La bovera |
Escrito por Nicomedes Febres Luces |
Lunes, 24 de Septiembre de 2018 05:35 |
Siempre me interesa la Historia Política de Venezuela más allá de los detalles necesarios, pero mucho más me atrae lo que tiene que ver con las creencias, costumbres y valores de nuestra Historia Social, en especial de nuestras mujeres porque creo que debemos conocer mucho más los valores de la mano que mece la cuna. Ella es la que forma, deforma y construye a todos los actores de la vida social. Desde luego, la vida colonial y buena parte del comienzo de la vida republicana estuvo dirigido por la Iglesia y avanzado el siglo XIX, ya con el gobierno del general Guzmán Blanco se estableció una suerte de relación socarrona entre la Iglesia y el poder político partiendo de la base en la que el poder económico en Venezuela nunca estuvo en manos de la Iglesia, un poco porque nunca fuimos un país con gran riqueza minera y lo mejor de la burocracia real y del sacerdocio católico español fue enviado a los virreinatos donde estaba el oro y la plata. Muchos de los párrocos y curas doctrineros dependían de los terratenientes dueños de almas y haciendas productoras de la riqueza agropecuaria y esa hay que trabajarla. Quizás el tiempo de los obispos Diego Antonio Diez Madroñero y Mariano Martí en la segunda mitad del siglo XVIII fue la mayor época de fervor religioso por ser un par de curas muy apretados. El Dorado nunca pasó de ser un cuento chino hasta el tiempo de Berrios y Walter Raleigh, después, más dividendos obtenía el monarca en Lima, México, Buenos Aires o Bogotá que en Caracas. Fue a través de la Revolución Francesa y la lectura de sus enciclopedistas y de la experiencia haitiana que eso llegó más a Caracas que a otra ciudad de América latina. En Haití, el país más rico de América entonces, cuajó esa visión de lucha social y por eso los esclavos exterminaron a los blancos y no existen blancos haitianos. Con esa experiencia y tradición oral fue que se forjó el gran ideologo de la contrarrevolución independentista, que fue José Tomás Boves. No es que haya escrito algo, es que interpretó la visión socialista de los haitianos ante la realidad de la lucha independentista con una pregunta lógica: cómo quedamos nosotros con esa vaina, o que ganamos nosotros los negros y zambos con esa lucha? Así Boves propuso lo que propone cualquier demagogo y resentido como él: ternera y puerta franca sin que eso representase un programa social o una exaltación del trabajo, completado con la frase: el que venga atrás que arreé. O sea, Dios proveerá. He allí la ideología, la táctica y la estrategia de sectores de ese estamento social, una política práctica muy similar a la cotidianidad de los marginados de entonces y de ahora. De modo que se impuso la destrucción de la riqueza de la tierra, la legitimación de la violencia y el saqueo sin razón para destruir cualquier visión de riqueza y construcción del país. Ya en la República todos los caudillos probaron copiar el modelo de Boves para tomar el poder en nombre del pueblo. El general Gómez fue solo un hombre que trató de meter en cintura a ese caos y esa ideología de Boves, que reinterpretada por gente del pueblo llano terminó siendo la Revolución de Octubre de 1945. Luego sus padres rectificaron y gente como los presidentes Betancourt y Leoni trataron de buena fe de enmendar el desastre del trienio 1945 – 1948 y por la alianza social de todos el país prosperó durante la Cuarta República a partir de 1959. Sin embargo en el trienio la Bovera fue actualizada y en el mundo subyacente persistió esa visión y es lo que siempre he llamado “lo adeco” como sinónimo de lo popular. Lo que vivimos desde 1999 no es más que la acabada puesta en práctica de la ternera y puerta franca seguido del quien venga atrás que arree recubierto de ese pasticho rojo rojito que es el socialismo. Y hoy el socialismo no es más que la reinterpretación de la puerta franca y la ternera para todos, pero ahora la puerta la vendieron o se la tragó el monte porque no la cerraron y se acabaron las terneras en el campo porque se las comieron o se las robaron. Más allá no hay nada.
En la foto mi obra de arte favorita del siglo XIX. Una acuarela pintada por Anton Goering con una escena de la violencia permanente alrededor de la comida, eso si, sin trabajarla. Se llama la bodega y el coronel negro |
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