Inundar en lugar de incendiar
Escrito por Enrique Pereira   
Martes, 22 de Septiembre de 2009 01:16

altDeberían aprender a inundar los archivos. Incendiarlos ya suena parte de un libreto. Aburre ésta poco creativa manera de desaparecer lo que no conviene que aparezca. Todavía suena cerca aquel día de octubre 2004 en que la altísima torre de Parque Central que albergaba las oficinas del Ministerio de Infraestructura fue presa de las llamas y allí quedaron como muertos, los archivos de la gestión de Diosdado Cabello, convertidos en negras y humeantes cenizas.

Se repite la historia, cinco años después, ante la inminencia de la perdida del poder de este chavismo en decadencia que encabeza esta revolución forajida. Se quemaron esta madrugada los archivos de Inframir, que manejara Diosdado Cabello cuando estuviere al frente de la Gobernación de Miranda. Allí quedaron de nuevo, convertidas en cenizas las investigadas historias contables de su gestión.  Tal vez es una simple coincidencia.

Diosdado no recibió su titulo de Vicepresidente este fin de semana, fue ignorado y ahora reportará a un jefe intermedio. Ladran los perros a su alrededor y quizás este es el preludio de una obligada inmolación al estilo de Lina Ron, preso pues, para que el pueblo crea que llegó la justicia. La revolución necesita unos mártires, para ofrecerlos a un pueblo harto de ver como la corrupción campea bajo las miradas complacientes de los grandes jerarcas de la cacareada revolución.

La revolución huele a perdedora y se viste de nuevo de promesas y regalos para exhibirse como novia recién bañada y vestida. Reparten tractores en Portuguesa, nuevo impulso a las misiones, dinero a los cuatro vientos, más cubanos para repotenciar a Barrio Adentro, para trabajar en el intento de no perder estruendosamente las elecciones a la Asamblea Nacional en las que pobremente aspiran a conservar la mayoría. Se saben perdedores.

¿Cuantas patrullas llevamos ya Jorge? “Ciento seis mil cuatrocientas y tantas” contesta Jorge Rodríguez. Cuenta mental rápida para afirmar que a razón de más de veinte personas por patrulla,  son más de dos millones de seres que entregan alma y cuerpo al partido socialista que conforma este gobierno de embusteros profesionales. Si veinte por ciento de esas patrullas están en Caracas ¿Dónde estaban hace tres semanas cuando las convocaron a una marcha por la paz que saldría desde Catia?,  ¿Cuántas de esas cuatrocientas mil personas fueron al balcón del pueblo a recibir a Chávez hace menos de dos semanas? Como siempre, las patrullas son como los diez millones de votos, están sólo en su mente.

Cada nuevo día nos acercamos más al borde de esta onírica fantasía revolucionaria que está acabando con la paciencia de los venezolanos. Cada nuevo amanecer se despiertan más conciencias de aquellas que esta revolución trato de comprar con dinero, con bozales de arepa y con fantasiosas teorías socialistas que lo único que han logrado es desaparecer progresivamente nuestras capacidades como país. Basta de quemar archivos, para esconder las mentiras que guardan en cajas de papel. Basta de ocultar los grandes robos al patrimonio de esta golpeada nación. Basta de hacernos creer que viven cada día para nuestros pobres, al tiempo que se llevan el dinero a manos llenas, para luego quemar las evidencias.


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