Decreto de guerra a muerte
Escrito por Charito Rojas | @charitorojas   
Miércoles, 27 de Abril de 2016 06:47

altEl gobierno ha tomado la medida de ahorcar a la población, con un drástico corte eléctrico diario, los 7 días de la semana

“Todas las cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo”.

André Gide (1859-1951), escritor francés.

Estamos en guerra. Una guerra declarada por el gobierno contra las instituciones democráticas, por el hampa contra los ciudadanos, por corruptos contra su país, por la desidia canalla de la “revolución” contra la vida de los venezolanos.

Los periodistas, cronistas de la historia diaria de la  nación, reportamos desde hace años el camino  por el que conducía al país el finado y sus herederos: lo declaraban los expertos, los analistas coincidían en sus pronósticos, los índices internos confirmaban el declive en todos los aspectos, las firmas económicas internacionales rebajaban cada vez más la calificación del país. Y nosotros veíamos en la calle los resultados del discurso de odio y retaliación, de las locas políticas económicas, de la carencia de gerencia y competitividad en los más altos niveles, de la ausencia de remordimientos y enmienda en acciones perjudiciales para el país.

Revisando artículos pasados, encuentro que en 2007 ingenieros que habían trabajado en Corpoelec y sabían del abandono de los proyectos a largo plazo y del mantenimiento preventivo, advertían de un colapso en la red. Que se produjo, pese a las advertencias y a los miles de millones dispuestos para “emergencias eléctricas” y que se esfumaron por el albañal de la corrupción. Hasta el día de hoy, el gobierno no ha revisado las cuentas en el exterior de los funcionarios que le pusieron la mano a esas mil millonarias partidas y que hoy disfrutan de cómoda vida de ricachones en Europa, su destino favorito.

En cambio, el gobierno ha tomado la medida de ahorcar a la población, con un drástico corte eléctrico diario, los 7 días de la semana, que no solo está alterando la vida doméstica ya de por sí al borde de un ataque de nervios, sino que extingue los pequeños brotes comerciales e industriales que aún quedan entre este piélago de empresas expropiadas, cerradas o quebradas. Sin piedad, dejan sin energía a hospitales, clínicas, centros comerciales, industrias y comercios, barrios y zonas residenciales. Sin luz quedan los respiradores de enfermos terminales, hay pérdidas tremendas en industrias que deben reiniciar diariamente todos sus sistemas después del corte. Solo 2% de los centros comerciales en el país están preparados para afrontar los cortes.

Y el discurso gubernamental afirma que es culpa de todos ellos que no se compraron sus plantas de autogeneración a tiempo. Como si el régimen no hubiese expropiado las empresas eléctricas privadas que funcionaban bien en las regiones, para centralizarlas en su obsesión de controlarlo todo, con el obvio resultado de su destrucción, gracias a la ineptitud y mala intención típicas de sus acciones.

El corte eléctrico es letal para Venezuela: ya en varios estados se han registrado indignadas protestas, el comercio advierte que no podrá permanecer abierto bajo este régimen y con todas las cargas laborales e impositivas que afrontan, la industria que aún produce, está en planes de contingencia. En apenas días del racionamiento, la asistencia escolar se ha reducido, así como la producción.

Si este fuera el único problema que encaran los venezolanos habría modos de sobrellevar la situación. El desabastecimiento de alimentos ha llegado a niveles alarmantes y ni el hambre conmueve a un gobierno que está acostumbrado a manejar las voluntades de sus electores apretándoles el estómago. El reparto de bolsas casa por casa es una infamia con el nombre y apellido de Nicolás Maduro, sólo la obtienen quienes estén registrados por el consejo comunal, que se han convertido en los sapos cancerberos de su comunidad. Si no firmas la planilla rechazando la ley de amnistía, no hay bolsa de comida para ti. Lo lamentable es que el hambre hace que se borren los límites de la dignidad humana. Y más asqueante aún que un gobierno se aproveche de ello.

El 85% de los venezolanos no cubre la canasta básica. Las medicinas registran un 90% de desabastecimiento. Clínicas y hospitales tienen quirófanos y servicios cerrados por carencia de equipos y repuestos. Los episodios de saqueos a abastos, camiones y farmacias se han multiplicado en relación directamente proporcional al hambre y la necesidad que ya corroe la sensatez. Eventos como robos de bolsas con comida son diarios, madres que lloran la pérdida del pote de leche que tanto les costó conseguir o la harina que sería el desayuno de sus hijos esa semana o padres que mendigan el tratamiento de su hijo con cáncer. Estas escenas de llanto y de dolor, compiten con las de furia en las colas, peleas con muertos y heridos. Un pueblo matándose por la comida, que dedica todo su tiempo a subsistir y que no escucha las explicaciones de los expertos y tampoco el discurso bobalicón de la guerra económica.

Hace tres meses, la Cámara Venezolana de la Industria de Alimentos advirtió que presentaban niveles críticos de materia primas, empaques, repuestos e insumos. El presidente de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, dio al gobierno una receta de siete puntos para activar la agroindustria. Entre ellos, el pago o al menos abono a la deuda de más de 1.600 millones de dólares a proveedores externos. Hoy vemos el resultado de la sordera criminal del gobierno a este clamor. Como muestra un botón: Cervecería Polar ha paralizado ya tres de sus cuatro plantas de cerveza y malta porque el gobierno no le da dólares para importar cebada malteada, algo que no se produce en ningún país tropical. La respuesta del gobierno vino en boca del Vicepresidente Istúriz, quien  con su blanca sonrisa dijo: “Que rompan el cochinito”. O sea, que se j… todo el mundo, no nos importa.

Y no les importa porque creen que su arbitrariedad va a ser mantenida para siempre por los mercenarios del TSJ y del CNE, por las prebendas que dan a los militares, por el manejo totalitario de los pocos recursos del país.  Juegan con el hambre, con la desesperación, se burlan con cadenas llenas de despropósitos y ridiculeces.

Hay un decreto de guerra a muerte contra el pueblo, que sabe que sólo sacando este gobierno del poder podrá tener un rayo de esperanza a mediano plazo. Es una jugada peligrosa aferrarse al poder bloqueando un constitucional revocatorio. No les importa la catástrofe, porque creen que en ella van a reinar a cuenta de la bota militar. Saben que tienen cualquier elección perdida, por eso prefieren lanzar el país al precipicio antes de ir a las urnas. En esta oscuridad, nadie sabe de dónde vendrá el primer disparo. Pero lamentablemente, vendrá.

 

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