¿Negociar o no? |
Escrito por Luis Fuenmayor | X: @LFuenmayorToro |
Lunes, 15 de Abril de 2019 04:49 |
Afirmar, como alegremente lo hace Guaidó, suponemos en nombre de la oposición de la Asamblea Nacional (AN), de no dialogar, ni negociar, es inaudito y de una arrogancia digna de personajes de muchísimo mayor poder. Que Trump, Putin, Xi Jinping, la Primer Ministro inglesa o el Presidente de Francia, lo dijeran, que no lo dicen, se comprendería en el sentido de que tienen con qué, pero que lo diga alguien que no goza en su país de ningún poder real, si acaso el de Presidente de la Asamblea Nacional minusválida, es inentendible para quienes estén en su sano juicio. Que diga “no nos prestamos (..) a nuevos Zapateros”, no sólo es un desconocimiento del idioma, pues los apellidos en castellano no tienen plural, sino que reafirma una soberbia digna del ya difunto presidente Chávez. Siguen apareciendo las similitudes entre ambos Mesías, afirmación que no agrada a los bandos en pugna, lo que lejos de hacerla incierta la hace digna de ser analizada. No contento con todos los disparates anteriores, Guaidó declara textualmente que “es muy prematuro” para aplicar el artículo 187, utilizando exactamente las mismas palabras de Abrams, gringo encargado por Trump del desarrollo de sus políticas en Venezuela. Esta afirmación de Guaidó hace más que evidente su conexión con y sumisión ante las decisiones estadounidenses. No había querido escribir tan crudamente como hoy lo hago sobre el Presidente de la Asamblea Nacional, pero sus desvaríos y el entorpecimiento que sus políticas significan para una salida constitucional y democrática de la crisis actual, me obligan a colocar por encima de cualquier consideración los intereses de la nación venezolana. No los intereses del gobierno de Maduro, como algunos fanáticos gritarán al leer este artículo; esos intereses desde hace mucho tiempo son claramente anti nacionales, sino los intereses de Venezuela que no quiere invasiones, ni amenazas extranjeras de ningún tipo; que no quiere aumentar su sufrimiento sino superar la crisis. La historia venezolana está llena de diálogos, negociaciones y acuerdos: Miranda y Monteverde en 1812, Bolívar y Morillo en 1820, Rojas y Guzmán Blanco en 1863, el Pacto de Punto Fijo en 1958, Chávez y la oposición venezolana 2002-2004. Otro tanto se ha dado en el resto de América Latina y en el mundo entero, en algunos casos con distintos grados de cumplimiento por las partes, lo cual no necesariamente descalifica el mecanismo sino en todo caso a quienes firmaron los acuerdos. Si los grupos enfrentados no tienen capacidad para doblegar al contrario en un tiempo razonable, o si el costo de la victoria de un grupo sobre el otro es muy grande y dañino para la nación, es obligatorio, pragmática y éticamente, la realización de conversaciones y negociaciones, que permitan salidas consensuadas más rápidas y menos costosas para la sociedad. Es por tanto inentendible e injustificable que alguien se pueda negar a asumir esta civilizada vía. El problema de Guaidó, de Voluntad Popular, de la oposición apátrida en el extranjero y de quienes en Venezuela los siguen, es que quieren imponerle al país una salida violenta y anti nacional, totalmente reñida con la Constitución y la democracia, ajena a los venezolanos y a sus intereses, que desprecia incluso el pronunciamiento del país, arrogándose la representación que no tienen. Las distintas fuerzas de la AN deben decidir si continúan siguiendo estos despropósitos o si asumen una vía constructiva. Y aclaro que no me estoy refiriendo en este momento al éxito o no del 1, 2, 3 de la ruta de Guaidó; eso ya lo he hecho en artículos previos recientes. Dejo claro que incluso si su ruta terminara triunfando, como consecuencia de una invasión extranjera, no la apoyaría pues dejaría al país en una situación de debilidad extrema y víctima de la voracidad de nuestros vecinos y de las empresas transnacionales petroleras, mineras y de todo tipo. Significaría la destrucción de la nación y nuestra práctica desaparición.
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