La historiografía moderna sostiene, como un hecho incontestable, que la socialdemocracia y la democracia cristiana son las dos grandes corrientes políticas que definieron el siglo veinte y su pensamiento social. De su seno derivaron otras corrientes que, no obstante las variaciones expuestas e impuestas por las particularidades de la realidad específica de las naciones que las vieron nacer, se mantuvieron dentro de la línea de pensamiento medular originaria. Asimismo, las organizaciones políticas que resultaron de sus derivaciones.

En el caso de la socialdemocracia resulta clara y definida esa evolución. Fundada originalmente por Karl Marx y Federico Engels, la socialdemocracia mundial vivió varias fracturas, siendo la principal la sufrida de manos de Vladimir Ilich Lenin, que dio origen a la Tercera Internacional, o Internacional Comunista, justo al finalizar la Primera Guerra Mundial. De esa experiencia nacieron todos los partidos comunistas en todo el mundo.

En la Venezuela moderna, tanto la ideología denominada de izquierda, como las organizaciones que la encarnaron y la encarnan, tienen un origen que es anterior a la existencia de las organizaciones que terminaron materializando la otra corriente del pensamiento político del mundo contemporáneo.

En efecto, la primera y principal organización política venezolana fundada bajo la égida del pensamiento izquierdista fue el Partido Comunista de Venezuela. De su seno, de su pensamiento y de su influencia, nacieron o se desprendieron organizaciones cuyo accionar marcaron y definieron el curso y el destino de más de un período histórico de nuestra nación; como la principalísima Acción Democrática.

Mención aparte merece el nacimiento y accionar de Unión Republicana Democrática, también derivada de la influencia pecevista y que actuó al lado de A.D. y el demócrata cristiano Copei, no sólo para combatir los regímenes militares de López Contreras, Medina Angarita y Pérez Jiménez, sino, fundamentalmente, para darle forma y contenido al denominado Pacto de Punto Fijo, principal plataforma política en la que se basó la unidad de toda la nación, a partir de 1958, y que posibilitó la construcción de las bases sobre las cuales se edificó la democracia venezolana. El principal líder urredista, Don Jóvito Villalba, llegó a rivalizar en tal medida con el propio Rómulo Betancourt, que no sólo fue el candidato alterno a la presidencia de la república en 1958 presentado a la consideración de la nación por las fuerzas democráticas, sino que su partido, U.R.D., ganó las elecciones de aquel año en la ciudad de Caracas y ocupó un importante número de escaños, tanto en el Congreso como en el Senado de aquel entonces.

Hay un fenómeno que no ha sido estudiado en profundidad, debido a lo reciente de su exposición pública. Se trata de la experiencia de gestión del pensamiento izquierdista una vez puestos al frente del aparato del estado.

En el pasado, todas estas organizaciones buscaron afanosamente el poder, al extremo de iniciar, incluso, una insurrección armada.

Dentro de estas coordenadas políticas resalta, también, el papel jugado por la organización U.R.D. en las personas de quienes fueran, en el conflicto de los años sesenta, los expositores del ala más radical de ese partido. Cuarenta años más tarde, aquellos actores (Luis

, José Vicente Rangel, entre otros), que contribuyeron a crear el Pacto de Punto Fijo, plantan un modelo de gestión gubernamental a partir del intento de destrucción de lo que alguna vez contribuyeron a crear.

Estas líneas buscan mirar en profundidad en qué medida, la visión y el pensamiento de los viejos líderes de 1958 ha influenciado la gestión de un gobierno que desde el inicio se ha presentado con la intención de promover un cambio profundo en la vida política, social y económica del país, aun y cuando el verdadero modelo que lo inspira tiene como registro de marca el derrotado pensamiento izquierdista de los años sesenta venezolanos.