En los últimos 15 días se han producido dos (2) hechos políticos relevantes por sus implicaciones y ejemplo para la política mundial, en dos potencias del planeta.

El primero en los Estados Unidos y el segundo en el Reino Unido,  cuyas consecuencias impredecibles, aún estamos por ver y difícil de pronosticar. 

Trump y un “favorcito”

La presidenta de la cámara de Representantes de los Estados Unidos, la señora Nancy Pelosi, hizo un comentario público que se convirtió en la frase de la semana política en casi todo el mundo, “El Presidente debe rendir cuentas, y nadie puede estar por encima de la ley”. Tal comentario se origina en un escándalo político originado por una conversación telefónica entre el primer mandatario Donald Trump y el presidente de Ucrania Vladimir Zelensky, a quien el primero le dice: “Quisiera pedirle un favor”. 

El “favorcito” consistía en que Zelensky, iniciara una investigación contra el potencial candidato de los demócratas y rival del presidente Trump, el ex vicepresidente Joe Biden y su hijo Hunter Biden por presunto tráfico de influencias en el pasado. La denuncia fue hecha pública por el Washington Post, a quien le llega la información a través de informantes, hoy día identificados y dispuestos a testimoniar, en una posible investigación que realice el Congreso de los Estados Unidos. 

Además de lo delicado del favor solicitado, está el hecho materializado en presiones políticas y económicas sobre Ucrania, y en concreto sobre su presidente, para que acceda y “coopere” en la investigación solicitada. 

La situación es tan escandalosa que Nancy Pelosi, quien ha sido reticente, a iniciar una investigación sobre la intervención de Rusia en las elecciones pasadas norteamericanas, no le ha quedado más opciones que involucrarse en este debate, acompañada por la bancada demócrata y el silencio de muchos republicanos, ante semejante tsunami, causado por un presidente que practica el abuso del poder, que viola los canales regulares de la justicia, que no tiene escrúpulos en aliarse con países extranjeros para influenciar en procesos electorales internos y propios de los Estados Unidos. 

Boris Johnson

El otro hecho no menos importante lo constituye una sentencia constitucional de la Corte Suprema del Reino Unido, dejando sin efecto y nula la decisión del primer ministro Boris Johnson, de suspender las funciones del parlamento. La Corte consideró que tal decisión del díscolo primer ministro no era más que un “coup” constitucional. 

La discusión constitucional y política se centraba en la independencia de poderes que debe regir en los países, doctrina fundamentada extensamente por pensadores como Jhon Locke, Montesquieu y JJ. Rousseau, entre otros. Palabras más, palabras menos: un poder ejecutivo no puede suspender y menos eliminar las funciones de un parlamento.

Toda esta discusión viene dada, por la negativa del Parlamento, para aprobar la propuesta de Johnson sobre el Brexit, que tras varias votaciones, se ratifica la posición del legislativo, en contra de la propuesta del primer ministro. Por lo que, toma la decisión de suspender las funciones del parlamento y acude a la Corte Suprema, con el resultado conocido.

¿Cuáles serán las consecuencias de esta decisión? Eso está por verse en los próximos días, ya que es evidente que el poder y las decisiones autocráticas  del primer ministro tienen un límite, y ese límite lo constituye el espíritu de las leyes, los principios constitucionales y el respeto por los demás poderes.   

Estos dos (2) sucesos, casi en paralelo, demuestra algo que ya un venezolano lo plasmó en un excelente libro; “El fin del Poder”, nos referimos a Moisés Naim. Afortunadamente, las redes sociales, el periodismo de investigación, los grupos de opinión, el desarrollo y empoderamiento de nuevos y viejos actores sociales, la transparencia de la información y el hecho de que cada día, es más difícil tener y mantener secretos, todo ello repercute en una “mineralización del poder”.

Los dos principales líderes y cabezas visibles de dos grandes potencias del mundo, en este momento, están en la defensiva política, con un alto riesgo de destitución. El mensaje para el resto de los países y en especial para nosotros los latinoamericanos, consiste en que no pueden hacer lo que venga en gana y menos tras bastidores y a espaldas del marco constitucional de sus respectivos países.  

De eso se trata la Democracia, la independencia y el respeto de los poderes, transparencia en el ejercicio de las funciones, entregar cuentas (accountability) respeto de los derechos humanos, cumplir y hacer cumplir la Constitución. 

Cuánto nos hubiéramos ahorrado los venezolanos, si en el año 1999 hubiésemos tenido una real independencia de poderes, magistrados en la Corte Suprema con la entereza suficiente para poder decirle al ejecutivo recién electo, que determinadas propuestas eran violatorias del orden constitucional y por lo tanto desde el juramento inicial, hasta todo un desmontaje y destrucción institucional no podían ser permitidas. 

Los resultados de aquella permisividad es un estado que no existe.