Pruebas de ineficiencia
Escrito por Luis Pedro España N.   
Viernes, 06 de Noviembre de 2009 08:00

altLes garantizo que es más sencillo llevar electricidad a una ciudad que educar a los niños y jóvenes de cualquier centro poblado del país. Quien puede lo mucho, hace lo poco, dice el refrán. Por corolario, quien no hace lo poco menos puede con lo mucho. Las ineficiencias del Gobierno en la prestación de servicios públicos y la construcción de viviendas, es decir, en la ejecución de políticas que por su naturaleza son mucho más estandarizadas y con grados de incertidumbre mucho menores, evidencian que si no pueden con esos, pues menos pueden en tratar de mejorar servicios tan complejos como los educativos y de salud.

Las obras físicas e, incluso, el mundo de los negocios y la economía tiene indicadores precisos desde los cuales orientar su acción. Saber cómo van las cosas, cuántos metros de presa se han construido, cuántos kilovatios se producen y trasmiten o cuánto fueron las ventas el mes anterior, es mucho más sencillo de conocer que cuántos de los 500.000 niños que pasaron de primero a segundo entienden lo que leen, o cuántas fueron las personas que dejaron de fumar gracias a las campañas preventivas de salud.

El gerente social, llámese ministro o director de escuela, cuando no docente de aula, debe construir sus indicadores de gestión e impacto para saber cómo van las cosas.

Si no los produce o son engañosos porque tienen por fin dar la impresión de que todo va bien, sencillamente, conduce aquello a ciegas, con todas las ineficiencias y sorpresas que ello supone y, además, sólo se entera de que las cosas van mal cuando los niños repiten o desertan, los pacientes se enferman de cosas que se presumían controladas o superadas. Cuando no ocurre algún escándalo público por una intoxicación colectiva en un preescolar, la contaminación de pabellones, la muerte inexplicada de neonatos, o cualquiera de las muchas noticias de este tipo que todo los días cubren las páginas de los periódicos.

Si en los indicadores de gestión no se puede dar cuenta de buenas prácticas, se debe recurrir a indicadores gruesos, de tendencias inerciales, de grandes promedios que esconden las diferencias y las desigualdades territoriales, para continuar montando cuadros de armonía.

Engañar u ocultar con cifras es de los deportes más utilizados por los gobiernos. Tal insinceridad no importaría si por lo menos se contara con los indicadores que sí les dan razón a las burocracias sociales de dónde están las fallas para que, entonces, se corrijan. El problema no es que las cifras se ocultan o maquillan, es que no se tienen.

¿Sabe el ministerio cuál ha sido el rendimiento de las distintas promociones educativas? ¿Saben los gerentes del IVSS cuál es el nivel de sus pensionados más allá de que se supone que cobran una pensión? ¿Saben los ministros de Tecnología e Industria cuánta capacitación reciben los trabajadores en las pocas empresas manufactureras, y los niveles de actualización tecnológica? Y, además de saberlo, ¿alguien tiene por allí un plan que no sea intuitivo o una simple ocurrencia de domingo al mediodía? La complejidad de las mediciones, los indicadores y sus verdades, junto con los problemas para programar o planificar planes atados a seguimientos, hacen que sea mucho más difícil la gerencia en el área social que en cualquier otra.

Si hoy nos falta el agua, la electricidad y la basura nos traga, téngalo por seguro que las escuelas, los liceos y el sistema de salud están mucho peor.

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Fuente: El Nacional


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