Una de las cosas que más anuncia que en Venezuela el Gobierno prioriza otras cosas antes que la democracia es la clase de asamblea que tenemos. Y no es que producto de la equivocada maniobra de la oposición de no participar en aquel proceso electoral haya resultado lo que hoy es. No. Es que el proceso revolucionario demanda como nunca que sus seguidores no piensen. Y la Asamblea Nacional es una clara muestra de eso.
Así, convertida en un concierto de aprobaciones de cuanta cosa se proponga de arriba, con las posturas minoritarias pero importantes de los disidentes, en estos días se quedó calladita ante la huelga de hambre de los estudiantes. Sólo un arrebato de insultos de una diputada y nada más. Ni el máximo líder de la revolución se había atrevido a decir nadita hasta que dijo algo como que era una ridiculez en forma tardía.

Los silencios de un Gobierno insultante llaman la atención. Creo que los estudiantes tienen el poder de descolocar al Gobierno revolucionario y con poquitos jóvenes, y de dar cátedra a la oposición más visible. Creo también que una de sus fortalezas es no ir contra individuos, sino contra actos.

Soy de las que piensa que hay que quitar un poco de vísceras y de rabia a la dinámica política, y que con cabeza fría hay que soportar cuanta cosa se haga en principios, así como los estudiantes. Por eso la huelga tiene más posibilidades de ser entendida por el sector popular de Venezuela, que el silencio del Gobierno.

(*): Socióloga

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