El laboratorio de la obediencia
Escrito por Víctor Maldonado C. | X: @vjmc   
Martes, 01 de Septiembre de 2009 14:30

altEl coraje cívico que necesitamos comienza evitando los eufemismos y llamando a cada situación con su nombre verdadero. Somos la oposición y la alternativa. No podemos seguir improvisando.

Hoy concluye agosto. Este fin de mes siempre tiene un particular halo de despedida. Con él se comienza a distanciar el imponente sol de nuestros veranos, y nos deja a solas con la temporada lluviosa. La luminosidad se restringe y comenzamos a presentir el frío navideño. Sin embargo, este año hay diferencias, porque a las naturales variaciones estacionales habrá que sumarle los resultados de la aceleración del socialismo del siglo XXI. Nuevas leyes intentarán apalancar la predisposición marxista del régimen que nos gobierna. Educación a la cubana, el condicionamiento de la propiedad de las tierras urbanas (y de todo lo que esté sobre ellas), y las nuevas e inapropiadas reglas para dirimir las justas electorales, demuestran cómo los problemas reales del país no forman parte de los desvelos del gobierno. Lo cierto es que salimos de vacaciones en un país, y volvemos a otro, menos plácido, menos nuestro, y mucho menos prometedor.

Algunos se quejan de que este gobierno no les da cuartel ni sosiego. Otros se preguntan qué más se puede hacer contra un poder tan bien estructurado. Los más no logran salir de su ensimismamiento, y conceden con su indiferencia todos los espacios sociales que el régimen necesita para demostrar su aparente infalibilidad. Lo cierto es que entre la perturbación de unos, la preocupación de otros y la indolencia del resto, el proyecto ha encontrado el terreno fértil para avanzar en el logro de sus propósitos. Ese es el aporte de nuestra parte, se llama conformismo y no podemos confundirlo con capacidad social para la adaptación.

De la otra parte, la que corresponde a sus adeptos, la lealtad acrítica, el sometimiento absoluto a la voluntad del líder y la silenciosa ejecución de sus órdenes, sin que medie ningún otro esfuerzo que la inventiva de la adulación, son las palancas que mueven todo el engranaje del régimen y lo muestran como una maquinaria todopoderosa. Pero en el fondo, así como el conformismo facilita el reacomodo constante de la sociedad democrática, en el caso del mundo chavista es la obediencia en razón del miedo la que explica el grueso de las conductas. Por lo tanto, la pregunta cuya respuesta es esencial dilucidar versa sobre las razones por las cuales los seguidores del presidente Chávez siguen validando su autoridad, aun cuando todos los datos de la realidad nos conducen a una única conclusión: que nos está conduciendo a la ruina social.

El gobierno ha logrado constituir una mezcla apropiada de carisma, propaganda, tergiversación de la realidad, explotación sistemática del resentimiento social, la presentación de chivos expiatorios creíbles, violencia focalizada combinada con una presencia sistemática de la amenaza generalizada, y un régimen arbitrario de inclusión-exclusión que depende casi exclusivamente del sometimiento público y notorio a la ideología proclamada por el presidente. En el fondo, toda la subordinación de la que hace gala este gobierno está fundamentada en su inmensa capacidad para provocar terror, y hacer sentir a los propios y a los ajenos, que nada está totalmente asegurado, porque el que da cabuya  con tanta liberalidad, con la misma sinrazón la recoge de un solo tirón.

Pero puede haber una clave para intentar desenrollar esta madeja. Debemos entender que la presión para conseguir tanto la obediencia como la conformidad puede reforzarse mutuamente. O si se quiere, que en la misma medida que nos mostremos inconformes, también estaremos haciendo un grave daño a las expectativas de obediencia que tiene el régimen respecto de sus partidarios. Y aquí está el detalle. Que así como la sociedad democrática suele animarse cuando capitaliza una deserción del macizo bloque chavista, de la misma forma, el aparato oficialista se desvanece al observar fortaleza y coraje ciudadano en los márgenes de la oposición.

El coraje cívico que necesitamos comienza evitando los eufemismos y llamando a cada situación con su nombre verdadero. Somos la oposición y la alternativa. No podemos seguir improvisando. El reto de salvar la República exige un plan que comience a socavar las bases de este laboratorio fascista de la obediencia. Requerimos una inmediata reinstitucionalización de los espacios democráticos, organizando redes locales de resistencia social, apalancando financieramente la conducción y la acción política, y determinando una estrategia realista, montada sobre actores sociales verdaderos.

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