Venezuela: una fotografía en blanco y negro
Escrito por Iván R. Méndez | X: @ivanxcaracas   
Viernes, 14 de Abril de 2017 09:28

altLa polarización que vivió Venezuela entre chavistas (movidos por la ideología del odio y el resentimiento que impulsó Hugo Chávez) y opositores, hoy deviene en una más radical:

el Estado (con la fuerza armada, el poder judicial y el ciudadano hincados de rodillas ante el poder ejecutivo) y sus paramilitares versus toda la población civil.

Esa es la fotografía que el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y otros importantes líderes, muestran al resto del mundo.

El régimen chavista-madurista, desde sus inicios, ha creado alianzas con grupos extremistas (de guerrilla a facciones terroristas islámicas), redes de narcotráfico y crimen organizado anticipando la hora cero de la civilidad, cuando el juego de la simulación democrática (ayudada por el flujo de petrodólares) pierda eficacia y, al caer la máscara, muestre a una narcodictadura militar.

La dictadura, en plena Semana Santa asesina a los civiles que protestan por la restitución del orden constitucional,  ataca con bombas lacrimógenas (algunas lanzadas desde helicópteros) a hospitales, centros comerciales, edificios residenciales y practica detenciones masivas como lo denunció la Universidad Católica Andrés Bello en un reciente comunicado .

En casi cuatro lustros, el chavismo-madurismo reconfiguró, hasta aniquilar, la modernidad institucional iniciada por Eleazar López Contreras en 1936 y profundizada, con altibajos, por Isaías Medina, Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos y los presidentes sucedáneos del Pacto de Punto Fijo. La tecnología política (una mezcla de nazismo y socialismo cubano) desplegada por Hugo Chávez recurrió a la violencia sistemática para configurar dos polos ciudadanos: los  que aplaudían al Socialismo del Siglo XXI (definido por expropiaciones, corrupción e ineficacia redistributiva) y quienes decidieron defender el modelo democrático desplegado desde 1959. A diferencia del período democrático, que impulsó la búsqueda del progreso para los rezagados del sistema, el chavismo prometió igualdad de clases (por lo menos de las que estaban fuera del anillo del poder, que se enriquecen en segundos) y, como pasó a lo largo del siglo XX, esa pesadilla igualitaria devino en totalitarismo, aunque en una versión petro-tropical.

Hoy, Venezuela, es el país con una de las tasas de homicidios más altas del planeta. La nación padece una galopante inflación de tres dígitos, el regreso de enfermedades superadas a mediados del siglo XX  y la escasez de alimentos y medicinas más atroz del continente americano. La paradoja es que el régimen madurista no implementa políticas públicas destinadas a resolver esos problemas, sino que invierte los recursos del Estado en propaganda para maquillar-ocultar la realidad y, sobre todo, en fortalecer sus aparatos represivos: Guardia Nacional, Policías y grupos paramilitares (denominados, en la neolengua totalitaria, como colectivos y milicias bolivarianas).

Pero llegó el momento del hastío de la Sociedad Civil: cuando  intentaron asaltar y anular a la Asamblea Nacional, que es el último espacio de resistencia de la población democrática. Desde el régimen, improvisaron atenuar la medida, pero la gente subió el listón y ahora pide, a gritos, cinco condiciones mínimas para un posible repliegue:

  • restituir todas las funciones de la Asamblea Nacional y eliminar la inconstitucional figura de  “desacato”;
  • liberar a todos los presos políticos y levantar medidas de persecución que mantienen a docenas de venezolanos en el exilio;
  • convocar, en forma inmediata, elecciones generales;
  • levantar la inhabilitación política al gobernador Henrique Capriles;
  • calificar, como “falta grave”, las decisiones de los jueces del Tribunal Supremo que ocasionaron la ruptura del orden constitucional. Enjuiciar y apresar a esos jueces.

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A pesar de la presencia masiva en las calles y la resistencia mostrada por los venezolanos en diversas ciudades del país, el régimen trata de repetir el guion nazi-cubano: represión desmedida, campañas de desinformación y noticias falsas, saqueos (realizados por sus paramilitares), ataques a figuras públicas (el caso del Cardenal Urosa Sabino) y promesas de regalos para los sectores D y E. Pero esas  “medidas” no están surtiendo el efecto esperado, al contrario, la represión inhumana atrae a nuevos inconformes que protestan en sus zonas de residencia, pero también se desplazan hacia las marchas y concentraciones convocadas por la Unidad Democrática, que luego el régimen agrede con criterio de enemigo de guerra. ¿Cómo se informa la gente del estatus de la represión oficial? a través de las redes sociales, algunos medios digitales y emisoras de televisión internacionales (censuradas en Venezuela) como CNN en español y NTN24. La vergüenza para los venezolanos son los periódicos y las emisoras de televisión y radio nacionales, que censuran esta información e incluso la tergiversan.

La fotografía de Venezuela es la de un país en rebeldía activa, que invoca el Artículo 350 de la Constitución ("El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos") y que ya no se detendrá hasta conseguir un retorno a la Democracia que nos legaron quienes lucharon contra el penúltimo dictador y lo obligaron a escapar, como rata, en 1958.

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