Donald Trump, el terror, USA y Venezuela |
Escrito por Antonio Sánchez García | @sangarccs |
Miércoles, 27 de Julio de 2016 00:05 |
No ha llegado Donald Trump al extremo de amenazar con freír las cabezas de demócratas y liberales de izquierda “No porque un pueblo carezca de la fuerza o la voluntad de mantenerse en la esfera de lo político, desaparece lo político del mundo. Lo que desaparece del mundo es un pueblo débil.” Carl Schmitt, El concepto de lo político.[1] Los países tienen intereses, no amistades, dice la conseja. Si bien, siguiendo las coordenadas de la política, según Carl Schmitt, tienen amigos y enemigos. Nada nuevo. Hace un siglo, Europa se destrozaba en las trincheras de Valmy y Verdun y millones de cadáveres sembraban los caminos de Francia y Alemania. Treinta años después seguían destrozándose, multiplicándose los cadáveres, siendo asesinados millones de judíos por causas horrendas, dejando caer la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. La paz de Postdam tampoco trascendió los cementerios: no ha habido un solo año desde el fin de la Segunda Guerra Mundial que no se haya cuajado en sangre. Hasta llegar al desiderátum del horror: el terrorismo, no como excepción a las reglas de las caballerosas leyes de guerra de tiempos pretéritos ni acotada al corazón de Europa, sino como práctica globalñ, cotidiana e inmediata de inmensos conglomerados humanos – ya son bloques planetarios - que han asumido la guerra como un hecho total y el terrorismo como práctica acostumbrada. Es la causa del terrorismo: la dramática desaparición de grandes, de inmensos espacios vacíos y la consiguiente reducción de las distancias provoca la tentación de la mutilación inmediata. De esa dramática reducción de las distancias, determinada en gran medida por el progreso en los medios de transporte gracias al vapor, la electricidad y la telegrafía, esperaba el político, diplomático y finalmente sacerdote español Juan Donoso Cortes a mediados del siglo XIX la conformación en el XX de gigantescos conglomerados totalitarios. Acertó. Sólo que con el abisal progreso de las telecomunicaciones telemáticas la guerra se desplaza del lejano campo de batalla de la Primera y la Segunda Guerra Mundial a la esquina aledaña de nuestras ciudades. El terror duerme y cohabita con nosotros. Si los medios señalados se hubieran enfrentado, desde los tiempos de su golpe de Estado y su campaña presidencial – cuando esgrimiera la amenaza de las sartenes hirvientes contra adecos y copeyanos - a Hugo Chávez con la misma ferocidad y la misma virulencia con que rechazan a Donald Trump, no digo que le hubieran dificultado la faena. Pero hubieran permitido creciera la conciencia del horrendo mal que se cocinaba en los cuarteles venezolanos. Como no lo hicieron, sino cuando ya no suponía ninguna gracia, permitieron que su grato presidente demócrata Barak Obama - incluso el menos grato republicano George Bush hijo - jamás denigrado, miraran de soslayo, renunciaran a cumplir el papel que les hubiera correspondido en la región y siempre grato a los editorialistas jamás blandieran la espada contra el terrorismo, el narcotráfico y la dictadura que se cobijaban en las sobaqueras del caudillo y su estado narco forajido. Llegando al exabrupto de respaldar a la tiranía cubana y no tocar, ni con el pétalo de una rosa, al agente cubano que nos desgobierna. No se diga encarcelar a sus narcotraficantes trisoleados. Hoy, cuando el terrorismo con el que el chavismo gobernante ha mantenido las mejores relaciones de convivencia, ya amenaza con invadir sus hogares, se alzan indignadas las huestes de Trump y buscan las demócratas de Clinton, con la cola entre las piernas, ver modo de cohabitar con una peste que parece haber llegado para quedarse. De modo que sin que sienta yo la menor simpatía por Donald Trump, menos la sienta por Hillary Clinton. Que los electores decidan. Talvez, como lo advertía con desesperación y hasta el momento mismo de su muerte la heroica periodista italiana Oriana Fallaci, sea demasiado tarde. Al parecer, en Italia ya hay más minaretes que campanarios. Nosotros a lo nuestro: salir de la dictadura con nuestras propias fuerzas. Sería una gran contribución para frenar el despliegue de la Yihad en América Latina. |
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