La marcha como forma de protesta social pacífica ha sido el mecanismo esencial practicado por el pueblo democrático venezolano para enfrentar a la poderosa maquinaria petrolera-militar del gobierno chavista 

que durante los últimos ocho años ha intentado romper esa forma de  manifestación infiltrándola con violencia para hacerla devenir en disturbios, que justifiquen el uso desproporcionado de la fuerza represiva.

A pesar de los gases lacrimógenos, de los perdigones, de las balas, de los grupos de ataque ( Círculos Bolivarianos, Piedrita, entre otros), de las negaciones mediáticas en los circuitos comunicacionales del Estado y de los cientos de heridos, la gente sigue marchando.

Ese andar de los venezolanos trasciende lo social, incluso lo deportivo, para transformase en una obra musical definida por el movimiento colectivo pero  también por el ritmo de la gente, que metamorfosea esa jornada en “una danza andada”  al son de la democracia, el optimismo, la confianza y la unión colectiva.

Cada uno de nosotros es un necesario agente del bien en esta hora crítica, que debe darle apoyo y fortaleza  a quienes han sido socavados hasta inmovilizarse ante las cotidianas cifras de muerte, de robo, de desempleo e inflación sucedáneas de la gestión de Hugo Chávez Frías.

Cada marcha y  cada convocatoria son esenciales para salvaguardar los valores-país por los cuales luchamos, es una ilusión negativa pensar que otros lo harán por nosotros, pero ya lo dijo Ralph Waldo Emerson hace casi dos siglos:  “Una de nuestras ilusiones consiste en creer que la hora presente no es la hora crítica, decisiva. Escribe esto en tu corazón: que cada día es el mejor del año”.