El führer hacía su visita a sus compinches dictadores y firmaba acuerdos con ellos, sobre "cooperación" hasta sobre las sensitivas áreas del uso de la energía nuclear y de la compra de armas, y asistió a la Mostra de Venecia para admirarse en el "documental" sobre él de quien alguna vez fue un cineasta serio y comprometido. Mientras tanto, en el país de la Constitución de 1999, que dice que él debe gobernar en bien del pueblo, ocurrieron eventos que mostraron, una vez más, su absoluto desdén (¿o será odio la palabra adecuada?) y el de sus allegados contra el pueblo venezolano.

Se encarcelaron estudiantes y trabajadores, con base en las más dudosas imputaciones legal-penales de quien es hoy su más fiel asistenta de verdugo: la fiscal de la república, y a las acusaciones de jueces y juezas sin los más elementales fundamentos de pruebas. Se produjeron huelgas de los trabajadores de Pdvsa y de las empresas de Guayana. Centenares de conciudadanos murieron víctimas de la inseguridad que parece no inquietarle en lo más mínimo, por ejemplo en la masacre de El Valle, sin que nadie de sus acólitos encontrara una palabra de pésame y solidaridad con las familias de las víctimas. Mientras tanto, la Asamblea anunciaba, por acción y omisión, su disposición de aprobar leyes contrarias a la "mejor Constitución del mundo" por ser incompatibles con el "socialismo del siglo XXI".

Para colmo, se hizo celebrar, a su regreso, desde el "balcón del pueblo", por una exigua cantidad de sus seguidores por sus éxitos con Gaddaffi de Libia, Asad de Siria, Bouteflika de Argelia, Ahjmadinejad de Irán, Lukashenko de Bielorusia y Medevedev y Putin de Rusia. En la ONU disparó un discurso lleno de mentiras (al igual que en su encuentro con "sindicalistas" estadounidenses y con Larry King). En estos días, se perfila como líder del movimiento hacia un "mundo multipolar" en la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de África y America Latina.

Como no es la primera vez que Chávez actúa así, me parece que ya es tiempo de preguntarse, esta vez en serio, acerca de la actitud mental y ética de quien una mayoría de venezolanos eligió y reeligió Presidente de nuestro país. No cabe duda de que tiene grandes dotes de propagandista y que, si hubiera elegido el capitalismo como su campo de juego, habría hecho una brillante carrera de publicista. Domina el manejo de la mentira acorde con el consejo de Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, en el sentido de que "una mentira mil veces repetida se convierte en la verdad para el pueblo". Tiene como norte de su vida tan sólo un proyecto: la acumulación y perpetración de su poder. Ello implica el control total de las masas que, aunque mientras tanto bastante disminuidas, le siguen, si bien de manera contradictoria: las encuestas señalan que la mayoría de los encuestados piensa que su gobierno es "malo o regular", pero que él sigue siendo apreciado por un número nada despreciable del pueblo (40%).

Frente al desdén que tiene el führer hacia todos nosotros, miembros de la sociedad venezolana y (alguna vez) ciudadanos de su Estado, pienso que es menester reforzar nuestra resistencia y, sobre todo, orientarla más y crecientemente hacia el ataque contra la ética que inspira y respira Chávez (maniquea y narcisista). Pienso también que ello no es posible sin que diseñemos un proyecto de país que, quitándole las deficiencias de la llamada "cuarta república", recupere la cohesión social, la tolerancia, la paz y el respeto para el otro que, mal que bien, había durante la mayor parte de su existencia.

No es la primera vez que lo digo. Pero una verdad, mil veces repetida, puede convertirse al fin en tal.

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Fuente: El Nacional