El desafío de los hondureños |
Escrito por Asdrúbal Aguiar (abogado) |
Sábado, 27 de Junio de 2009 23:22 |
![]() La lectura simple e interesada de los hechos - ¡no podía faltar – pretende indicar que el presidente Zelaya está siendo desafiado en su autoridad como Jefe de Estado y Comandante en Jefe del estamento castrense de su país, por un oficial insubordinado, a quien el primero destituye, provocando la renuncia en seguidilla de el Alto Mando Militar. Lo cierto es, sin embargo, que así como Chávez se deja colonizar - material y emocionalmente - por la fuerza invasora de los cubanos, quienes dictan aquí cuanto ha de hacerse en materia política y de seguridad y hasta los funcionarios de la Isla se pasean altaneros por nuestros cuarteles y oficinas públicas profiriendo órdenes a sus soldados y empleados, aquél pretende hacer otro tanto con Honduras de la misma forma que lo hace con Bolivia. ¡A Chávez lo mandan los Castros y éste, en desquite, busca hacer sentir su mando sobre los títeres que ocupan algunos gobiernos de la región, a quienes les compra voluntad y dignidades con los dineros corruptos del petróleo! Zelaya, en vísperas de concluir su mandato, quiere seguir aferrado al “coroto”, tanto como lo hacen, con desprecio sumo por la democracia, sus colegas de la logia de “recogelatas” y vividores que en mala hora se hacen de parte de la América Latina, a saber y por lo pronto, el citado binomio Castro-Chávez, Morales, Correa, y Ortega, y uno que otro Primer Ministro del Caribe Oriental. A éstos Zelaya les pide con urgencia la fórmula secreta para reelegirse ad aeternum, hasta que la vida se le vaya poco a poco como al genocida de La Habana. Y el propio Chávez, quien la conoce, la practica desde los inicios de su mandato, y la perfecciona con el auxilio cubano, diligente le envía sus aviones repletos con los insumos que le permitan al gobernante centroamericano realizar una constituyente y volar en pedazos a la institucionalidad en vigor. ¡Y es que la Constitución hondureña no acepta el desaguisado, como no lo permite la Constitución nuestra de 1961, que se carga Chávez con la anuncia de la vieja Corte Suprema de Justicia! Los jueces supremos de Honduras han decidido no tragarse la ilegítima jugada y el jefe de la Fuerza Armada – reaccionando con coraje y la dignidad que otrora muestra nuestro Ejército de Libertades, pero hoy olvidada – le manifiesta a Zelaya no estar dispuesto a acompañarlo en el asalto golpista planteado. El propio parlamento – verdadera expresión de la soberanía popular – se suma a la defensa del Estado de Derecho y hasta el Fiscal General se ve obligado a exigirle a Zelaya que respete la Constitución y las leyes. Es aquí y a esta altura cuando Zelaya acude presuroso al Consejo Permanente de la OEA y a su secretario, el inefable José Miguel Insulza, para que lo ayuden y le ofrezcan asistencia. La resolución del órgano hemisférico – cabe observarlo – es más que ortodoxa. Se limita a señalar que el gobernante de marras, de acuerdo al artículo 17 de la Carta Democrática Interamericana, pide apoyo dado el “riesgo” a que se encuentra sometido el proceso político institucional y el legítimo ejercicio del poder en Honduras. Y el Consejo resuelve acoger el petitorio del “gobierno constitucional y democrático” que se empeña ahora en dejar de serlo, insta a los distintos actores de la vida hondureña a resolver la crisis con apego al Estado de Derecho, y ordena que una Comisión Especial con Insulza a la cabeza analice los hechos y favorezca el diálogo nacional. De modo que, el comportamiento de la OEA resulta, teóricamente, impecable. ¡Albricias! Basta saber, sin embargo, si ella entiende, acaso, que la gobernabilidad democrática tiene en los Jefes de Gobierno democráticamente electos apenas una pata. Las otras tres, con tanta o más legitimidad que la del presidente o cabeza del poder ejecutivo, son la soberanía popular representada en la legislatura, la Administración de Justicia independiente, y la propia sociedad civil. Pero, todos a uno, como lo exige la Carta Democrática que hoy se invoca con premura luego de verse tantas veces violentada, han de sujetar sus actuaciones al Estado de Derecho. Por lo visto, es Zelaya quien, con la complicidad activa del “invasor invadido”, el soldado ex golpista Chávez, pretende, mediante artilugios y apelaciones populistas, matar a la democracia y a la constitucionalidad de su pequeña patria para el fin cierto y único que anima a todos los dictadores, autócratas ilustrados y revolucionarios que de tanto en tanto hacen presa de la vida y destino de nuestros pueblos: cogerse el mando a nombre de los excluidos, y disponerlo groseramente, de un modo personal y para el usufructo propio de los primeros. Ojala – es un milagro – que la misión de la OEA entienda su desafío y le devuelva su prestancia a la menguada organización hemisférica, que desmonta y descalifica cada vez que puede el mismo Chávez y cuyos burócratas, para sobrevivir, prefieren mudar y con ellos hacer mudar al Sistema Interamericano, mutándola en una multinacional de la satrapía. ¡Esperemos atentos, pues! Breves - No recuerdo con exactitud la afirmación, pero Rafael Caldera, durante su primer mandato y en discurso que realiza ante el Congreso de los Estados Unidos – en un inglés diáfano que aprende en casa – acuña que más grave que el imperialismo es la mentalidad colonial que roe en no pocos de nuestros compatriotas. En esa afirmación pensé al ver desfilar, encabezando a nuestra Fuerza Armada y en presencia de quien tiene la obligación de salvaguardar nuestra dignidad de nación, a oficiales del ejercicio ocupante, quienes todavía endosan la divisa de vieja inspiración soviética. ¡Qué oprobio para los venezolanos! - Las “focas” que desde la Asamblea Nacional rinden culto cotidiano al “hiperlíder”, han perdido hasta el instinto animal de la supervivencia. Al aprobar como lo hacen la denominada Ley Sapo, mediante la reforma del Código Orgánico Procesal Penal, a fin de permitir a las empresas de telecomunicaciones grabar los diálogos y conversaciones telefónicas o íntimas de cualquier ciudadano sin previa mediación judicial, no advierten que las revoluciones se engullen, en primer término, a sus propios seguidores, en especial a los más rastreros. No quiero imaginar a nuestros compatriotas espiando a sus padres y éstos a sus hermanos e hijos o a los amigos de siempre, por atender a los desvaríos de un “invasor invadido”, sólo anidado por el odio profundo que el “castro-fidelismo” tiene por los causahabientes e hijos del suelo que vio nacer al Padre Libertador, Simón Bolívar. |
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