La conducta de estos “revolucionarios” de otoño, tal como se infiere de la crisis política que deprime al país, está apegada a la violencia no sólo política, sino física. Sus escándalos surgen de las obsesiones que los atormentan y que, sin duda, constituye la razón que los mueve a realizar actos atroces contrarios a reglas de civismo, ciudadanía, tolerancia, respeto, convivencia y ética social. Más grave aún, de honestidad. Cuando el mundo desarrollado se lía con la ignorancia encubierta por las fases del oscurantismo denominado ahora como “socialismo del siglo XXI”, Venezuela extravía el rumbo que le habría determinado la propia Constitución de cara al siglo XXI. Sin embargo las equivocadas tendencias gubernamentales, por el testarudo afán de identificarse con experiencias políticas y sociales superadas en términos históricos y culturales por países vecinos y no tan vecinos, han retrogradado la funcionalidad de sus instituciones y la idiosincrasia del venezolano a niveles impensados. Precisamente en el plano en que estas realidades adquieren obtusa razón, se depara la concepción del “revolucionario” en el contexto de la trastornada Venezuela. De ese individuo cuyos intereses parecen más comulgar con la antihistoria, la antipolítica y los contravalores, que con la idea de convivir y reconocer las capacidades y virtudes del otro. Del otro, que al igual que el que se endilga las capacidades de “revolucionario”, como él, puede igualmente tener tantas o más razones y argumentos para edificar una sociedad democrática y libre. Así piensan y actúan estos revolucionarios de pacotilla. Esos son quienes se arrogan la condición de “revolucionarios”. De esa manera, puede darse por respondida la pregunta sobre qué es ¿ser “revolucionario”?
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